Uganda, las secuelas de la guerra
Estamos en el norte, en Gulu, siguiendo los pasos de los misioneros combonianos, quienes cumplen ahora un siglo de presencia entre los ugandeses.
El derrocamiento en 1986 del presidente Okelo, de etnia acholi, por Yoweri Museveni, aún en el poder, está en el origen de un conflicto que se agravó con la creación del LRA, el Ejército del Resistencia del Señor. Este grupo sembró el terror durante 20 años en el noroeste de Uganda y las extremas posiciones políticas de Gobierno y rebeldes llevaron, como siempre, a que las víctimas fuese la población civil.
Mediada la guerra, miles de personas se vieron obligadas por el Gobierno a vivir en pésimas condiciones en varios campos de desplazados que se crearon en la región Acholi.
El conflicto entre los rebeldes y el Gobierno ugandés dejó al menos 100.000 muertos y causó el desplazamiento de más de dos millones de personas. Otra de los terribles efectos secundarios fue que alrededor de los 40.000 niños fueron secuestrados por la guerrilla, obligados a presenciar asesinatos, a matar y a realizar las mayores atrocidades, frecuentemente contra sus propios familiares en sus aldeas de origen.
El alto el fuego llegó en 2006 y el acuerdo de paz se tenía que haber firmado en 2008 pero Joseph Kóny, el líder rebelde perseguido por la Corte Penal Internacional, no se presentó. El movimiento rebelde se dispersó y en estos últimos años está haciendo estragos en las vecinas República Democrática del Congo, Sudán y República Centroafricana. Mientras, los ugandeses de esta zona del país intentan reconstruir sus vidas.