Kenzo Takada: "Sólo quiero hacer algo diferente de todos los demás".
- Llegó a París en 1964 y arrasó en los 70 y 80 con su moda orientalista y su color
- Vendió su firma a LVMH en 1993 y en 1999 colgó las tijeras aunque seguía trabajando
- Ágatha Ruiz de la Prada, Juanjo Oliva, Iván Sánchez, Naomi Campbell... todos le lloran
Único, con estilo propio. Kenzo Takada era dueño de un universo personal que conquistó el mundo de la moda. El color y los estampados de flores y plantas fueron su seña de identidad pero también sus patrones fabulosos y el dominio de la aguja. "Creo que aporté libertad en la moda, en la forma de vestir, de moverme, de colores. La mujer Kenzo es una mujer libre, bonita y dinámica", decía hace unos meses en una entrevista. Vivía alejado de las pasarelas pero seguía amando su trabajo como diseñador, tanto de interiores como de accesorios. "La moda es como la comida, es importante no centrarse en el mismo menú". Y lo decía un genio que llegó a lo más alto en la moda y en la perfumería.
Kenzo Takada nació en Himeji (Japón) en 1939. Fue el primero de siete hermanos hijos cerca de Osaka y desde pequeño fue un buen dibujante y en un principio quiso estudiar Bellas Artes. Desde siempre fue un apasionado lector de las revistas de moda de sus hermanas y con 19 años años aceptó un trabajo como pintor de muebles para poder entrar en la Escuela de Moda Bunka de Tokio. Con 26 años se cogió un barco que le llevó a Barcelona y Marsella para luego viajar a París. "Llegué a la Gare de Lyon la tarde del 1 de enero de 1965. Estaba oscuro y la estación era vieja, sucia, oscura. Tomé un taxi y mi primera impresión de París fue lúgubre, lúgubre. Entonces el taxi pasó por Notre-Dame y la vi majestuosa. Eso me consoló un poco", se puede leer en sus memorias publicadas en 2018.
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La mitad de la década de los 60 fue un época revolucionaria y transformadora en la moda, sobre todo en París y Londres. Y Takada formó parte de ese cambio. En 1970 ya tenía su propia tienda, Jungle Jap, donde vendía una moda realmente novedosa: su punto fuerte era que fusionaba los kimonos nipones y la vestimenta tradicional de los campesinos japoneses con las formas, siluetas y colores del clásico estilo europeo. Creaba sus colecciones con humildes retales de algodón y con telas que compraba en los mercadillos de la ciudad. Un mes después de abrir las puertas de la tienda alcanzó la portada de la revista ELLE. ¡Todo un logro!
En 1976 inauguró otra tienda en la Place des Victoires y la convirtió en un lugar de peregrinación para los amantes de la moda que suspiraban por sus prendas sencillas que estaban pensadas para la vida cotidiana conectando así con la calle y abriendo más la brecha que separaba la calle de la alta costura. "Nunca esperé realmente trabajar en la moda en París porque me decían constantemente que sería imposible para un japonés hacerlo", dijo, y dejó claro que los demás estaban equivocados. Fue el primer diseñador japonés en llegar a Francia y abrió las puertas a Issey Miyake, Rei Kawakuvo, Johji Yamamoto y Junya Watanabe.
"Todo lo que hacía Kenzo estaba lleno de color, alegría y un aire naïf", cuenta en sus memorias Grace Coddington, una enamorada de la "preciosa ropa rural" del diseñador japonés. "En sus espectaculares desfiles se veía a modelos vestidas como soldaditos de juguete o bailarinas, había fuegos artificiales y, en cierta ocasión inolvidable, salió una chica vestida como princesa de cuento a lomos de un caballo trotando por la pasarela".
Era muy amigo de Sonia Rykiel y fue de los primeros, antes que Gianni Versace, en contratar a modelos muy famosas por las revistas para los desfiles. Se adentró en la moda masculina en 1983 y cinco años más tarde en los perfumes. "A mediados de la década de 1970 lancé una fragancia llamada King Kong, que fue un gran fracaso, pero muy divertido y a partir de la década de 1980 lancé muchas más que afortunadamente se convirtieron en grandes éxitos", recordaba años más tarde.
Fue un férreo defensor del prêt-à-porter y puso de moda los jerséis de manga japonesas, los provocativos vestidos de capas en los que se mezclaban formas, colores y estampados distintos. Fue también uno de los pioneros a la hora de desestructurar el patrón, abriendo camino a muchas tendencias que se instalarían en los siguientes años: chaquetas con hombros muy marcados y grandes sisas, vestidos tipo bata, petos muy llamativos... Llegó a lo más alto y desde allí dijo adiós a la moda. Fue en 1999, seis años después de vender su marca al grupo LVMH y después de presentar la colección de primavera y verano de 2000. La empresa ya no era la misma, él tampoco. Cerró así un ciclo de 30 años pero no dejó de trabajar en otros sectores como el interiorismo, con firmas como Roche Bobois, y las monturas de gafas, como la exitosa colaboración con Masunaga.
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El Museo del Traje de Madrid comparte hoy imágenes de prendas del diseñador y un texto magnífico que le describe muy bien. "Es el transcultural por antonomasia, el más occidental de la hornada de japoneses que cambiaron la moda en los 70 y en cierto modo también el más comercial. Fue un creador desprejuiciado, abierto a todas las influencias y convencido de que todo lo que le rodeaba era una fuente de inspiración. Viajero incansable, fue uno de esos nómadas contemporáneos para los que el mundo entero está a mano, y eso se reflejó en sus colecciones, funcionales pero siempre plenas de humor e imaginación".
En 2011 llegan dos nuevos directores creativos, Carol Lim y Humberto Leon, y la firma vive otro momento dulce. Reventaron el mercado en 2012 con su famosa sudadera de Tigre. Una prenda que se agotó enseguida y que fue copiada en todo el mundo. Hoy, 8 años más tarde, sigue siendo una pieza deseada y se puede encontrar en webs de segunda mano.
También tuvieron un gran éxito con la colaboración que la casa hizo con el gigante H&M. Fue en 2016 y desde entonces la firma ha ido perdiendo notoriedad. En 2019, tras la salida de Lim y Leon, se contrató a elipe Oliveira Baptista que cerraba ocho años en Lacoste. El pasado 30 de septiembre vimos la colección que ha hecho para la temporada de primavera y verano de 2021. Un trabajo excelente en el que hay mucho de Kenzo Takada. Hoy más que nunca su legado tiene una importancia crucial para entender la evolución de la moda desde los 70 a nuestros días.