Chelo Muñoz, la niña que soñó con ser artista
- Chelo nunca perdió la sonrisa, ni siquiera en los momentos más duros
- Al final de su vida consiguió ser feliz junto a Gerardo
Chelo iluminaba cada día la Plaza de los Frutos con su sonrisa. Era dulce, inocente y alegre, capaz de contagiar su fuerza y optimismo a todos los que la rodeaban.
Consuelo Muñoz era la tercera hija de una familia humilde y luchadora, dejó su vida en Valdemorillo en busca de un futuro mejor en la gran ciudad. Para Chelito este cambio suponía algo más que salir adelante. Ella soñaba con ser una gran bailarina y sabía que en Madrid podría alcanzar su meta.
Una estrella en el barrio
Los comienzos no fueron fáciles, pero su esfuerzo y deseos de triunfar en los escenarios la convirtieron en una de las promesas más jóvenes de la revista española.
Sin embargo, el mundo del espectáculo no era tan bonito como ella imaginó. Para llegar a ser alguien había que pagar un precio muy alto y Chelo cayó en ese lado oscuro. El fin justificó los medios.
Al subirse a un escenario Chelo olvidaba todo lo malo que había pasado para llegar a estar ahí. Su mayor apoyo para seguir adelante fue su hermana Asun y su abuelo Basilio, que siempre confiaron en su talento.
Chelo llegó a ser la estrella que tanto anhelaba y trajo al barrio la moda de las artistas, como la depilación de axilas, pintarse las uñas y lucir aun larga melena siempre impecable.
Sueños rotos
Sin embargo, también tenía hábitos poco saludables e ingería alcohol a cualquier hora del día. Su vida llevaba un rumbo poco recomendable, más aún cuando descubrió que estaba embarazada.
Supuso un duro golpe para sus padres y una vergüenza para la familia. Chelo creyó que no saldría adelante, pero su familia estuvo con ella en todo momento, ante todo seguía siendo la pequeña Chelito.
Dio a luz a una preciosa niña, a la que llamó Irene. Fue un gran cambio en la vida de la joven que pudo superar gracias a su fortaleza y el aliento de su familia.
Chelo no perdió su ilusión por vivir y seguía soñando, aunque más de una vez Felisa le recordó cuales eran sus obligaciones coma madre y que por encima de su felicidad estaba la de su hija.
Y cuando pensaba que estaba perdida, llegó él, Gerardo, el hombre que le devolvió la fe en el amor. Estaba enamorada por primera vez y sabía que era el hombre de su vida. Gerardo colmó su felicidad cuando le propuso matrimonio.
Su familia aceptó el enlace y comenzaba una nueva vida para Chelo y su hija. Se sentía afortunada, radiante, feliz. Y de repente, la estrella que iluminaba Amar dejó de brillar. Un trágico accidente apagó la luz de Chelo y de los Muñoz para siempre.