Salud mental y Juegos Olímpicos: aprender a manejar la presión
- La atención psicológica de los deportistas ha pasado de ser un tabú a una necesidad cada vez más presente en su preparación
- Este evento supone un reto extra para quienes no están acostumbrados a una gran exposición mediática
“A veces siento el peso del mundo sobre mis hombros. Sé que lo disimulo y hago parecer que la presión no me afecta, pero en ocasiones es difícil. ¡Los Juegos Olímpicos no son una broma!”. Estas eran las palabras de Simone Biles, una de las gimnastas más condecoradas de la historia del deporte, días antes de la final por equipos de los JJ.OO. de Tokio, celebrados en el verano de 2021.
En esa prueba, tras realizar el primer ejercicio de salto, la estadounidense, que venía de cosechar cuatro medallas de oro y una de bronce en los anteriores Juegos de 2016, decidió no continuar en plena competición. Necesitaba parar para cuidar su salud mental. Por ello, no participó en otras modalidades para las que estaba programada en los días posteriores, aunque sí compitió en barra de equilibrio, donde logró un bronce.
El caso de Biles supuso un antes y un después en la percepción de este problema de los deportistas de élite. En un contexto en el que el estoicismo era visto como una de sus principales virtudes, la atleta natural de Columbus ofreció visibilización y naturalización a un asunto clave, no solo para el bienestar, sino para el desempeño de los olímpicos.
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“Ahora la cuestión mediática va a comenzar a preocuparse por la salud mental”, se dijo a sí mismo Pablo del Río (Torrearévalo, 1955), psicólogo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid durante más de 30 años, que se encontraba en Tokio cuando Biles hizo público su anuncio.
El terapeuta es uno de los más reconocidos a nivel nacional y, aunque ha tratado con olímpicos de más ediciones, ha estado en cinco ocasiones en unos Juegos de forma presencial, trabajando “con 25 o 30 deportes diferentes”, detalla. París serán los sextos JJ.OO. que vivirá in situ, esta vez como parte de la Comisión Médica del Comité Olímpico Español.
La evolución de la importancia que esta materia ha adquirido tanto para las federaciones como para los propios atletas ha sido intensa en los últimos años. Del Río asegura que, cuando llegó al C.A.R., no acudían a su despacho “porque estaba mal visto”. “Desde el punto de vista sociológico y mediático se había vendido un perfil de deportista alto, fuerte, guapo y sin ningún problema. En esa época, decir que iban al psicólogo estaba asociado a una debilidad", relata.
“Decir que iban al psicólogo estaba asociado a una debilidad“
Sin embargo, en la actualidad el equilibrio emocional es una prioridad. Ya no es un tema tabú entre los deportistas de élite. “Hoy en día hay peleas, entre comillas, para poder asistir a terapia”, manifiesta Del Río.
Las Olimpiadas son especiales también en este ámbito. Muchos atletas de disciplinas con poca exposición mediática llegan a un lugar donde hay muchos más focos que de costumbre. Esto requiere una preparación también psicológica, tanto antes como después del evento. “Es más difícil un Campeonato del Mundo, pero en los Juegos hay una presión mediática mayor y hay que enseñarles a manejarla, sobre todo a los que son ‘medallables’. Yo hago un trabajo de desdramatizarlos, porque, al final, ¿cuántos de todos los que van tienen opciones de medalla? Pues muy pocos”, indica el soriano.
Rozando la medalla
Pablo del Río se ve todos los jueves con Álvaro Martín Uriol (Llerena, 1994), doble campeón tanto del mundo como de Europa de marcha. El atleta extremeño tuvo sus primeras sesiones con el psicólogo deportivo en 2017. En ese momento comenzó a comprender lo importante que podía ser la salud mental para su rendimiento. “Antes de empezar con Pablo conseguía buenos resultados, pero sé que, si lo hubiera hecho antes, hubieran sido aún mejores. Estaba bien físicamente, pero luego no sacaba lo que esperaba. Me puse en sus manos y me di cuenta de que había muchos aspectos que mejorar”, expresa Martín.
