Emigrar o cómo construir una segunda vida desde cero
- El idioma, el desconocimiento del país o las diferencias culturales, los mayores retos que afrontan los inmigrantes
¿Qué significa dejar atrás tu país? ¿Cómo se vive el cambio cultural? Y, sobre todo, ¿cómo se siente la libertad de empezar de nuevo? Llegar a un lugar desconocido, con costumbres distintas y un idioma nuevo, no es fácil. Para muchos inmigrantes, cruzar fronteras no solo significa abandonar su país de origen, sino también enfrentarse a un desafío inmenso: construir una segunda vida desde cero. Sin embargo, al llegar a España, muchos encuentran algo que habían anhelado durante años: libertad para expresarse, para trabajar, para pensar, para vestir y para ser.
“Esa es la mayor diferencia. Poder pensar lo que quieras, vestir como quieras… es algo que muchas veces no se valora porque lo damos por hecho”, explica a RTVE Ibrahim, un palestino cuya vida quedó marcada por la ocupación israelí.
Ibrahim, de Belén a Zaragoza
Su ciudad natal, Belén, fue invadida por el ejército israelí, donde capturaron a 300 personas, entre las que se encontraba él. Después de 39 días presos, la Unión Europea intervino y les liberó, distribuyéndolos por Europa durante un año mientras finalizase el conflicto. Sin embargo, 22 años después, no ha vuelto a su país natal. “No he tenido ningún tipo de respuesta por parte de las organizaciones internacionales”. Mientras, su familia sigue ahí, adaptándose constantemente a una vida cotidiana llena de conflicto.
Desde entonces, ha construido un hogar en España, enfrentándose a la dualidad de mantener su identidad cultural mientras se adapta a una nueva realidad. Encontró en Aragón un lugar donde él mismo destaca la hospitalidad local y la calidez que siempre ha recibido. La transición a España, aunque marcada por un contexto de conflicto, fue también una oportunidad para descubrir una nueva cultura.
Adaptarse al idioma español fue un desafío, pero le permitió integrarse y crear vínculos más profundos con su entorno. “A través de la gastronomía, por ejemplo, encontré puntos de conexión entre ambas culturas.”, menciona Ibrahim.
“Lo poco que sabía de España era lo que podía ver en las películas o en la televisión, como la paella, la tortilla de patatas o los toros“
A pesar de las similitudes, la vida en España no ha diluido su identidad palestina. A través de pequeñas tradiciones diarias, como la preparación de comidas típicas o los relatos de su tierra, ha mantenido vivo el espíritu de su país natal. Además, trabaja en La Casa de Palestina de Zaragoza, una fundación que tiene el reto de transmitir por Aragón la situación del Pueblo palestino, y la realidad de los palestinos que viven fuera de su país natal.
Sin embargo, aunque encuentra mucha similitud cultural con España, y aprecia mucho su libertad y seguridad, lamenta la sensación de desarraigo que le acompaña.
En nuestro país encontró un espacio libre de racismo, aunque reconoce haber enfrentado algunas situaciones de clasismo. A pesar de esto, subraya que su sensación general siempre ha sido buena, y que la calidez humana en nuestro país ha sido clave para sentirse acogido y apoyado.
Hakim, de Argelia: "No sabía nada de la cultura española”
Del país vecino es Hakim, quien llegó a España hace dos años desde Argelia en busca de un futuro mejor. Desde entonces, ha vivido un proceso de adaptación que, aunque desafiante al principio, ha resultado enriquecedor gracias al apoyo de personas y organizaciones comprometidas con la inclusión.
Con una visa en mano, llegó a España con un conocimiento nulo sobre el país. "No sabía nada de la cultura española antes de venir", nos cuenta. Sin embargo, gracias al respaldo de ACCEM, una organización dedicada a la acogida e integración de personas migrantes, comenzó a aprender sobre la historia y la sociedad españolas. Una figura clave en este proceso fue Miguel, un profesor que lo ayudó a comprender mejor el contexto cultural, incluido el pasado árabe de España, destaca.
El idioma fue otro obstáculo significativo al inicio. Aunque no hablaba español, ha progresado notablemente con esfuerzo propio, utilizando aplicaciones móviles y aprendiendo de personas cercanas, como su novia. "Al principio fue muy difícil, pero poco a poco estoy mejorando".
La integración no se ha limitado al idioma. Este joven ha adoptado aspectos de la cultura española en su vida diaria. Disfruta de la música española y se interesa por mantenerse informado a través de las noticias. También ha descubierto nuestra gastronomía, mostrando un cariño especial por la paella y algunos dulces tradicionales que le ha enseñado Miguel, su profesor.
Sin embargo, hay aspectos de su cultura de origen que extraña profundamente, como la abundancia de mezquitas en su país natal, algo que encuentra limitado en España. "En mi país hay muchas mezquitas, pero aquí no hay tantas", subrayando la importancia de este espacio para su práctica religiosa como musulmán.
A pesar de la distancia, mantiene un contacto cercano con su familia, que siguen en Argelia. Además, cuenta con la compañía de otro hermano que vive en España, concretamente en Teruel, desde hace más de 25 años, lo que le ha brindado un apoyo fundamental para establecerse. “Cuando me siento solo o echo de menos a mi familia, voy a ver a mi hermano”, afirma Hakim.
Uno de los aspectos que más destaca de España es la actitud acogedora de las personas. A pesar de las diferencias culturales y las posibles barreras, asegura que nunca ha sentido discriminación o rechazo por su origen. Hoy en día, trabaja en una asociación dedicada a menores, lo que le ha permitido integrarse aún más en la sociedad española.
Su vecina es Marisel, quien llegó a España hace dos años. Sus expectativas eran altas, pero la realidad superó cualquier idea previa. Originaria de Venezuela, un país sumido en una crisis económica y social profunda, decidió emigrar buscando estabilidad para sus hijos y una vida más digna.
"España me ha dado la oportunidad de empezar de nuevo”
"Todo aquí es mejor, desde la limpieza de las calles hasta el sistema de salud", nos comenta Marisel, ahora residente en Calatayud. Aunque confiesa que al principio le resultó difícil dejar atrás a sus conocidos en Madrid, ciudad a la que llegó inicialmente, rápidamente entendió que la tranquilidad y el bajo costo de vida de su nueva ciudad eran la clave para una vida más estable.
Marisel se está adaptando poco a poco a las costumbres españolas. Desde los dos besos al saludar hasta cocinar platos típicos españoles, el proceso no ha estado exento de desafíos, especialmente por las diferencias culturales. "Nosotros somos más cariñosos, más cercanos. Aquí son más distantes, pero igual la gente ha sido muy amable conmigo y con mis hijos", explica.
A pesar de la nostalgia por las playas y paisajes venezolanos, Marisel reconoce que la vida en España le ha permitido empezar de nuevo con mayor seguridad y esperanza. "En Venezuela, todo está en abandono. Aquí las cosas tardan, pero se hacen. Eso me gusta".
“ Me siento bien aquí. España me ha dado la oportunidad de empezar de nuevo, y estoy muy agradecida por eso.“
Marisel no ha enfrentado episodios de discriminación. Su experiencia refleja que, pese a las dificultades, se puede lograr construir una vida nueva en un entorno distinto. Con sus dos hijos adaptados al colegio y su rutina establecida, Marisel mira al futuro con optimismo.
A pesar de las barreras culturales, los desafíos del idioma y el proceso de adaptación, todos ellos han conseguido construir una segunda vida desde cero.