Así era Jesús del Pozo, el maestro artesano con la curiosidad de un niño
- Maestros de la Costura rinde homenaje a Jesús del Pozo, maestro artesano del volúmen y el color
- "Detestaba los colores primarios: los llamaba 'colores del parchís' y decía '¡ese color me grita!"
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Ana Belén ha sido la invitada de honor al tributo que Maestros de la Costura le rinde hoy a Jesús del Pozo. Doblando como amiga y como musa, la artista fue testigo del trabajo del modisto al que recuerda arrodillado frente a distintos barreños, inmerso en el proceso de inventar colores nuevos.
Su gusto era exquisito, sus procedimientos puramente artesanos, y la aportación de Jesús del Pozo al mundo de la moda fue inmensa: "Yo veo muchas colecciones y me doy cuenta de cuánto han bebido de Jesús del Pozo. "Los colores que antes no se veían, los volúmenes. Hay muchísima influencia y es un orgullo haberlo visto de cerca, haber participado en el proceso de creación", explica Marisa Abenza, jefa del taller de DelPozo hasta el año 2018.
Sus tres premisas de trabajo eran los volúmenes, las texturas y los colores, siempre liminales o fronterizos. "Los primarios no le interesaban", cuenta Ainhoa García, directora de su marca durante diez años. "Los llamaba 'colores del parchís' y decía '¡ese color me grita!".
Artesanía unida a la cultura
En el programa homenaje al diseñador, Ana Belén cuenta cómo Jesús le tiraba encima una tela y le decía "ponte ahí, ponte esto", antes de comenzar a experimentar y crear la prenda sobre su cuerpo. Al modisto le encantaba escoger el tejido y dejarse llevar por la materia: "Era un proceso muy intuitivo. Él ponía el material sobre el maniquí y dejaba que del material saliese el vestido, no tenía un plan previo bien establecido", cuenta Ainhoa. "Me gusta mucho esa cita de Richard Sennett que dice que la artesanía la inteligencia de las manos, porque él siempre estuvo muy cerca del material y del oficio".
"Él decía que no tenía método, pero al verle trabajar te dabas cuenta rápidamente de que sí lo tenía", cuenta Marisa. Y este proceso, tan cercano al arte escultórico, da lugar a piezas que se sostienen sobre ellas mismas y no pierden sentido fuera de la modelo o el maniquí: "Son auténticas piezas de arte", dice Esperanza Claver, que en 2014 organizó la exposición 'Jesús del pozo' y exhibió sus prendas tratándolas de este modo absolutamente autónomo.
Esperanza lo acompañó en algunos de los viajes en los que, desde que era muy joven, encontraba inspiración y sustento para su proyecto creativo. "Era una persona divertidísima, cariñoso, te encantaba viajar con él", cuenta. Y era capaz de sacar provecho de todo: "Le encantaba lo oriental, lo africano, lo artesanal. Todo lo burdo en el sentido de artesano, trabajado con las manos. Desde que era muy joven, todo el arte que veía en sus viajes también buscaba la manera de incorporarlo. Yo era su becaria y me emocionaba cuando me mandaba a conseguir un material, a hacer un recado para lograr un acabado".
Por sus influencias, su forma de trabajar y su círculo social, el título de modisto convive con el de artista: "Tenía la curiosidad de un niño, se le veía incluso en los ojos. Era un apasionado de la danza, del teatro, le encantaba el ballet. Le interesaba lo oriental, lo africano. Era artesanía unida a la cultura: Tàpies, Giacometti… Integraba la tradición en lo moderno", explica Ainhoa.
Guardianas del legado de Jesús del Pozo
"Su ética de trabajo era tremenda, y su carácter también. Se molestaba si las cosas no salían como él quería, porque estaba muy unido al trabajo y todo tenía que ser perfecto", cuenta Ainhoa. Pero todos quienes trabajaron con él le guardan un respeto y un cariño unánime: "A Jesús era imposible conocerle y no quererle", dice la que fue su directora. "La gente que había trabajado con él estuvo mucho tiempo a su lado, eso te habla mucho de la coherencia que tenía, no era casualidad", confirma Esperanza.
Para Claver, como para Ainhoa y Marisa, el recuerdo de Jesús es emocionante y está teñido de agradecimiento: "Era una persona extraordinariamente sensible, una persona de verdad. Tenía la exigencia de un maestro, aprendías mucho de él. Te apetecía estar a su lado porque sacaba lo mejor de ti y no había plan B". Una vez aprendías a pensar como él, no te abandonaba nunca: "Se ha instalado en un loft en mi cabeza", cuenta.
Jesús del Pozo falleció en el año 2011, pero sus piezas sobreviven ajenas al tiempo y su legado nos sigue enseñando varias lecciones. "Para mí Jesús del Pozo es uno de los grandes genios, como Balenciaga", dice Ainhoa. "Si hubiese nacido en París, o trabajado aquí, lo habría sido a nivel mundial".
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