Sus terceros Juegos fueron los de Tokio. Sin embargo, estos eran los primeros con este tipo de ayuda. Ahí, de un abandono en Londres 2012 y una vigesimosegunda posición en Río 2016, pasó a alcanzar el cuarto puesto en la prueba de 20 kilómetros marcha, lo que suponía un diploma olímpico, pero también quedarse a las puertas de conseguir su primera medalla. Tras acabar la carrera, a pesar de ello, estaba “hundido”, confiesa. “Me vi muy cerca. Soy muy exigente conmigo mismo y me dije que había fallado, porque la diferencia entre el bronce y yo era menos de un segundo por kilómetro. Ahí es donde aparece Pablo, que me dice que, si he hecho aquello para lo que he entrenado, no me tengo que reprochar nada”, detalla.
Por otra parte, Martín, que este año participará en las pruebas de 20 kilómetros marcha y relevo mixto, afirma que los Juegos Olímpicos “requieren de un tratamiento psicológico especial, no solo por la competición en sí, sino por todo lo que los rodea”, como esa presión mediática o la gestión de las expectativas, entre otros aspectos. Incluso a pesar de haber vivido ya tres Olimpiadas, no resta peso a este aspecto. “Puedo manejar estas situaciones porque ya he estado en otras parecidas, pero a veces tengo que echar mano de Pablo porque hay circunstancias que, aunque seas un experto y lleves mucho tiempo en esto, se te escapan”, añade.
Debutar en plena pandemia
La asistencia psicológica es requerida por parte de deportistas experimentados como Álvaro Martín, pero también por otros que, desde fases iniciales de su carrera, ven lo necesario de la misma. Es el caso de Alisa Ozhogina (Moscú, 2000), que competirá tanto en equipo como en dúos de natación sincronizada en París. Ella empezó a acudir al terapeuta “con 16 o 17 años”, recuerda.
Ozhogina recalca la relevancia que ha tenido para su carrera el haber tenido este acompañamiento. “He aprendido cosas muy básicas, como que somos humanos, que nos podemos equivocar, tener un día malo o estar tristes”, indica.
El aspecto mental es también clave en su deporte, en el que se requiere una gran concentración y coordinación con sus compañeras. “Si estás nerviosa, empiezas a hacer cosas que nunca has hecho en el entrenamiento. Si ves a la chica con cara de cagada, te cagas tú también y dices ‘no quiero competir’, pero si ves a la compañera con confianza, estás muchísimo más tranquila”, señala.
Nacida en Rusia, pero criada en Sevilla, representó por primera vez a España en los Juegos de Tokio, marcados por la crisis del coronavirus. La sevillana, de tan solo 23 años, ha conseguido desde entonces numerosas preseas, entre las que destacan un oro mundial en equipo técnico, dos europeos en la misma modalidad y otro oro continental en equipo libre.
En Japón, la nadadora se enfrentó a un contexto muy duro en su debut, con el aplazamiento del evento olímpico de 2020 a 2021 por la pandemia y las restricciones y desafíos con los que tuvieron que lidiar los deportistas. A pesar de vivir unas primeras Olimpiadas tan atípicas, acabó consiguiendo un séptimo puesto en dúos junto a su compañera Iris Tió y la décima posición en equipos, una experiencia que valora de forma positiva.
Sin embargo, el “bajón” llegó después de los Juegos. “Yo estaba en un sueño, pero vuelvo en septiembre y me choco contra la realidad de entrenar, de levantarme pronto, de la presión deportiva, del cansancio físico, de tener que mejorar, de mantenerme motivada…”, manifiesta la nadadora. Esto es algo que le hizo reforzar esta ayuda de cara a París ya desde antes de la temporada. “Dije que lo iba a necesitar, porque me conozco a mí misma y ya sé lo duros que son los años olímpicos”, expone.
“Estaba en un sueño, pero cuando vuelvo en septiembre, me choco contra la realidad de entrenar, de levantarme pronto, de la presión deportiva…“
Ahora, asegura que va a Francia mucho mejor preparada que en la última ocasión, tanto a nivel psicológico como físico. “Tenemos más experiencia y ya contamos con una medalla mundial, que nos da una confianza y una motivación que es diferente. Queremos dar lo máximo y quedar arriba”, concluye.
En este contexto, ante el evidente aumento de la relevancia de este asunto para las federaciones y los propios deportistas, los olímpicos llegan a París teniendo a su disposición más herramientas que nunca para lidiar de forma adecuada con la que puede ser la cita más mediática y relevante de su carrera.