Documentos TV. Los niños de Arrupe
- Las minas antipersona dejaron miles de niños mutilados en Camboya
- El jesuita Kike Figaredo lleva más de 25 años devolviéndoles la dignidad
- Documentos TV viaja hasta Arrupe, una de las casas de acogida que fundó
DOCUMENTOS TV se emite los sábados a las 22:25 en La 2
Productora: LA TRAPECISTA (España)
Duración: 52'
Diez millones de minas antipersona y bombas de racimo fueron sembradas en Camboya durante los treinta años que duró la guerra. Tan solo el genocidio de 1975 a 1979 produjo dos millones de muertes. Hoy, diez años después de que llegara la paz, las minas son todavía una cruel herencia, que no deja de provocar dolor. La mayoría de las víctimas son niños que juegan con sus amigos en el campo y tienen la desgracia de dar un paso en el lugar equivocado. Pierden sus piernas, sus brazos y su dignidad. Se avergüenzan de sus mutilaciones, porque para sus familias se han convertido en un estorbo.
El jesuita Kike Figaredo llegó un día de hacen algo más de veinticinco años a Camboya. Convivió con estas situaciones límites y fue testigo del abandono de los niños mutilados. A pesar de todo, había algo en ellos que le atrapó: la discapacidad estaba en sus cuerpos, no en sus corazones.
Fundó dos casas de acogida, una de ellas, Arrupe, se encuentra en Battambang, donde comenzó suministrando sillas de ruedas, piernas y brazos ortopédicos a estos pequeños, lo que les devolvió además del movimiento, la dignidad. Se le conoce como el "obispo de las sillas de ruedas" aunque muchos opinan, que deberían llamarle "el obispo de la esperanza", porque es lo que reparte entre tanta pobreza y dolor.
De esto saben mucho, Rattanak, Sot y Chaneng, que viven en Arrupe desde que sus extremidades saltaron por los aires. Como ellos, cientos de jóvenes han vuelto a aprender a caminar allí, al abrigo del cariño y de la entrega del Padre Kike.
"Los niños de Arrupe" cuenta la transformación de unos pequeños que han logrado sentirse personas de nuevo, después de que las minas les destrozaran sus expectativas. Refleja cómo el servicio de este jesuita ha supuesto la esperanza de estos niños, para afrontar un futuro digno. Y por encima de todo, muestra la alegría y el agradecimiento de vivir cada minuto.