Canarias. Mi diario de sensaciones
- 'Con mis ojos' es un programa de viajes que quiere acercarnos diversos lugares de España través del tacto, el oído, el olfato y el gusto
- ¿Cómo viajan las personas ciegas? Pues como cualquier otra persona, pero atendiendo mucho más a todos sus sentidos, prestando atención a los olores, sabores, al tacto, a los sonidos
- Pili nos cuenta en cada episodio aquellas sensaciones o ideas interesantes de las experiencias que ha tenido en cada capítulo
Momento 1: El taller de Santi Castro
Pensé que al llegar al taller de Santi Castro habría más ruido, más jaleo, más alboroto. Pero, no fue así. Sí, estaban con nervios. Más que nervios había cansancio. Todo lo que podían hacer estar estaba hecho. Estaban con los últimos retoques. Santi, muy amablemente, me enseñó los trajes que había diseñado para este año. Fui tocando los detalles, minuciosos. Casi que si no los tocas, ni te das cuenta de cuántos materiales ha utilizado, cuántas texturas diferentes. Así haciendo arte, el arte de crear y hacer que el traje brille con luz propia. Me gustó saber que uno de los trajes estaba hecho con plástico de botellas de agua. Habían utilizado un montón de botellas, habían reciclado materiales, para su traje. Al igual que hacen en el barrio de Gracia para decorar las calles,e n este caso, era para decorar la figura de la reina del carnaval. Pensé que esas botellas, esos plásticos, cortarían, lo toqué con algo de miedo, hasta que me atreví y lo toqué con más seguridad, no cortaba, no hacía daño, estaba cortado a trocitos mínimos, que, como mucho, hacía cosquillas.
Cada traje tendría un música que le acompañaría. Por ejemplo, había uno, el de las botellas, donde el tema era el fondo marino. Por tanto, había elegido un música tipo chillo ut, donde las olas del mar fueran las protagonistas.
En el mismo taller, conocí a una de las candidatas. Una chica joven, llena de ilusión. Estaba muy contenta de participar, y sobre todo de poder llevar uno de los trajes de Santi. Rocío, no le importaba el peso que llevaría encima, sabía que era mucho y se había estado preparando en el gimnasio. Además, contaba con el apoyo de una antigua candidata, quien le daba consejos para que pasase lo que pasase, lo disfrutase. Ésta decía que una vez en el escenario, la fuerza y las ganas de salir al escenario, te ayudan para poder moverte con el traje. Por supuesto, las ganas son importante, pero el hecho de que haya unas ruedas facilitan mucho más el movimiento.
Momento 2: Loro Parque
Loro parque es el zoo más conocido de Tenerife. Patricia, la chica de comunicación del parque, fue mi guía. Me iba contando la historia del parque y cosas muy interesantes. Me llevó hasta una piscina, lugar donde están los leones marinos. Yo pensaba que estos animales sería otra forma de llamar a las focas. Pero, muy pronto me contaron las diferencias. Patricia me dejó en buenas manos, con uno de los entrenadores. Éste me contó que son muy dóciles, que aprenden enseguida y que son muy agradecidos. Enseguida me quisó presentar a uno de ellos. Cheiko se acercó a mí, en cuanto el entrenador le dio la orden. Me sorprendió mucho la rapidez, a pesar de su peso, y que saliera de la piscina, para acercarse a mí, que no me conocía de nada. Yo ví como una mancha negra y grande se acercaba a mí. No me daba miedo, aunque no hubiera tratado con ninguna especie similar, pero estaba al lado del entrenador. Y ya me había asegurado de preguntarle si mordía o me haría algo. La cual cosa, hizo que perdiera miedo, y no parase de tocarlo. Una oportunidad cómo esta no se tiene todos los días. Era muy grande, casi me costaba rodearlo. Tenía un tacto resbaladizo, mojado y con pelo. Sí, tenía pelo, cortito, casi imperceptible, mojado, pero tenía pelo. Tenía aletas, una de las diferencias con las focas. Y tenía orejas. En cuanto le toqué las orejas, me pegó el primer susto, Dio un grito muy fuerte y se fue.
