Visita a la imprenta de El Quijote
Conocer Madrid se ha dado cita esta vez en el número 87 de la calle de Atocha. Allí tiene su sede la Sociedad Cervantina. No es un lugar elegido arbitrariamente, porque fue precisamente allí donde por primera vez vio la luz la novela que haría inmortal al ilustre “Manco de Lepanto”. Don Quijote de la Mancha es madrileño ya que nació en el actual Barrio de las Letras, cerca de donde vivía su autor.
En 1953, un grupo de intelectuales forman la Sociedad Cervantina, con el objetivo de resaltar la figura de Cervantes. La joya del edificio es la reconstrucción de la imprenta en donde se editó la primera parte del Quijote, allá por el año 1605. No sólo el Quijote, bastantes más libros del Siglo de Oro español nacen en este lugar, propiedad de Pedro Madrigal y su esposa María Rodríguez de Ribalde. Muerto el propietario, su viuda se hizo cargo de la imprenta, junto con su sobrina (?), María de Quiñones, casada con Juan de la Cuesta, y después de que este decida irse a América, las dos mujeres venden mitad del local a su vecino el Hospital del Carmen.
Esto ocurría mucho después de que Gutenberg inventara un sistema de tipos móviles. Las letras se colocaban una a una. Era necesario, por tanto, tener tipos de diferentes letras y tamaños, unos personajes, denominados tipógrafos, que las iban colocando formando líneas, y también una especie de cajas donde colocar los tipos de acuerdo con sus características, para poder encontrarlas fácilmente.
Una vez montada la plana, se pasaba la tinta, que por aquellas épocas era bastante tóxica, lo cual hacía que los impresores enfermasen con frecuencia. Luego había que extender la tinta, para lo que se utilizaban aparatos, que recuerdan unas maracas. Hecho todo esto, se ponía el papel y se bajaba la tapa de la máquina, quedando todo impreso. La impresora admitía un número par de páginas al tiempo, según su formato y el tamaño del pliego, y del número de ejemplares dependían las veces que se iba repitiendo esta liturgia.
Sopesando lugar y medios: un sótano con poca luz, tintas y jornadas de trabajo, creo que todos salimos pensando que hemos ganado mucho tanto en beneficios laborales como en edición literaria.