Stravinsky y Kylián: A ritmo y a destiempo
- La Compañía Nacional de Danza, con Jirí Kylián, el maestro de Nacho Duato
- Isabel Ordaz protagoniza Lúcido de Rafael Spregelburd, en el Centro Dramático
- Boys don´t cry, sobre el éxito y el poder, con un artista y un político triunfador
- Mi reino por un caballo se emite los viernes, a las 18.30 horas, en La 2 de TVE
El teatro, en La 2
Arantxa Vela dirige la revista especializada en danza y teatro de La 2 de TVE.
Mi reino por un caballo es un programa sobre actualidad de las artes escénicas que se emite en La 2 de TVE los viernes, a las 18.30 horas
Ya cuando estuve trabajando en La Mandrágora me di cuenta del privilegio que suponía ver los espectáculos de danza dos veces.
La primera era para localizar, seleccionar qué partes grabaríamos y cuáles no, dónde colocaríamos las cámaras (solíamos llevar dos)… y la segunda nos dedicábamos ya a grabar.
Era entonces cuando veía la realidad encuadrada en el monitor y, por algún misterio de mi psique, me era más fácil encontrarle el punto al espectáculo.
Cuando La Mandrágora acabó, ésa fue una de las cosas que lamenté. Ya no iba dos veces seguidas al teatro. Ahora, con el Reino, todo ha vuelto a su ser.
Vuelvo a localizar, grabar, visionar y montar y eso me permite regurgitar una y otra vez las representaciones hasta afianzarlas en mí. Siento que así mi cuerpo las comprende mejor.
Con la Compañía Nacional de Danza
Antes del verano estuve con la Compañía Nacional de Danza mientras acababan de aprenderse la coreografía que Jirí Kylián inventó para la Sinfonía de los Salmos de Igor Stravinski. Patrick Delcroix, coreógrafo y ex bailarín con Kylian, hacía las veces de repetidor.
El repetidor es el que, en ausencia del coreógrafo, le enseña a todos y cada uno de los componentes de una compañía los movimientos de un ballet. Sería imposible imaginar a Kylián enseñando una y otra vez sus trabajos a todos los que decidieran bailarlos a lo largo y ancho de este mundo.
“Jirí Kylián fue el maestro de Nacho Duato y que dirigió durante unos 30 años al Nederlands Dance Theatre “
Para situar rápidamente a quien no lo sepa, podría decirse de Jirí Kylián que fue el maestro de Nacho Duato y que dirigió durante unos 30 años al Nederlands Dance Theatre y que la convirtió en cuna de muchos de los más grandes coreógrafos de la actualidad.
Delcroix resultó ser un hombre simpático, muy simpático, que se encuentra muy cómodo delante de la cámara y que hizo muy fácil nuestro trabajo de espiar cómo acababa de matizar los últimos detalles. Unos últimos detalles que él decía tenían que ver con la "musicalidad".
Algo que yo interpreté como la relación que el coreógrafo creaba entre el ritmo de la música y el ritmo visual que marcan los movimientos del baile.
“La partituras de Stravinski son especialmente complicadas porque tienen una extraña estructura y Kylián las acompañada con movimientos que se repetían con retraso“
La partituras de Stravinski, nos contó, son especialmente complicadas en este sentido porque tienen una extraña estructura y Kylián, según íbamos descubriendo los que mirábamos, las había acompañado con movimientos que se repetían con un cierto decalaje, con retraso.
Tuve la sensación de que, si los bailarines sonaran, no irían al unísono con la melodía, sino que aportarían un ritmo aparte que enriquecería la partitura.
Eso me lleva a algo que me contó el coreógrafo británico Wayne Mcgregor en aquellos tiempos de La Mandrágora. Me dijo que muchos creen que el ballet es el arte de que mucha gente haga lo mismo al mismo tiempo.
A él no se lo parecía. De hecho, si tuviéramos que comparar sus movimientos con el sonido, diríamos que serían disonantes, los de MacGregor.
“La Sinfonía de los Salmos permite disfrutar de un trabajo inusual para una música inusual“
Por todo esto, ver La Sinfonía de los Salmos varías veces permite disfrutar de un trabajo inusual para una música inusual.
Y uno se puede ir separando de esa idea metida en nuestro inconsciente desde la más tierna infancia de que el ballet, como los desfiles militares, salen mejor cuando los danzantes más se parecen unos a otros y cuanto mejor subrayan la música con sus pasos, cuando redundan en ella.
Lo que quiero decir es que para disfrutar de lo que no nos es familiar en el arte, este trabajo nuestro es un absoluto privilegio porque al ver las obras una y otra vez, al repetir y repetir, se puede hacer propio lo que, en un principio, resulta ajeno.
Imagino que por eso en francés los ensayos se llaman repeticiones y los que enseñan las coreografías de otros, repetidores.
Al fin y al cabo quien sino ellos tiene por oficio hablar con facilidad el lenguaje de otro. Entenderlo y hacerlo entender.
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