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Eugenio Monesma, guardián de los oficios perdidos: "La sociedad los veía como un símbolo de pobreza"

  • El documentalista, Monesma, lleva más de 40 años investigando los oficios tradicionales de España
  • Ha grabado más de 3.300 documentales sobre oficios perdidos, gastronomía popular y tradiciones españolas

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Eugenio Monesma refleja cada uno de los oficios tradicionales en su libro "100 oficios para el recuerdo"
Eugenio Monesma con su libro "100 oficios para el recuerdo" Manuel González Cortijo

De documentalista antibelicista a etnógrafo por vocación. Eugenio Monesma (Huesca, 1952) ha dedicado más de cuatro décadas de su vida a perseguir por toda España las huellas de aquellos oficios, que se van apagando con el paso del tiempo. Su mirada, siempre atenta, ha sabido capturar no solo las técnicas y herramientas de estos trabajos ancestrales, sino también la sabiduría y la dignidad de quienes los ejercen.

Su último trabajo, un libro 100 oficios para el recuerdo, en el que ha colaborado también su hijo Eloy Monesma, es una invitación a un museo de memorias, donde cada página es un homenaje a esas manos curtidas que han moldeado nuestra cultura popular.

Tras más de 40 años de producción de series documentales de televisión, Monesma ha conseguido atesorar un gran archivo audiovisual sobre los oficios ya perdidos, fiestas, tradiciones y leyendas, además de gastronomía tradicional, costumbres y rituales de nuestro país.

Eugenio tiene casi 2 millones de seguidores en Youtube y más de 700 videos publicados

Con el objetivo de que este conocimiento no se pierda, ha decido compartir con todos su tesoro, más de 3.200 documentales etnográficos, que va publicando en su canal de YouTube —cuenta con casi dos millones de seguidores— y sus redes sociales.

Eugenio nos hace un hueco en su apretada agenda. Con 72 años sigue al frente de muchos proyectos, todos relacionados con documentar la memoria colectiva de la España más tradicional.

PREGUNTA: ¿Te consideras más documentalista o antropólogo?

RESPUESTA: Más documentalista. Me gusta recoger la realidad que se estaba y está perdiendo. No me gusta usar la palabra antropólogo, prefiero etnógrafo, que implica más investigación y trabajo de campo. No tengo carrera universitaria, por lo que mi labor se clasifica como cine etnográfico o documental.

P: ¿Qué te motivó a documentar las tradiciones?

R: Desde joven, me apasionaba el mundo rural. A los 18 años, pasé una semana con un pastor en un pueblo abandonado. Mi primer documental, Requiem, abordó el problema de la despoblación en los años 60. Al comprar mi cámara de súper 8 a los 30 años, comencé a hacer cine de animación con temas temática antibelicista, gané varios premios. En 1981, me uní al Instituto Aragonés de Antropología y empecé a grabar artesanos, combinando así mi pasión con mi interés por la etnografía, con la ayuda y motivación de Ángel Gari, presidente del Instituto Aragonés de Antropología, que contribuía con su apoyo de todo tipo y me introdujo en este mundo. Mi documental Los Navateros fue crucial en mi decisión, ya que recibió muchos premios.

Eugenio Monesma entrevistado por un equipo de RTVE Aragón

Eugenio Monesma entrevistado por un equipo de RTVE. RTVE

P: ¿Cómo combinaste tu trabajo con tu pasión por el cine etnográfico?

R: No fue fácil, la verdad. Tenía un trabajo estable en una empresa que me proporcionaba vivienda gratuita, con calefacción, luz, ¡todo incluido! Pero mi deseo de hacer cine era tan fuerte que en 1983 decidí dejarlo todo para dedicarme a ello. Por supuesto, tenía una familia que mantener, un hijo pequeño. Para sobrevivir, grabé bodas, comuniones, monté un videoclub… lo que fuera necesario. Mi tiempo libre era mi tesoro y lo invertí en mi verdadera pasión: el trabajo de campo, buscando y documentando los oficios y las tradiciones que se desvanecían.

P: El tema de la memoria colectiva es fascinante, ¿cómo percibiste el impacto de la televisión en la transmisión de esa memoria, de ese saber popular?

R: La televisión marcó un punto de inflexión. Antes, en los pueblos, las familias se reunían en las noches de invierno, alrededor de la lumbre o el brasero. Los abuelos contaban historias, leyendas, los padres enseñaban a los hijos… era un flujo constante de conocimiento oral. Con la llegada de la televisión, esa dinámica se rompió. Todos se sentaban frente a una pantalla que, de alguna manera, les decía qué pensar, qué saber. Ese cambio me preocupó, porque sentí que se perdía algo muy valioso.

P: Con el paso del tiempo, ¿crees que ha evolucionado mucho la percepción de los oficios tradicionales?

R: Al principio, era un tema delicado. Muchos artesanos se sentían humillados, avergonzados de su trabajo. La sociedad los veía como un símbolo de pobreza, de atraso.

