Tania y René: dos pasados opuestos, un destino común
- Antes de ingresar en prisión, la vida de Tania y René no tenía nada que ver
- René, estudiaba Derecho en México.
- Tania, abandonada por su familia desde niña, comenzó a consumir drogas con 11 años
- Ambos están en prisión por tráfico de drogas
Esta semana, hemos podido conocer más de cerca el pasado de René y Tania. Aunque ambos cumplen condena por tráfico de drogas, su vida antes de ingresar en prisión era totalmente opuesta: mientras que René estaba inmerso en sus estudios de Derecho, Tania ha vagabundeado desde los 11 años, edad en la que la abandonó su padre y ella probó por primera vez las drogas.
René, una carrera prometedora truncada por la ambición
René tiene muy claro que no es ningún delincuente, si no un chico al que la ambición por el dinero le llevó a introducir droga en España y que ahora está pagando por lo que hizo. Antes de acabar en Mansilla de las Mulas, René vivía en Cancún con su familia, y compaginaba sus estudios de Derecho con su trabajo como camarero en un restaurante.
Él mismo se ofreció a un compañero para traer droga a España. "Siempre te lo pintan de color de rosa, de que no pasa nada", pero nada mas llegar al aeropuerto tuvo que quitarse las zapatillas, en cuyo interior llevaba escondido un kilo de cocaína. A las pocas horas ya estaba en prisión, y durante un año le ocultó la verdad a su madre.
A pesar de que aún le quedan varios años de condena por cumplir, René se toma su estancia en la cárcel como una experiencia positiva, ya que en Mansilla de Las Mulas ha conocido a su actual pareja, un chico con el que espera casarse el día que recupere su libertad.
Tania, adicta a las drogas desde los once años
Sin duda, el caso de Tania es uno de los más trágicos que hemos escuchado hasta el momento. Ella misma no tiene reparos en afirmar que está sola desde que nació, que lo que más le gustaría en el mundo es ver a su madre -que murió cuando ella tenía 6 años- y que en ocasiones piensa que el mayor error de su vida ha sido nacer. Y el culpable de su desdicha no es otro que su padre.
"Yo por mi padre nunca he sentido cariño. Me abandonó y me dejó con mi abuela. Cuando vivía con ella, yo vagabundeaba, dormía en los portales. Después, cuando tenía 13 años, me enteré que lo habían matado en la cárcel. Fui al cementerio para ver si era verdad que estaba muerto, le escupí -en la tumba- y me piré", recuerda Tania, quien probó las drogas por primera vez a los once años, un infierno del que aún hoy no se atreve a afirmar que ha salido.
Ahora cumple condena por tráfico de drogas y por haber estado fugada durante tres años. A pocos meses de abandonar la prisión, Tania no quiere imaginar como será su nueva vida. Está estudiando peluquería para poder encontar trabajo cuando salga, pero tampoco descarta volver a la delincuencia y al inframundo de las drogas. De hecho, sólo ser madre podría hacer de ella una mujer distinta.
"Si fuera madre no me drogaria, porque no quiero que mi hijo pase por lo que yo he pasado", asegura Tania.