Hernán y Lucrecia: Cambio de tornas
- Lucrecia y Hernán tienen una de las relaciones más pasionales y complicadas de Águila Roja
- La marquesa siempre se ha sentido superior al Comisario y nunca ha querido comprometerse
- Ahora que sabe que Hernán puede reclamar el trono ha cambiado su actitud radicalmente
Muchos son los hombres que han frecuentado los aposentos de la marquesa de Santillana, incluyendo al rey de las Españas Felipe IV o al Cardenal Mendoza, pero ninguno lo ha hecho tanto como el Comisario. Ya lo dijo Catalina en la primera temporada cuando la pilló en la cama con él: "Virgen Santa, esta mujer es un no parar". Sin embargo, Lucrecia siempre le ha dejado claro a Hernán que no le pertenece, pues es una mujer libre.
Una aclaración que nunca ha dejado de dañar al Comisario, perdidamente enamorado de ella y padre de su hijo Nuño. Ni siquiera su matrimonio con la bella Irene consiguió hacerle olvidar la pasión desbocada que siente por la marquesa.
Los días y horas que han yacido juntos no han conseguido que Lucrecia se interese especialmente por la vida de su amante, una actitud que también ha hecho que el propio Hernán haya preferido cerrarse en banda y contar sus secretos con cuentagotas, como cuando le confesó a la marquesa que su madre había sido asesinada cuando él era pequeño.
Así, el Comisario, sabiendo que Lucrecia nunca sería su esposa, tampoco ha perdido la oportunidad de relacionarse con otras mujeres, ante una contradictoria actitud de la marquesa, situada entre el orgullo y los viscerales celos.
Sed de poder
Y es que Lucrecia siempre ha querido tenerle cerca, pero con un espacio suficiente para poder seguir disfrutando de su libertad, lo que ha dado lugar a momentos de gran crueldad e indiferencia hacia el Comisario, pues no tuvo ningún problema en pedirle que tuviera pronto una hija con Irene para poder casarla con Nuño y así ganar títulos eclesiásticos.
Pero, ¿habrían cambiado las cosas si Hernán hubiese pertenecido a la nobleza? Ha llegado el momento de comprobarlo, pues el Cardenal acaba de revelarle que es hijo legítimo del rey, fruto de su matrimonio con la noble francesa Laura de Montignac.
Todo el rencor acumulado debido a años de vejaciones por parte de los más poderosos -incluyendo a Lucrecia- ha hecho que el Comisario desee el trono con todas sus fuerzas y no haya tardado en hacer planes de un futuro noble.
Cambio de papeles
Como él preveía, en cuanto la marquesa se ha enterado de la verdad, su actitud ha cambiado radicalmente, pues sabe que podría estar frente al futuro rey de las Españas y eso es una baza muy poderosa a favor de Hernán. Su amante es ahora más amable y le trata con respeto. Es más, le ha pedido perdón por primera vez.
Pero él sabe de dónde viene tan repentina cordialidad y a todo su resentimiento se une la reciente revelación de Lucrecia, que le confesó que nunca se casaría con él porque estaba enamorada de otro hombre, que ha resultado ser su hermano, Gonzalo de Montalvo.
Una propuesta innoble
Ante esta nueva situación, el Comisario no le ha vuelto a pedir matrimonio a la marquesa, como ya hizo, sino que le ha ofrecido ser su esposa y futura reina de las Españas, pero bajo terribles condiciones.
Esto no ha amedrentado a Lucrecia, invadida de nuevo por la ambición desmedida -si es que alguna vez la abandonó- y ha aceptado la propuesta, aun teniendo que someterse a las órdenes de su futuro esposo hasta el fin de sus días. Su ama de llaves, Soledad, no da crédito, ya que siempre había admirado su condición de mujer libre, sin ataduras, sin compromisos, en una época en el que las mujeres estaban dominadas por los hombres.
Futuro incierto
"Siendo una niña me juré que algún día sería la mujer más poderosa del mundo", le ha confesado Lucrecia entre lágrimas a Soledad. ¿Es de verdad consciente de todo lo que le viene encima como esposa de un resentido y poderoso Hernán o confía en que se apacigüe con el tiempo?
Sea como sea, está claro que con su "sí" al Comisario ha desatado el comienzo de una gran venganza que no sabemos qué límites puede llegar a alcanzar.