Más Isabel - ¿Cómo era la religiosidad de Isabel?
Teresa Cunillera, asesora histórica de la ficción, nos cuenta que, efectivamente, Isabel tenía un profundo y sincero sentimiento religioso. No era nada especial: "Era algo muy frecuente en aquella época. Había otra concepción del origen del universo y de cómo se gestionaba la vida. Dios estaba siempre presente".
Ángeles Irisarri, autora de la trilogía Isabel, la reina, nos cuenta algunos detalles de su día a día que nos dan una idea de hasta qué punto era una mujer de fe: "Cuando fue reina se le podía interrumpir en cualquier momento del día o de la noche, excepto cuando oía Misa, que era a diario, ya estuviere de viaje camino de algún lugar, ya estuviere en algún castillo. Además, como mucha gente de la época, llevaba siempre consigo un altarcillo portátil, al pie del cual rezaba y, como era también costumbre, un pañito con reliquias para que le hicieran favor, cosido en el jubón, debajo del traje y, en el brazo, un cilicio para hacer penitencia."
Así habla de Isabel en el período 1462-1465, el historiador Luis Suárez, uno de los mayores expertos en la reina castellana, en Isabel I, reina: “Aficionada a la lectura, tanto como a la conversación, comenzó a coleccionar los libros que llegarían a convertirse en importante biblioteca; no siempre era necesario comprarlos. Camino de la lana, aquel en que Segovia y Burgos se hallaban, apuntando al lejano destino de Flandes, permitía, al retorno, que viajasen los cuadros y miniados manuscritos que difundían por Europa la devotio moderna. Isabel llegaría a poseer no uno sino varios ejemplares de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis; leyó asiduamente en las obras de LAndulfo de Sajonia al que llamaban “Cartujano”. Sin los lazos, profundos y sutiles, de una religiosidad que, desde la infancia, empleaba muchas horas en la oración, resulta absolutamente imposible conocer qué fueron la vida y la obra de Isabel. Aciertos y errores se encuentran en el mismo origen”.