Don Armando, un padre para Víctor y el gran apoyo de Lola
- El inspector quiere formar al chirlero para convertirle en el mejor policía
- Armando entrega a Lola una carpeta con información confidencial
La primera vez que Don Armando vio a Víctor Ros supo reconocer al instante que detrás de ese pequeño ratero, había un hombre con una inteligencia innata para la investigación policial, capaz de desenmascarar a cualquier asesino.
Armando siempre trató a Víctor como a un hijo
Saber leer aunque fuera pobre, liderar una banda de chicos mayores que él o llevar un ejemplar de La Odisea en el raído bolsillo de su pantalón, son los detalles que despiertan en Armando su olfato policíaco pero, esta vez, no para atrapar al delincuente, sino para formar al que puede llegar a ser el mejor policía.
El inspector le brinda la oportunidad de aparcar la vida que ha llevado hasta ahora, desvalijando a los señoritos en las calles de Madrid, únicamente, con un requisito: estudiar y, “para que salgas del hoyo del que nadie sale, extremeño”, le explica el que será su tutor.
Un padrino para Lola
Lola y Armando mantienen una amistad digna de padre e hija. Al principio, puede resultar paradójico pensar que, policía y prostituta, tengan ese tipo de relación, pero él no ha dejado de cuidarla desde que se conocieron y ella le brinda un cariño que no se podría comprar con dinero.
Ambos comparten secretos, confían a ciegas el uno en el otro, y se prestan ayuda cuando la ocasión lo requiere. Prueba de ello, es la carpeta que Armando le entrega a Lola minutos antes de su asesinato cuando va a verla al burdel. ¿Qué guarda dentro de ella? Y, ¿por qué es tan importante ocultarlo? Él ya no puede explicárselo pero una cosa sí le ha dejado claro en su visita: “Solo puedes confiar en Víctor Ros, el mejor policía que conozco”.