La gente al verse reflejada en la pantalla, comprendieron el valor de lo que sus familiares habían hecho

Fue duro ver cómo herramientas y objetos que habían sido parte de la vida durante siglos, eran quemados o tirados a la basura. Cuando empecé a proyectar mis documentales en los pueblos, algo cambió. La gente, al verse reflejada en la pantalla, comprendieron el valor de lo que sus familiares habían hecho, empezó a sentir orgullo y se iban animando para grabar conmigo.

P: En un momento de tanto cambio, en una sociedad que vive tan deprisa y tan hiperconectada, ¿qué oficio tradicional crees que es el más importante, el que no deberíamos dejar morir?

R: El pastoreo. La ganadería tradicional, la trashumancia, es fundamental para el equilibrio del medio ambiente. Las ovejas, las cabras, limpian los montes, previenen incendios… son un beneficio para todos. Lamentablemente, la ganadería intensiva, la burocracia, las enfermedades… están acabando con este modo de vida. Es una pérdida irreparable.

P: ¿Cómo surgió la idea de tu libro 100 oficios para el recuerdo? ¿Qué simbolizan los oficios tradicionales?

R: Mi hijo Eloy me sugirió la idea de seleccionar 100 oficios para un libro, y poco después, la editorial Lumberg nos contactó con la misma propuesta. El libro tiene un lenguaje sencillo que incluye fotos y anécdotas. Ha sido un éxito y ya estamos preparando un segundo volumen para octubre de 2025. Los oficios representan una forma de vida que ha desaparecido rápidamente. Mi generación ha sido testigo de la transformación desde la siega manual hasta la tecnología digital.

Imagen del libro '100 Oficios Para el Recuerdo', de Eugenio Monesma

'100 Oficios Para el Recuerdo', de Eugenio Monesman. RTVE

P: ¿Crees que los oficios de antes eran más respetuosos con el medio ambiente? En tu opinión, ¿aquellos oficios tradicionales tienen cabida en la actualidad?

R: El medio ambiente se ha convertido en un negocio, en una moda. Hay mucha hipocresía. Los verdaderos ecologistas eran nuestros abuelos, que vivían en un profundo respeto por la naturaleza. Ellos no necesitaban campañas publicitarias para cuidar el planeta.

He visto un cambio radical en los últimos 35 años y la progresión es exponencial. La globalización, la producción en masa, hacen que sea muy complicado competir. Sin embargo, hay ejemplos esperanzadores. He conocido a jóvenes que han recuperado oficios con éxito, adaptándolos a los nuevos tiempos. Algunos se dedican a la alfarería, otros han innovado con el fieltro, construyendo incluso yurtas (vivienda tradicional de los nómadas de Mongolia).

P: Y en este sentido, ¿crees que el turismo rural puede revitalizar los pueblos y ayudar a que hay más artesanos?

R: El turismo puede ayudar, sirve para que los pueblos no mueran y haya gente joven, pero, ¿sabes cuál es el lugar más importante de cada pueblito? El bar es el punto de encuentro social más relevante, donde los vecinos se mantienen conectados y se ayudan mutuamente.

La falta de artesanos nunca ha sido un problema. Siempre he encontrado gente dispuesta a colaborar. Las dificultades han sido, sobre todo, económicas. En dos ocasiones me engañaron, me dejaron con deudas importantes. Esas experiencias fueron muy duras, pero me enseñaron a ser más precavido.

Eugenio Monesma, documentalista

El documentalista español Eugenio Monesma. RTVE

P: De los más de 3.000 oficios que has documentado, ¿cuáles te parecen más espectaculares?

R: Pues tienes aquí en el libro muchos ejemplos. El batihoja, el constructor de carros, son oficios bonitos porque tienen procesos muy complejos, el batihoja era quien hacía el pan de oro para decorar las imágenes religiosas que había que hacerlo de una piececita de oro que a base de martillear sacaba unas laminas de oro más finas que el papel de fumar.

P: ¿Cómo eran aquellas primeras grabaciones de tus documentales?

R: En un principio, íbamos tres o cuatro personas como mucho. Luego, con la ayuda de subvenciones europeas, llegamos a tener tres equipos de producción, tres de postproducción y tres ayudantes de guion, lo que nos permitió producir hasta 250 documentales al año. Yo me encargaba de la localización, la producción y el montaje. La voz del locutor de la primera etapa, en los años 90, era tan buena que la gente aún la recuerda y comenta positivamente sobre ella.

P: De cara al 2025, ¿qué proyectos tienes en la agenda? Seguirás persiguiendo oficios y tradiciones por nuestro país...

R: Uy… proyectos, estoy con un motón de cosas, continúo con mi programa de fogones tradicionales que lleva 28 años en emisión, es el más longevo de gastronomía española. Oficios sobre la marcha, ya no voy de propio a grabar, pero a veces me coincide cuando voy a algún fogón. El otro día en la Rioja Alavesa grabando fogones, el productor me puso en contacto con unos forjadores de siete generaciones dedicándose en la forja, o por ejemplo. Y aprovechando el viaje estuve grabando un joven que había recuperado la técnica fotográfica con placas de vidrio, voy sobre la marcha, pero sí sigo recopilando oficios.

RTVE

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