Miguel Narros, un constructor del teatro
- Fallecido a los 84 años, su capilla ardiente se instalará en el Teatro Español
- Llevaba varios días hospitalizado por una afección pulmonar
- Era uno de los grandes nombres del teatro español contemporáneo
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Cuando entras en internet para conocer un poco mejor a este hombre que se ha ido, aparecen todo tipo de datos sobre si recibió en dos ocasiones el Premio Nacional de Teatro, si dirigió en dos ocasiones el Teatro Español de Madrid, si puso escena innumerables obras de teatro... innumerables. Miguel Narros ha muerto a los 84 años, días después de estrenar en el festival Clásicos en Alcalá su último trabajo, “La dama duende” de Calderón de la Barca.
Algo pasa con el teatro para que a los actores y a los directores les cueste jubilarse. Fascina la vitalidad de estos trabajadores de la ficción, la capacidad de arriesgarse, de reinventarse, el empeño para mantenerse activos. A Narros le fastidiaba que le llamaran maestro precisamente porque no quería verse lejos de la intuición y el atrevimiento juvenil.
El teatro, como la vida misma
Decía que el teatro es un ser vivo, lo concebía como algo cambiante, un espacio de libertad en el que cabían distintas formas de pensar, distintas formas de ver y lo sentía como un reflejo de la vida. "Se utilizan las palabras que utilizamos todos los días", aclaraba.
Yo imagino la cabeza de un director de escena como la de un constructor que va descubriendo cómo hacer el edificio según les llegan los materiales. Porque cuando se empieza, no se sabe del todo con qué se cuenta. Se puede planear la forma de construir pero no la forma de lo que se construye. Por eso se parece tanto a la vida, por eso es "un ser vivo", como decía Narros. Está hecho de materia humana, palabras de hombres en cuerpos de hombres. Actores y actrices.
“No puedo idear una puesta en escena y luego meter dentro lo que los actores piensan o dicen”. No imponerse al material, a la naturaleza, a lo que ocurre, sólo “poner orden” a lo que se te ofrece; una lección de vida que sobrepasa el trabajo teatral. Si fuésemos así con todo, si en vez de esperar algo en concreto, de precisar nuestras esperanzas, estuviéramos atentos y agradecidos a lo que viene, igual llegaríamos, como Narros, a los 84 años con un trabajo recién hecho bajo el brazo.