Pero, mi interacción con los leones marinos no termina aquí. El entrenador me invitó a quedarme, para ver el espectáculo que organizaban. Y así lo hice. Fue genial. Además, tenía a Patricia al lado, quien me iba describiendo todo lo que hacían. Ya que si no me hubiera perdido un poco. Sobre todo, no entendía porque aplaudían, y era porque un león marino con las aletas lo marcaba. No hubiera entendido tampoco algunas risas, pero Patricia me contaba lo que hacían y se entendía mucho más. De repente, el entrenador que había estado conmigo, vino y me sacó, en medio de todo el público, para que Cheiko me volviera a dar un beso. Se fue dando uno de sus gritos, y empapándome a mí y a todos los que estaban cerca. Fue muy gracioso.
La visita por el parque continuo, visitando la zona de los pájaros: catania- que recibe ese nombre, por ser una palabra aborigen de Australia, y como casi todas las aves son de ahí, pues le pega-. Me gustó que todas las aves estuvieran sueltas, y casi te rozasen al volar. Cogí una cacatúa, pero no era muy grande. No me sorprendí, ni alteré, ni sentí nada del otro mundo. Porque tengo una, mucho más pequeña, la cual tenemos suelta en casa.
Momento 3: Brinco o salto del pastor
Desconocía lo que era este deporte. Sé que es una tradición canaria que utilizaban los canarios, para pasar por terrenos abruptos. Pero, ¿cómo lo hacían? Enseguida me lo explicaron. Lo primero fue explicarme la herramienta que utilizaban, un palo muy largo, más de 2 metros, que tenía una forma parecida a los palos de billar. Más ancho por un extremo hasta hacerse más estrecho. La punta era de metal y algo afilada, para que se pudiera clavar bien en el terreno. De todas maneras, aunque me lo contasen, aunque tocara el palo, no veía muy bien la utilidad. Me dejó probarlo, desde un bordillo. Me subí y con el palo apoyado en el suelo tenía que deslizarme. Me daba un poco de inseguridad, porque aunque tenía que tirarme cómo hacen los bomberos. El palo solamente estaba sujeto por mí. Si no lo mantenía recto, y yo no estaba segura, la caída, aunque no estaba nada alta, estaba asegurada. Lo probé en diversas ocasiones, porque quería hacerlo bien. No me daba la sensación de estar muy alta, ni noté mucho, porque al caer ya estaba en el suelo. Además, sabía la distancia que había, porque me había subido yo, levantado una perna en el bordillo, por tanto, tampoco fue tanta la sorpresa. Me deslizaba, pero me daba cosa inclinar el palo, y caer torcida, era dejarte caer, sirviendo el palo de apoyo.
La demostración que hicieron los componentes del grupo, que quieren conservar esta tradición, a pesar de no verlos, era maravilloso el ruido. Creo que bajaron una montaña entera con este estilo tan peculiar, y cada vez que clavaban el palo en la tierra, o rocas, era como si clavasen estacas. Se notaba, se escuchaba mucho, como lo clavaban. Bajaron como si nada. Tienen que estar muy seguros para hacer esto, porque un mal movimiento, una duda, puede hacer que se caigan.
Momento 4: Masaje de rosas
En el hotel donde estábamos alojados, en el SPA, me habían preparado un masaje. Una mujer francesa me daría el masaje. Alrededor de la camilla había pétalos de rosas, la verdad, es que nada más entrar se respiraba un olor a rosas muy fuerte, muy agradable. Primero de todo, me puso una piedra fría en el corazón, para que me protegiera. Y después empezó a untarme con aceites,, me sentía un poco pringosa. Pero, lo que más me gustó fue el masaje, que relajaba mucho. El masaje, sumado a los olores y la música relajante, casi me duerme. Cuando llegó a los pies, me contaba que con la reflexología puede llegar a según que órganos del cuerpo, solamente tocando los pies. Yo solamente notaba que me tocaba los pies, apretando en según que puntos. Muy relajante. Después, necesité tomar algún que otro café, para despertar de mi relajación.
Momento 5: Lucha canaria
Manuel Ángel, el entrenador de Brisas del Teide, me recibió en su centro, para introducirme en el mundo de la lucha canaria. Lo primero que me dijo es que me tenía que cambiar de ropa. Me dio la ropa que me tenía que poner. La ropa era rígida, muy parecida a los polos que utilizan en el rugby. Me contó que era, porque si no se podía romper. Pisamos el terreno que utilizan para luchar, íbamos descalzos. Por tanto, tan solo pisar ese terreno, noté frío. Era arena finita, fría, húmeda. Me dijo que el terreno formaba un círculo, y la mejor manera de hacerme a la idea, es rodeándolo, para saber lo grande que era, porque tampoco era tan grande como una plaza de toros, era más pequeño. Me dijo que dentro, había marcas, para marcar lo que era fuera del terreno, como si fuera un campo de fútbol, donde marcan el fuera.
