Coronavirus aéreo o no aéreo: la gran incógnita sobre la COVID-19 se encuentra escondida en los aerosoles
- El profesor e investigador José Luis Jiménez analiza el papel de los aerosoles en la pandemia
- Los aerosoles flotan en el aire y pueden permanecer mucho tiempo, aumentando las probabilidades de respirar el virus
- Docenas de científicos han advertido del grave error de no considerar adecuadamente el rol de los aerosoles
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- Santigo Campillo Brocal es biólogo molecular y divulgador científico
- El Método es un programa de divulgación científica en torno al coronavirus.
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A medida que avanzan nuestros conocimientos sobre el SARS-CoV-2, más definidas parecen las incógnitas sobre el virus. Los aerosoles son un claro ejemplo de ello. Olvidados durante muchos años por la comunidad científica, estas partículas parecen tener un protagonismo especial en la transmisión de la COVID-19. Comprender qué papel juegan en la pandemia, aunque suponga cambiar lo que creemos saber sobre ellos, se ha vuelto algo indispensable.
Aerosoles, o cómo se transmite el coronavirus
El pasado seis de julio se lanzaba una carta abierta a la comunidad científica: "Es hora de encarar la transmisión aérea del coronavirus". Con este título, Lidia Morawska y Dondald Milton encabezaban una crítica compartida por cientos de investigadores al respecto de unas pequeñas partículas sistemáticamente olvidadas en la última década: los aerosoles.
Hasta la fecha, conocemos tres formas de transmisión. La primera es por contacto directo y fomites. Estas son partículas que yacen en una superficie portando el virus. Al tocarlas, podemos arrastrar el virus hasta alguna de nuestras mucosas, generalmente en los ojos, boca o nariz. La segunda es por microgotículas cargadas de virus, pequeñísimas gotas (pero visibles) que "disparamos" al hablar o respirar. Estas tienen que impactar en alguno de los puntos que mencionábamos para producir un contagio.
La tercera, según las cada vez más abundantes evidencias, está constituida por los aerosoles. Estas minúsculas partículas se producen al exhalar, procedentes de nuestros pulmones. Los virus, aún más pequeños que ellas, son arrastrados al exterior, flotando. Los aerosoles pueden durar horas en el aire si el ambiente es cerrado.
“Tienes muchas probabilidades de respirar una mayor cantidad de aerosoles que de que te impacte una gota“
"Todo el mundo acepta que el SARS-CoV-2 es un virus que se transmite sobretodo por gotas o aerosoles respiratorios", explica Jose Luis Jimenez, profesor de química y ciencias ambientales de la Universidad de Colorado, experto investigador en aerosoles. "También se sabe que la transmisión por superficies contaminadas es poco eficiente. Entonces, si nos centramos en las partículas aéreas, las gotas balísticas salen disparadas y se mueven como un proyectil. Son visibles, son de un tamaño de unas 300 micras, que es como cuatro veces el diámetro de un pelo y contagian por impacto. Pero tienen que acertar en el sitio adecuado, de manera que tengan acceso a las mucosas". Este es el método más reconocido, según explica, pero no el más eficiente.
"Los aerosoles flotan en el aire, y como no tienen la suficiente inercia salen y se quedan ahí parados, por lo que puedes respirarlos. Esa es la gran diferencia. Hay muchos más aerosoles y pueden estar mucho tiempo, incluso horas. Es entonces cuando aumentan las probabilidades de respirar el virus", continúa. Estos aerosoles contienen una carga viral menor que las gotículas, por ejemplo. Sin embargo, otro hecho evidenciado es que la carga viral, es decir, la cantidad de virus que llega al cuerpo, está relacionada con la manifestación (o no) de la enfermedad. "Tienes muchas probabilidades de respirar una mayor cantidad de aerosoles que de que te impacte una gota", confirma el experto.
