El final de "Amar" según María Valcárcel
Volver a empezar...
Cuando la tenue luz roce el alféizar de la ventana, no será ya el día el que despierte los párpados sedentes de la noche. Un sentimiento inquieto, aleatorio recorre el pecho y la garganta, y engarza la melancolía con el hueco grabado del alma. Teresa deja el pasado atrás como se olvidan los fantasmas en los bolsillos para sobrellevarlos sorbo a sorbo, en una tregua con licencias y con esperanzas vagas. ¿Qué espera al otro lado de la vía, de los caminos entrecruzados y las estaciones de paso, de los sueños rotos y las vidas retomadas? Ana a su lado parece sonreírle, en realidad le abraza con una mirada intensa, sencilla y clara a la par, como los ojos del niño que le toma la mano y en la paradoja del destino, hizo brotar una rosa en un cáliz de espinas. La maleta que aguarda a su lado no es carga, que todo el peso del mundo lo han repartido, se ha ido menguando en el cariño que reúne sus vidas. Les espera la Ciudad de la Luz, cuánta esperanza esperan...
Héctor, en cualquier bar de la capital, mece una copa y un cigarro y se embebe en el trasluz de sus formas y se cierne en el recuerdo de un tiempo que se contradice, que no sucedió. Se convence de que todo cambia y se transforma, pero se niega al olvido¿ no alcanza, tardío. Bonilla le espera en el despacho, bajo esa fama que han curtido sin placa, pero con honestidad e instintos detectivescos. Él se abraza a esa última ronda, por el amor conmovido y la congoja de la pérdida, tal vez segundas partes no resultaron tan odiosas, aunque duela, todo duela y se curtan las cicatrices y siempre quede el círculo de la amistad sobre el damero. Bonilla encontró el abrazo anhelado en Clementina como Don Leonardo rindió sus versos, su enamorada pleitesía a Mariana, ya sin pseudónimos ni máscaras, a corazón abierto.
De falsos carnavales hablan los textos de Cristina, que ha visto la tragedia concebida y se ha desairado sin escenario, en su casa y en su lecho. Abel se fue con el silencio, huyendo del delirio. Ahora, los escritores afrontan juntos la providencia y las sendas del mañana. El que Ángel también ansía recomponer junto a Sole, que regresó a Madrid a retomar su vida junto a sus hijos, con el recuerdo amable de Juanito en el alma. ¿Qué más se puede pedir? Rosa crece como actriz junto a su tía Estela y lo afronta con madurez, mientras Mauricio vive felizmente casado con su verdadero amor, Lucía y su madre Lourdes sonríe ante el advenimiento de un nieto.
La vida del hombre es volver, siempre volver, como anuncia la cantinela del tango. Entre la luz y la sombra, siempre, volver a comenzar.