La poderosa mirada de Medusa
- La mirada de Medusa es de las que petrifican
- Perseo utiliza la mirada como una poderosa arma
- Perseo consigue sus retos gracias a su astucia y a su inteligencia
Mitos y Leyendas
¿Dónde?
En La 2 de TVE
¿Cuándo?
Los domingos, a partir de la medianoche
Hay miradas que aman y miradas que odian. Hay miradas que alegran y miradas que matan.
“La mirada de Medusa es de las que petrifican“
La mirada de Medusa es de las que petrifican. Y Perseo, que atrapó la cabeza de Medusa sin mirarla -gracias a un espejo- sabe del poder de la mirada de Medusa y, desde que la consiguió, la utiliza como un arma.
Así, gracias a la pétrificadora mirada de Medusa, Perseo acaba con el monstruo Cefeo, que aterrorizaba a la bella Andrómeda y, al salvarla, consigue casarse con ella.
Siempre con la mirada de Medusa, Perseo petrifica al rey Polidectes para salvar a su madre Dánae. Perseo utiliza la mirada como una poderosa arma
“Perseo utiliza la mirada como una poderosa arma“
Perseo se ha convertido en un héroe gracias a sus hazañas. Más parecido a Ulises que a Hércules, Perseo consigue sus retos gracias a su astucia, a su inteligencia, y no a su fuerza.
“Perseo consigue sus retos gracias a su astucia, a su inteligencia, y no a su fuerza“
Según Heráclito, que interpretó en sus obras los grandes mitos griegos de la Antigüedad, Medusa pudo ser una cortesana tan bella que seducía a todo aquel que la miraba. En otras palabras, al verla se quedaban de piedra.
Perseo, en cambio, no se fijó en ella (solo vió su reflejo), y la bella cortesana se enamoró tan locamente del héroe que malgastó sus bienes y su juventud; desatendió el cuidado de su caballo y también lo perdió.
Este relato podría explicar cómo Perseo cortó la cabeza de la Medusa y cómo de ella salió un caballo alado, de nombre Pegaso.
“Medusa pudo ser una joven tan bella que seducía a todo aquel que la miraba“
Al igual que Medusa, las personas atractivas -bien por su belleza o por sus riquezas- no suelen perder la cabeza más que por aquellos que no se dejan seducir.
Al mirar a alquien especialmente atractivo, nos quedamos de piedra. La mayoría caemos. Pero hay algunos individuos que vencen esa poderosa mirada.
Éstos son los que despiertan su interés y entonces pierden la cabeza por no lograr petrificar nuestra mirada.