Me empezó a mostrar como empiezan, como se presentan y sobre todo me dejó bien claro que es un deporte muy noble. Y sí, antes de empezar se dan la mano y se desean suerte. Símbolo de nobleza. Me mostró algunas técnicas. Pero él enseguida me tiraba al suelo, creo que casi sin hacer fuerza, simplemente enroscando su pierna con la mía, y haciéndome una llave.
Lo que más me gustó de este deporte es saber que no es tan violento como parece, al contrario es muy noble. Se ayudan cuando uno se cae, se desean suerte al principio. Y es una cuestión de estrategia, de llaves y demás, más que de fuerza, aunque, por supuesto, la fuerza ayuda. Pero, ni la fuerza ni la vista es importante en este deporte. Además, ya les recomendé que si pueden cuando luchen cierren los ojos, porque así lo sentirán más, y además evitarán que se les meta arena en los ojos.
Momento 6: Gala de elección Reina del Carnaval
En el Backstage, a pesar de estar a punto de pisar escenario, no se respiraba mucho ambiente de nervios, estarían por dentro de cada participante. Estaban todas las carrozas expuestas, muchos medios de comunicación y alguna que otra participante descansando antes de subirse a su traje. Este año, por motivos de seguridad y comodidad, habían puesto puertas para que el acceso de salida de cada participante fuese más fácil. Una chica de comunicación, muy amablemente, me llevó por en medio de las carrozas, describiéndomelas y diciéndome qué le parecía qué era, a parte de cuál era la que más le gustaba a ella. En nuestro paseo por el backstage, vino un chico eufórico a saludarme, era Santi Castro, que estaba de los nervios. Me hizo gracia saber que se acordaba de mí y sobre todo que viniera a saludarme. Me hizo ilusión.
Los cambios de música no me gustaban, porque se escuchaba demasiado alto, retumbaba, y eran cambios de ritmo muy bruscos. Pero, me alegré saber que las chicas que salían, a pesar del peso que llevaban en su cuerpo, podían con eso y mucho más, bailaban al ritmo de la música sin pararse y dando vueltas, para lucir a todo el público su traje. Estaban muy contentas.
Momento 7: Viaje en ferry a la Gomera
Viajamos en barco hasta la Gomera. Por suerte el mar no está muy revuelto, y no se mueve mucho. Sobre todo, si estás parado, sentado en un sitio, puedes disfrutar de la brisa. Pero, si ya te tienes que mover, caminar, dentro del barco, es más complicado, parece que vayas dando tumbos. Había subido en un ferry, pero era mucho más pequeño, éste era como un barco grande, con varias plantas. Me gustaba estar apoyada en una barandilla, sentir el balanceo de las olas, y respirar la brisa. En según que momentos, más que olor a mar, era olor a gas oil. Pero, en definitiva, fue un viaje placentero.
Momento 8: Parque natural Garajonay
Un bosque, donde la luz del Sol casi no se nota, está tapado por árboles altísimos. Está todo escondido, bajo arbustos, hojas y copas de árboles. La temperatura baja radicalmente. Porque yo sabía que estaba en La Gomera, que si no es como si hubiera estado en un bosque alemán, de esos de los hermanos Grimm. Había mucha humedad, no solamente se respiraba esa humedad, si no que al pisar suelo se notaba. No era un terreno sólido, era, más bien, barro, sumado con plantas, piedras y sobre todo, síntoma de la humedad, musgo. Incluso, aprendí que hay diversos tipo de musgo: uno más suave, tipo terciopelo, otro tipo pelo, y otro que al tocarlo se destrozaba. Los troncos de los árboles estaban forrados de musgo, así que el color debía ser todo verde. Yo no distinguía los colores, veía una espesura, pero sin distinguir si eran árboles, arbustos o plantas. Seguía el camino que el organizador me había preparado, y de todas manera, yo no le soltaba. Kenzie no es de montaña, y con tantos olores se despista y lo que quiere es comer hierbas, así que me cogí a mi guía y me dejé llevar por sus explicaciones. Caminar por ese bosque, era como estar refugiado en una cueva de vegetación. Los árboles altos no permitían pasar la luz. Estaba todo muy oscuro. Pero, hubo en un sitio, donde se veía más claridad, estaba todo más despejado, y ahí es donde el viento se notaba más, se escuchaba. No me gustaría estar paseando por ese bosque de ese noche, seguro que me pierdo y da bastante miedo. Lo bueno, es que durante nuestro paseo, el viento casi no se notaba, porque estábamos protegidos por los árboles. Pero, el frío sí que se hacía presente en cada paso, aunque también puede que fuera porque al pisar tanta humedad tenía los pies mojados. Un paseo por la selva canaria.
