Helena Pimenta y su alma arrebatada
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No recuerdo la frase exacta, porque tomo notas muy deprisa durante la entrevista y el visionado, pero fue algo así como "renunciar siempre me ha premiado" y añadió, "siempre he sabido que hay que volver a empezar".
Al finalizar mis estudios en el Instituto de Radio y Televisión teníamos que rodar un cortometraje. Yo cogí una obra de Valle Inclán que se titula Ligazón y fui a la escuela de arte dramático a proponerle a los estudiantes si querían participar de nuestra práctica de final de curso. Fue así como me tropecé con José Tomé, el que, años más tarde, formaría Ur Teatro junto con Helena Pimenta, y además se convertiría en su pareja.
Poco después del aquel extraño corto que rodé, supe que José se había ido a vivir a Rentería. Cuando escuché a Helena Pimenta hablar del momento en que tuvo que escoger entre un trabajo más o menos seguro en la enseñanza, o lanzarse a formar compañía teatral; me di cuenta de que ese punto de inflexión de su vida correspondía a ese instante en el que aquel actor que conocí por casualidad, había decidido quedarse a vivir en el norte para trabajar en una compañía que se llamaba Ur. Fue curioso. Era como darse cuenta de que yo había sabido de esta historia desde el otro lado del espejo.
Entonces me era imposible intuir quienes eran estas personas. No podía imaginar la importancia que iba a tener su trabajo. Muchas de las frases que salieron de la boca de Helena Pimenta, hablando con Cayetana de esto o aquello, delatan la profunda conexión que hay entre los textos que pone en escena y la persona que ella es.
Palabras de hace 300 años
"El verso te coloca en un nivel elevado", explicaba a nuestra presentadora cuando le preguntó qué aporta a una obra algo tan chocante a los oídos actuales como la rima. Habló del ritmo y de cómo afectaba al actor y al espectador, llevándoles a un mundo aparte (aquel del arte), y facilitándoles una experiencia intelectual y emocional. Decía del verso que se refiere a un "arrebato del alma" y que durante los ensayos sabía por donde tenían que ir, cuando estas palabras escritas hace tres siglos empezaban a tocar aspectos de ella.
Le propusimos el juego de hablar con Shakespeare, Calderón y Lope. Volcamos unas fotos en nuestra tablet para que los mirara mientras charlaba con ellos y se emocionó. Se emocionó de gratitud a estos hombres que dejaron unas palabras escritas para ser vividos por otros... por su compañía, por ejemplo. "Nosotros estamos intentando ese gesto cada día", añadió.
Se nos olvida que es sorprendente sentir a través de lo que sintieron personas que han estado aquí, en circunstancias más o menos parecidas, o más o menos dispares, hace cientos de años. Se nos olvida que sobrecoge y lo banalizamos. Por eso está bien que personas como Helena Pimenta nos recuerden que poder encontrarnos en lo que otros expresan es una fiesta, es algo a celebrar.