Un pueblo en dos países
- En Portada recorre la frontera invisible que une Alemania y Francia
- Gane quien gane las elecciones en Alemania, se reforzará el motor París-Berlín
Guión y Realización: Pilar Requena
Imagen y Sonido: Pablo Balsa e Irene Martín
Montaje: Guillermo Buitrago y Cristina Tafur
Producción: Ana Pastor
Ambientación Musical: Noelia Romero
Sonorización: Curro Escribano
El año empezaba con negros nubarrones para la Unión Europea. Tras el triunfo del Brexit en el Reino Unido y de Donald Trump en Estados Unidos, se temía lo peor en las elecciones en Holanda y Alemania: la posible victoria de la extrema derecha. Este era un año electoral decisivo para el futuro de Europa. Al final los xenófobos y antieuropeos Geert Wilders, en Holanda, y Marine Le Pen, en Francia, no ganaron.
En Holanda, lo hizo el liberal conservador Mark Rutte y en Francia, el europeísta Emmanuel Macron. Se abría la puerta a la esperanza en un nuevo impulso a la Unión Europea con el relanzamiento del motor franco-alemán.
Hay que esperar no obstante a los últimos comicios de este año electoral europeo, los de Alemania, el próximo 24 de septiembre. Según las encuestas, la actual canciller, Angela Merkel, logrará la victoria sin problemas. La antieuro, xenófoba y antieuropeísta Alternativa para Alemania, si no hay sorpresas de última hora, entrará en el Bundestag, por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque su capacidad de incidir en la política exterior alemana será prácticamente nula.
La incógnita es el color de la coalición que gobernará durante los próximos cuatro años en Berlín, pero, en cualquier caso, el compromiso de ese país con la Unión Europea está asegurado Y se espera que retorne con fuerza el tradicional motor de la UE, el franco-alemán.
Un pueblo, dos países
Así que decidimos centrar nuestro reportaje, más que en la campaña electoral, en cómo se vive Europa en la que fuera antaño la zona más disputada entre los dos países a lo largo de su frontera.
Y nos topamos con un pueblo, Leidingen, en alemán, y Leding, en francés. Es un pueblo en dos países porque la frontera pasa por una de sus calles desde el siglo XIX y lo parte en dos. Sus habitantes han cambiado de nacionalidad hasta siete veces en los últimos 200 años. Leidingen/Leding es un pueblo en dos países, es, en el fondo, Europa.
Hoy es el vivo ejemplo de la convivencia en paz y el trabajo en común de quienes fueron enemigos y lucharon en tres guerras por la supremacía en el viejo continente. Sus gentes no quieren ni oír hablar de fronteras ni del regreso al pasado, sólo miran hacia un futuro de más Europa.
En el pequeño y pintoresco pueblo viven 180 alemanes y una treintena de franceses y, como es lógico, cada lado tiene su propio alcalde, los alemanes a Wolfgang Schmitt, y los franceses a Barthélémy Lemal porque cuentan con administraciones y leyes distintas. Pero ellos viven como si fueran uno.
Si hay europeístas convencidos esos son ellos y la gran mayoría de sus vecinos, desde Remy Mesmer, un francés cuya lengua materna es el alemán, hasta Gertrud Schutz, una francesa de origen alemán casada con un francés y que se siente francesa de mentalidad alemana. O Petra Johannes que llegó al pueblo hace unos años y se quedó y vive en una casa de la frontera. Sus vidas son un canto a la esperanza en un futuro común y en paz, sin guerras, en una Europa sin fronteras.
Pero hemos querido también bucear en el pasado de toda esa zona fronteriza, a uno y otro lado. Estuvimos en un cementerio cercano, el de Saarbrücken, en el que las tumbas son el testimonio mudo de las tres guerras franco-alemanas. Y no quisimos dejar pasar la ocasión de visitar y empaparnos, con la visita a una de sus fortalezas, de la historia de la línea Maginot, esa línea defensiva construida por los franceses después de la Primera Guerra Mundial para evitar una nueva invasión alemana pero que les sirvió de poco porque los nazis la rodearon y volvieron a ocupar el país.
Tampoco pudimos resistirnos a ver cómo la francesa Estrasburgo y la alemana Kehl, a las que separa el históricamente disputado río Rin, son hoy un símbolo de la cooperación transfronteriza franco-alemana, cada día, levantando puentes, más unidas.
Y no podía faltar Schengen, la ciudad luxemburguesa en la que se firmó el tratado que acabó con las fronteras visibles y los controles fronterizos entre los países europeos que se han ido sumando a él.
Wolgang, Barthélemy, Gertrud, Rémy, Petra, Ute, Egon, Joseph, Stefan, Sylvain, Monique o Annette son los protagonistas de nuestra historia, una historia que refleja la capacidad de perdón, de convivencia, de amor a la paz y del odio a las guerras, los conflictos y las fronteras de quienes saben mejor que nadie lo que es vivir en una zona que a lo largo de la historia ha quedado sembrada de cadáveres. Ellos se sienten, sobre todo, europeos.