Un error arrastrado durante décadas
A partir de la misiva del seis de junio, la OMS procedió a actualizar la información oficial recogida en sus páginas. Entre los cambios se incluyó el reconocimiento de los aerosoles como posible fuente de contagio en espacios cerrados y centros sanitarios en especial. También inciden en la necesidad de ampliar los estudios al respecto. Para muchos investigadores, esto no es suficiente. Al fin y al cabo, si la evidencia parece tan clara, ¿por qué no ser más tajantes con respecto a los aerosoles? ¿No necesitamos medidas más acordes con la evidencia científica? ¿Por qué no las hemos adoptado antes?
"La crisis del coronavirus ha sacado a la luz un problema que se lleva arrastrando desde 1910 en los campos de las enfermedades infecciosas y la epidemiología", explica Jose Luis Jiménez. "Alguien cometió un error en 1910 y hemos estado creyendo en una cosa errónea durante mucho tiempo. ¡Y ha funcionado lo suficientemente bien para que nadie se haya dado cuenta! Pero, con esta crisis ya no funciona". El experto en aerosoles nos cuenta cómo él y docenas de científicos han advertido del error tan grave que supone el no considerar adecuadamente el rol de los aerosoles en la pandemia. "Cuesta muchísimo aceptarlo porque durante décadas los científicos y médicos de estos campos han pensado siempre de la misma manera".
¿Y cuál es el error exactamente?
Según nos desgrana el experto, en 1910 se escribió un libro resumiendo toda la evidencia que se había acumulado desde que Pasteur descubrió los gérmenes 50 años antes. "Cuando Charles V. Chapin describe las enfermedades aéreas, habla de la distancia social como el factor principal, y casi único, de prevención. Pero, en el libro, casi sin tener evidencia, explica que esto se debe a unas gotas que salen desde la persona y que caen al suelo según aumenta la distancia. Chapin admite que no tiene evidencias sólidas en el libro. Incluso habla de los aerosoles, aunque afirma que es muy difícil contagiarse por ellos, a pesar de no tener pruebas de una cosa ni de la otra. Pero Chapin tiene suerte y esta obra se convierte en una cosa extremadamente popular. De hecho, se vuelve prácticamente en el libro de texto de cabecera y, poco a poco, en el paradigma. La comunidad científica ya casi ni se acuerda de por qué apareció esta información, pero todo el mundo la da por buena".
Sin embargo, el profesor tiene claro que, cuando observas la física de esta partículas, hay varios hechos claros: "Las gotas prácticamente no existen. Esto es casi una superstición. Solo existen, y pueden hacer algo, cuando uno tose o estornuda, pero hablando, hemos observado que no". Aunque las hubiera, también existen evidencias de que el virus, en la piel humana, no aguanta mucho tiempo. Eso por no hablar de la puntería que tendría que tener una de estas gotas balísticas.
"La razón por la que puedes contagiar a otra persona es porque están saliendo de ti partículas respiratorias, aerosoles respiratorios, que flotan en el aire muy pequeños, y no se ven". Esto coincide casi a la perfección con lo que sabemos sobre la distancia social. También podría explicar muchas cuestiones que por el momento siguen provocando enormes incógnitas. Por ejemplo, la existencia de supercontagiadores: una sola persona capaz de contagiar a decenas. Además, el hecho de que prácticamente no existan contagios en entornos abiertos es bastante plausible de esta manera. Otra cuestión que podrían explicar los aerosoles son los contagios inexplicables, en zonas sin contacto o con distancia social. Además, el hecho de que las mascarillas a veces no protegen como deberían también es algo acorde a las evidencias.
Falta un mensaje más categórico por parte de las autoridades, como la OMS? Según este y muchos otros expertos, cada vez más respaldados por las evidencias científicas, no hay duda de ello: "Mientras no cambien las consideraciones y se incluya una descripción clara de la importancia de los aerosoles, nuestra capacidad para controlar la pandemia será limitada" zanja.