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Las astillas del bosque ruso

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En portada - Las astillas del bosque ruso

FICHA TÉCNICA

GUION: José Carlos Gallardo

REALIZACION: Miguel Ángel Viñas

IMAGEN: Joaquín Relaño

SONIDO: Gemma García

MONTAJE: Montse Luna y Fuencisla Ruiz

PRODUCCIÓN: Ana Pastor y Lourdes Calvo

Aquí, en Moscú, es lo normal: que un día cualquiera, especialmente de noche, te pare la policía de tráfico, que te pida los papeles, que los coja y se vaya al coche patrulla y, allí, espere algo...Que te bajes del coche, que preguntes si hay algún problema, que le pidas que te devuelva los papeles...

A veces se inventan las infracciones y te dicen -alegando la razón más insospechada- que te van a retirar el permiso de conducir seis meses, que tendrás que comparecer ante un tribunal, etc, etc.

Y llega la pregunta: ¿Hay alguna forma de que podamos arreglarlo entre nosotros?. En ocasiones, es el mismo agente el que te pregunta cuánto estás dispuesto a pagar. A mí me ha pasado.

Se pueden conformar con 1.000 ó 1.500 rublos (20 ó 30 euros), pero no siempre. El fin de semana pasado pasaron a un amigo. Siguieron la misma estrategia. Y le pidieron mucho, mucho dinero. Al final, se llevaron a casa el equivalente en rublos ¡a 400 euros!.

Ése es el sistema. Yo realmente pienso que, cuando pagamos, contribuimos a que esa corrupción, la más evidente, siga adelante, esparciéndose por la sociedad como una mancha de tinta.

Una cárcel para policías

El equipo de En Portada ha visitado una de las cinco prisiones que existen en Rusia exclusivamente reservadas para ex agentes de seguridad del Estado, para ex policías. Allí encontramos algunas respuestas a la situación que vive el país y, en concreto, los órganos policiales.

Dentro de los muros de una cárcel anclada en el pasado, tan fría como el invierno ruso, pudimos entrevistar a varios presos y uno de ellos nos dijo que si no hubiera ciudadanos que pagasen sobornos, no ocurriría lo que ocurre. Por el contrario, la opinión general es que si no hubiera policías que estuvieran dispuestos a aceptarlos, no pasaría lo que pasa.

Otro preso, uno de los protagonistas de nuestro reportaje, Alexei Butkin, apuntó hacia otro lado: las condiciones laborales de los policías son tan terribles que no queda otro remedio que entrar en el juego, "cuando uno se incorpora al trabajo, todavía no entiende dónde está y todos son honestos y decentes. Pero, después de cierto tiempo, te conviertes en uno más del sistema. Si no eres como el resto o te apartan o los mismos compañeros te ponen trampas".

Aún así, Alexei intentó buscar alguna justificación a todo ello: "Yo creo, simplemente, que la gente quiere sobrevivir. Otra cuestión es si el aumento del salario podrá cambiar la mentalidad de una persona o si ya está programada por nuestro sistema, el sistema de cobrar sobornos".

Muchos de los agentes de la Policía cobran, en el mejor de los casos, entre 200 y 300 euros al mes, sin mayor incentivo que los sobornos. Ya no es como antes, en la época soviética, cuando un policía podía recibir ayudas para optar a una vivienda o, incluso, a un trozo de tierra. No les justifica, por supuesto, pero nos permite entender en qué ambiente se desenvuelven.

Boris Shtang, vice Jefe de la Policía del Distrito Sur de Moscú, el más amplio de la capital rusa, ha confesado ante nuestras cámaras que el problema "no está en el nivel formativo. Quizás, es que hemos perdido el fondo ideológico. ¿Qué quiero decir? Que antes de la Perestroika teníamos al Partido Comunista. La ideología era muy estricta y estaba muy bien estructurada. Hoy, ha surgido una generación que no conoce ninguna ideología. Es la generación a la que -entre nosotros y nuestros colegas occidentales- le hemos metido en la cabeza un ideal: el dinero".

Uno de los principales problemas en Rusia es la corrupción

La redacción de The New Times ha tenido recientemente problemas por publicar lo que todo el mundo sabe: la abrumadora corrupción que se cuece dentro de los órganos de seguridad.

Centrándose en el "OMÓN", la fuerza especial de la Policía, la publicación sacó a la luz en febrero el relato en primera persona de diez agentes de ese organismo. Nos enteramos de la presión a la que les someten, de cómo pagar y detener a la oposición y a los gays y hasta a los jubilados que se manifiestan exigiendo derechos es una obligación porque -según sus superiores- están pagados por los servicios secretos extranjeros para desestabilizar Rusia. Aseguran que sólo les compensan sus bajos salarios si -contribuyendo a elevar las estadísticas- apresan, al menos, a tres personas al día. Y les obligan a escoltar mercancías de contrabando, a escoltar a empresarios, a criminales y a prostitutas por un precio que sólo saben quienes mandan.

Ha habido toda una avalancha de escándalos internos y el presidente ruso, Dimitri Medvedev, ha tenido que anunciar medidas radicales para acabar con las malas costumbres del ministerio del Interior, que es un mastodonte de dos millones de empleados.

Desde luego que el Estado tiene su responsabilidad. ¿O también lo justificamos porque el pobre arrastra una herencia de la que no se puede librar?

La Ley no se cumple y, quizás, es otra de las razones por las que nadie tiene miedo a romper las reglas. Es más, la legislación se adapta a los caprichos del poder. Lo hemos visto en Jimki, cerca de Moscú. Allí, hay un bosque al que hemos convertido en protagonista de nuestro reportaje. Y ese bosque, ese pulmón, está a punto de ser estirpado.

Las astillas del bosque ruso

Probablemente más pronto que tarde, una autopista de peaje de diez carriles lo partirá en dos. Era terreno natural protegido, pero en noviembre del año pasado, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, aprobó una norma por la que justamente esa zona verde pasaba a ser gestionada por el ministerio de Transportes. Y así es como se ha dejado vía libre a la construcción de dicha autopista. Así es cómo van a empezar a explotar comercialmente un territorio que enlaza Moscú con el aeropuerto internacional de Sheremetovo.

Lo malo es que todo apunta a que el propio ministro de Transportes tiene intereses personales: es responsable de una de las empresas comerciales de dicho aeropuerto.

Lo peor es que ha habido toda una serie de periodistas de Jimki que han venido denunciando, en los últimos tres años, las irregularidades en torno a dicho proyecto. Y muchos han acabado apaleados. Algunos, con serias heridas. El periodista Mijail Beketov permanece postrado en la cama de un hospital militar, desahuciado por los médicos. Otros han muerto.

Tiene razón Elena Panfílova, directora de la oficina en Rusia de Transparencia Internacional: "Hay víctimas concretas de la corrupción. Pensar que es algo que sólo concierne a los banqueros o a personas importantes, que es algo que no nos toca, no es verdad. Es mentira. Es eludir nuestra responsabilidad. La corrupción mata".