¿Qué ocurre en el cerebro cuando llamamos a nuestro hijo por el nombre de su hermano?
- Estos errores no tienen relevancia psicológica: no quiere decir que estemos pensando en esa persona
- Aunque los mayores tienden a equivocarse un poco más, estos errores no son cuestión de edad
A todos nos ha pasado cientos de veces que al llamar a un conocido cercano, pronunciamos el nombre de otra persona, normalmente también cercana. ¿Por qué ocurre esto? La neurociencia nos lo desvela.
Según un estudio de la Universidad de Duke, esto ocurre porque en nuestro cerebro los nombres de las personas están agrupados en diferentes categorías, por tanto vamos a tender a confundir los nombres de los que están en la misma categoría semántica. No es algo que ocurra de forma aleatoria.
Encontraron que los miembros de la familia eran llamados incorrectamente con el nombre de otro familiar y los amigos eran nombrados por el nombre de otro amigo.
En el estudio se descubrió que era habitual mezclar los nombres de los distintos miembros de la familia. Incluso se mezclaba el nombre del perro. Los dueños de gatos no parecían cometer este tipo de errores. Esto puede deberse a que los perros tienden a estar más integrados en la familia y suelen responder más a su nombre que los gatos. Sin embargo, si la relación con el gato es muy cercana y este tiende a responder a su nombre, también puede ocurrir.
El parecido fonético entre los nombres también influye en la aparición de estos lapsus. Nombres con el mismo comienzo o final, son más frecuentemente intercambiados, como Juan y José, María y Marta o Miguel y Samuel. También ocurre con nombres que comparten fonemas y sonidos, por ejemplo que tengan las mismas vocales, como en María y Lucía.
En cambio, las similitudes físicas entre las personas influye poco o nada en el intercambio de nombres. Por ejemplo, los padres le cambiaban el nombre a sus hijos, incluso cuando estos no se parecían en nada, e incluso si su género era diferente.
Estos errores no son cuestión de la edad. Los investigadores encontraron que el intercambio de nombres también era muy común entre estudiantes universitarios. Por tanto, una persona joven tiene las mismas probabilidades de equivocarse en un nombre que las personas más mayores. Tampoco es cuestión de género, los hombres tienen las mismas probabilidades de equivocarse que las mujeres.
Aunque sí es cierto que los más mayores y las mujeres, tienden a equivocarse un poco más a menudo. Aunque los autores del estudio creen que la explicación está en que las personas mayores tienen más hijos y nietos con los que confundirse que los más jóvenes, y que las mujeres suelen pasar más tiempo con ellos debido a los roles tradicionales de género.
Estos errores tampoco tienen una relevancia psicológica, no quiere decir que estemos pensando en esa persona o que sea nuestro “favorito”, simplemente nos dicen quien está dentro de la categoría y quién no.
Según la autora de la investigación, Samantha Deffler, cuando pensamos en un objeto, por ejemplo, tenedor, tienden a venir a nuestra mente objetos dentro de esa misma categoría, como cuchara o cuchillo. Del mismo modo si una madre quiere llamar a su hija, en su mente aparece el concepto de “hijo”, y es más probable que se activen también los nombres de sus otros hijos.
Así que, no te sientas avergonzado si le cambias el nombre a un amigo o familiar, ahora sabes por qué se produce y no tiene nada que ver con que les quieras más o menos.
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