'En familia' viaja por la España interior para retratar como es vivir "Tierra adentro"
- Del estrés de las grandes ciudades a la paz del campo
- ¿Es tan envidiable como parece la vida rural?
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Del estrés de las grandes ciudades a la paz del campo. Del ruido de los atascos al trino de los pajaros. ¿Es tan envidiable como parece la vida rural? Granjeros, monjas, ganaderos o emprendedores nos acercan a la España interior para mostrarnos cómo viven en familia, tierra adentro.
Cantineros en Cantabria
David y Cristina son un matrimonio de madrileños que dejaron la capital en busca de una nueva vida. Después de un año sabático por el norte de España descubrieron Abiada, un pequeño municipio de Cantabria de 80 habitantes. Allí se quedaron con una antigua cantina de más de 70 años y allí nació su hija. En el pueblo solo hay 10 niños, no hay colegio y a diario un autobús les recoge para llevarles a otro pueblo.
Convento de clausura
En el convento de Las Clarisas de Medina de Rioseco conviven 11 monjas de 4 nacionalidades como una gran familia. Aseguran que están muy organizadas y se reparten las tareas de manera equitativa. Funcionan como una familia numerosa y las hermanas mayores dan consejos a las más jóvenes. Su lema es Ora et Labora (Reza y trabaja).
Turismo rural en Aragón
Eva y su marido tienen dos casas de turismo rural en Carenas, un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza. Eva es de Barcelona y lo dejó todo para irse a vivir a este pueblo y montar sus negocios de turismo rural. La pareja tiene dos hijos de 4 y 6 años que son los únicos niños del pueblo.
Granjeros de Huelva
Armando y Lola viven con sus hijos Natalia y Armando en pleno parque natural de la Sierra de Aracena. Tienen una granja 100% ecológica. Viven principalmente de los cerdos de pata negra que crían para elaborar jamones. También tienen cabras, gallinas o conejos para consumo propio.
Ganaderos en Soria
Raúl Ramírez, de 50 años, lleva toda la vida dedicándose al duro oficio de cuidar ganado en Rollamienta, Soria. A Raúl le viene de familia porque sus abuelos ya se dedicaban a lo mismo y su padre, Marcos, de 84 años, aún supervisa el trabajo en la granja familiar. Dos generaciones que son el pasado y el presente de una forma de vida que desaparece.