Informe Semanal, con intensidad
- Texto escrito con motivo del 30 aniversario del programa
Quien espere grandes frases, en este texto no las encontrará. Quien busque lecciones de periodismo, o de televisión, o de lo que sea, mucho menos. El que escribe esto por aquello de que fue responsable del "Informe Semanal" durante unos años no pretende decir nada trascendente porque en cualquier caso, nosotros estábamos ahí para hacer un trabajo en un programa que nos ha trascendido al cumplir más de 30 años.
Pero para aquellos que busquen las grandes ideas que vayan a una librería y que compren lo que encuentren de Ryszard Kapucinski o el Raval de Arcadi Espada, editados por Anagrama, que son autores que deberían mamar todos los periodistas.
Del "Informe" recuerdo la intensidad. En muchos empleos, hay que dedicarle diez o doce horas diarias. Los que pasan "el lunes al sol" le dedican dieciocho como poco.
Pero los excesos del informe eran otra cosa. Los viernes no los podías celebrar. Nada de cenas con los amigos, nada de salida nocturna porque el sábado había que montar a las 8 de la mañana. Desde esa hora hasta las once y media de la noche que salíamos de Prado del Rey o de Torrespaña. Agotados. Exhaustos. Con una incapacidad absoluta para hacer cualquier otra cosa que ir a casa, descansar, dormir. El domingo te recuperabas, vegetando como podías. El lunes, ¡uy el lunes!, otra vez el consejo de redacción.
Si no era así, no se podían poner las dietas en marcha para que las firmase alguien, para salir hacia algún lugar, para volver aperreados el viernes, para escribir, para montar...y vuelta a empezar. No siempre era así porque castas en el Informe siempre las ha habido.
Pero, ¿todos tus recuerdos son estos?. No. Es más, siento que a medida que cumplimos años y la memoria se hace más selectiva (del disco duro del piso de arriba no se pueden hacer copias ni volcados), uno siente perder detalles, historias y personas. Podemos convertirnos en injustos, como puede suceder ahora.
"Mi" Informe no era mío. Lo compartía con muchas personas: con Jesús Alvarez, al que le tengo más que afecto y era un buen productor de la Casa; con Eloy Parejo, que era esencialmente bueno, tanto como persona como profesional; con Mari Carmen Hernanz, tan defensora de la TV pública como de sus amigos: la objetividad no existe para ella, solo la pasión. El que mandaba de verdad y, en algunas ocasiones me sobrepasaba, era Jesús Ortiz, un "animal" televisivo como hay pocos en nuestro país. Su entrega era proporcional a sus obsesiones, cosa que estoy seguro hoy mismo no reconocerá.
De esa época guardo recuerdo y amistad con Antonio Gasset -¿te acuerdas del viaje a Oviedo para hacer un reportaje sobre las vocaciones sacerdotales?-, con Ana Cristina Navarro, que nos dio un Premio Ondas con la historia de la niña Omayra en Colombia que falleció poco después de la filmación, con María Antonia Iglesias, posiblemente la primera persona con la que me "confesé".
No quiero ser injusto y olvidarme de Cari Perals, una periodista de aquí te espero que si hubiese nacido unos años después se hubiera convertido en la "estrella" que no quiso ser. ¿Por qué no veis lo de la parricida de Ondarra?. Tampoco de un gran señor, José David Solar, cuya precisión era paradigmática. ¿Qué decir de Juanjo Mardones: un tío cojonudo? Y aquí, podríamos añadir a mucha gente con muchos calificativos: Rosa María Artal, Teresa Aranda, Paz Fernandez-Xesta, Javier Basilio, Curro Aguilera, Julio Alonso, Arturo Pérez-Reverte, Sol Alameda, María Victoria Martínez, Ana Asensio, Mª Teresa Justel...tantos que se me hace un nudo en la garganta al escribir sus nombres.
Esto se termina y a mí me gustaría recordar a tres personas: Josep María Llanas, al que la vida se llevó por delante antes que pudiera llegar a lo más alto de su magnífica carrera. A Makoki, que nunca pretendió nada en su carrera salvo lo de ser auténtico y eso si que nos lo demostró.
También a Pedro Erquicia del que aprendí todo lo que sé como reportero.