Las drogas en los años 50
Las drogas también existían en los tiempos de Amar
Julieta y Loli, adictas a los barbitúricos en la cuarta temporada de "Amar en tiempos revueltos"
España, "despensa de drogas" de Europa durante los años cuarenta
Barbitúricos, anfetaminas y cocaína, las drogas más consumidas de la época
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La amistad entre Julieta y Loli es cada vez más estrecha, sobre todo desde que han descubierto que tienen algo en común: su afición a aliviar las penas a base de drogas. Y es que parte de las sustancias que hoy se consideran ilegales causaron auténtico furor en los años 40 y 50, cuando las anfetaminas o los barbitúricos eran fármacos de venta libre y estaban al alcance de todo el mundo.
Y, al menos en lo que a drogas se refiere, España era un referente a nivel mundial. De hecho, como recoge el escritor Juan Carlos Usó en su web, tan masivo fue el consumo de anfetaminas y barbitúricos durante la posguerra, que en el foro internacional comenzó a denominarse "droga española" a este tipo de psicofármacos. Por otra parte, en los ambientes marginales proliferaba el consumo de hachís, mientras que la cocaína era cosa de "los privilegiados del Régimen: aristócratas, diplomáticos, artistas del flamenco, gigolós, toreros, famosos del mundillo del cine, del teatro y del espectáculo en general, estraperlistas de altos vuelos y algún que otro jerarca".
Los primeros años
Tal y como explica el sociólogo Antonio Escohotado en su "Historia general de las drogas", el siglo XIX dio lugar al nacimiento de las "nuevas drogas", entre las que destacan la morfina (1806), la cocaína (1860), la heroína (1883) y los barbitúricos (1903).
Estas drogas fueron consideradas como simples fármacos hasta 1920, año en el que empezó a perseguirse en España la venta ilegal de cocaína, morfina y opio. Hasta entonces, estas sustancias habían gozado de total libertad, y, aunque de siempre había estado prohibido promocionarlas, era común toparse en los periódicos de la época con anuncios como el del jarabe de heroína de Bayer, especialmente recomendado para la tos, o el del cosmopolita perfume "Cocaína en flor".
Las anfetaminas, el antídoto de los ejércitos
Con la cocaína y el opio en el punto de mira de la ley, en los años 30 comienza a extenderse el consumo de aminas, estimulantes del sistema nervioso "diez o veinte veces más activos que la cocaína, baratísimas en comparación con ella, y no sólo capaces de aumentar la resistencia, sino de mejorar considerablemente el rendimiento en tests como el de cociente intelectual", explica Escohotado.
La anfetamina, la dexanfetamina o la metanfetamina eran algunas de las aminas que podían adquirirse fácilmente en cualquier farmacia, ya que se vendían como antídoto contra la congestión nasal, el mareo, la obesidad, la depresión y la sobredosis de hipnóticos.
Pero el efecto eufórico que producía las aminas era, ante todo, el mejor antídoto para "todo tipo de incomodidades ligadas al ánimo depresivo". Por ello, miles de soldados comenzaron a consumir anfetaminas en grandes cantidades durante la guerra civil española porque, entre otras cosas, frenaba durante días el apetito, el sueño, las náuseas y el cansancio. También durante esta guerra se extendió el consumo de cannabis, sobre todo en las filas de las tropas nacionales que se había sublevado en el norte de África.
La posguerra
Con la llegada de la posguerra, las aminas empiezan a ser consumidas "por gente mayor, amas de casa y estudiantes, grupos acosados por el aburrimiento y la falta de motivación, o por el compromiso de aprobar exámenes", afirma Escohotado, lo que deja patente que el consumo de drogas no estaba ligado a un determinado estrato social o nivel económico.
España, que tardó varios años en ilegalizar estas sustancias, se convirtió durante un tiempo en la "despensa" de Europa, y varios sondeos de los años 60 mostraban que durante la época de exámenes su consumo, en muchos casos, "era aconsejado por el médico de la familia, y contaba casi siempre con el beneplácito de los padres". Sin embargo, poco a poco fue extendiéndose el uso lúdico, "que se disparaba en los San Fermines", revela el escritor.
Los barbitúricos
Al margen de las aminas, otra de las sustancias con más tirón en la época de "Amar en tiempos revueltos" fueron los barbitúricos, ya que eran las drogas con mayor capacidad de aturdir (hasta la aparición, ya a finales de la década de los 50, de los neurolépticos). Como afirma Escohotado, el efecto que provocan es una mezcla "de embriaguez alcohólica y sueño", de modo que calman "al que le acosa la conciencia" y satisfacen al tímido "porque le deshinibe".
La moda del consumo de barbitúricos comenzó en los Estados Unidos, ya que como era ilegal el consumo de alcohol y opiáceos, sólo estas pastillas permitían alcanzar un estado de aturdimiento por vía "legal". Además, su "infalible" capacidad para matar cuando se ingiere una dosis alta también convirtió a los barbitúricos en el vehículo de suicidio más común.
A pesar de que los médicos eran conscientes de que los barbitúricos eran las drogas más destructivas para la personalidad y su síndrome de abstinencia era "más prolongado que el de la heroína", siguieron vendiéndose durante décadas sin receta en farmacias de medio mundo. De hecho, como recoge Escohotado, varios estudios hechos con presos norteamericanos, entre 1945 y 1948, mostraban que los mismo sujetos "sometidos a dosis de morfina y heroína eran sensatos, prudentes, hábiles y escasamente sexuados, mientras bajo el efecto de un barbitúrico se convertían en individuos obstinados y agresivos, capaces de masturbarse en público, que repetían hipócritas disculpas para explicar sus andares tambaleantes y sus farfulleos al hablar".