Momento 9: El silbo
Por la tarde quedamos con Eugenio, un ex profesor de literatura y profesor de silbo. He quedado con él y con una de sus alumnas, que ahora también es profesora de silbo en el cabildo de La Gomera. Me hace gracia quedar con ellos, porque a pesar del salto generacional se ha seguido manteniendo esta forma de comunicación. Además, quiero saber qué es y cómo lo utilizan. Se comunican silbando, con los dedos en la boca. Les digo que yo también sé silbar, pero no de la manera que ellos lo hacen. Para mí sorpresa, me dicen que la forma que tengo de silbar también sirve. Yo sabiendo silbar y nunca lo he utilizado para comunicarme. Creo que es una técnica algo complicada, sí es cómo si hablasen, porque utilizan la fonética a la hora de sacar el aire silbando. Pero, de todas maneras, al no ser que me hagan una demostración y me digan lo que van a decir, me resulta complicado entenderles. Sobre todo, cuando en una conversación a cuatro, todos se ponen a hablar silbando. Suerte que me lo van traduciendo, porque me podrían haber estado criticando y no enterarme. A lo sumo pude entender alguna palabra suelta, pero no mucho más.
Aparte de estar aprendiendo de este arete comunicativo, tuvimos que lidiar con el viento. Creo que está muy bien saber comunicarse de diferentes maneras, sobre todo si, a pesar de la tecnología, no llega la cobertura. Pero, creo, que en esa isla, donde el viento es tan presente, no facilita mucho a que el oído perciba con tanta facilidad lo que quieren decir. No obstante, me gusta que no se pierda la tradición, que lo sigan estudiando en las escuelas, para que no se pierda. Si no, solamente quedaría cómo una anécdota del pasado, y en cambio, al seguir estando como asignatura, se sigue pasando de generación en generación. Siendo patrimonio cultural.
Pero, como digo, a pesar de que me gustase y las ganas de aprender el silbo, el viento no facilitaba mucho el ejercicio auditivo.
Momento 10: Carnaval, comparsas, en puro estado
Vamos a conocer el carnaval en plena intensidad, colándonos por las comparsas y viviéndolo desde dentro. Quedo con Zenaido, un guía excepcional, que sabe del carnaval, de Canarias y de todo lo que se le plantee. Dejo a Kenzie en el hotel, porque no la quiero someter a mucho estrés. Sé que habrá mucha gente, con ganas de pasarlo bien, bailar, reír y seguir el ritmo de la música. Ella ni va a guiar bien, ni va a seguir el ritmo de la música, así que es mejor que se quede descansando en el hotel, aislada del jaleo.
Por suerte, Zenaido, hace de anfitrión de la fiesta de una manera fantástica. Me cuenta que el carnaval es más que una fiesta, es una manera de vivir. Muchos preparan estos días durante todo el año, dándolo todo para crear sus disfraces, coreografías y dan todo de sí, para disfrutarlo al máximo. Dada la situación actual, donde hay mucha gente en paro, ven estos días como una vía de escape, donde la ilusión reina por las calles.
Después de conversar plácidamente con Zenaido, éste me lleva a una nave, donde están ultimando los detalles, la comparsa: Los rumberos. Una de las comparsas más prestigiosas y conocidas de Tenerife.
Al entrar en el recinto se nota mucho ruido. Bastante gente, terminando sus trajes, ensayando bailes y tocando el tambor. Todo está a punto para salir a la calle. Pero, todos se muestran súper contentos de mi visita, y no dudan en enseñarme, los disfraces, diciéndome que la alegoría de ese año es la música. Me describen y enseñan cómo van a ir disfrazados.