Así es la Batalla de las Naranjas: naranjazos y revolución
- A naranjazo limpio: en la Batalla de las Naranjas del Carnaval de Ivrea disparan 400 toneladas de naranjas
- "Me duele hasta el pelo", dice un participante tras tres días peleando a naranjazos
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Como lo lees: a naranjazo limpio se celebra el final del Carnaval en el municipio piamontés de Ivrea, al norte de Italia. La Batalla de las Naranjas (Battaglia delle arance) es una fiesta con orígenes medievales en la cual los locales se arrojan estos cítricos durante tres días seguidos. ¿Por qué?
Para comprenderlo, hay que tener clara una cosa: en Ivrea, todo el Carnaval está centrado en la revolución. El propio Carnaval ya es una época donde el mundo se revoluciona, se pone del revés. En el medievo se solían invertir los roles sociales, de clase y género durante aquellos días previos a la larguísima Cuaresma, época de contrición, ayuno y penitencia.
El Carnaval de Ivrea
El Carnaval de Ivrea se centra en acontecimientos revolucionarios de distintas épocas, por eso las calles de la ciudad se convierten en un variopinto desfile de trajes históricos. Uno de ellos: la liberación de las tropas napoleónicas en el siglo XIX. El otro, en cambio, es más largo de explicar: tiene que ver con un épico asesinato.
Cuenta la leyenda —que, como todas, mezcla hechos y ficción— que allá por el siglo XII reinaba sobre esas tierras un señor feudal tiránico, Rainieri di Biandrate. Sirviéndose de su poder, quiso usar el derecho ius primae noctis o derecho de pernada sobre la recién casada hija del molinero, conocida como La Mugnaia.
Decidida a que nadie la violara en su noche de bodas, La Mugnaia urdió un plan: al llegar al Castellazzo, el castillo de Rainieri, hizo que el villano bebiera y bebiera alcohol hasta perder el conocimiento. Fue entonces cuando le rebanó la cabeza, que mostró triunfalmente por una de las almenas del castillo, liberando así al pueblo del tirano. Tal leyenda la convertiría en la heroína de Ivrea y la protagonista de todo el Carnaval.
La Batalla de las Naranjas
¿Quién disparó el primer naranjazo? Encontramos la respuesta en un balcón. Según Helene Attlee, que asistió y estudió el Carnaval de Ivrea, y lo contó en su libro El país donde florece el limonero (Acantilado, 2017), los aristócratas de Ivrea habían copiado la tradición carnavalesca de las clases altas europeas, más sofisticada, que consistía en arrojar flores, almendras confitadas y otros detalles. Y sí: se les ocurrió tirar también naranjas.
“En el siglo XVIII, algunas de las familias más elegantes de Ivrea empezaron a pasar parte del invierno en el suave clima de la Riviera y la Costa Azul. Volvían a casa para el Carnaval y a veces traían naranjas con ellos. Las naranjas se consideraban algo muy chic en el Piamonte del siglo XVIII, por lo que resultaba natural añadirlas a las chucherías que arrojaban a la muchedumbre”, cuenta Attlee.
“Sin embargo, en un gesto que encajaba perfectamente con el espíritu del Carnaval, la gente de la calle les arrojaba a su vez las naranjas”. Lo que empezó como un juego, degeneró en una batalla violenta y descontrolada, tanto que en 1850 era ilegal arrojar naranjas. Pero como en Carnaval todo vale, lo prohibido se convirtió en atractivo y la Batalla de las Naranjas terminó por ser una parte tradicional del Carnaval de Ivrea
Los participantes
La Batalla de las Naranjas transcurre en la plaza mayor del pueblo. En ella se concentran centenares de hombres y mujeres, divididos en 9 grupos de arancieri o lanzadores de naranjas. Representan cada uno de los barrios del pueblo, tienen nombres como ‘Los Ases de Picas’, ‘Los Demonios’, ‘Los Mercenarios’ o ‘Los Escorpiones de Arduino’ y visten ropa diferenciada, pero no llevan ninguna protección.
Su blanco es la guardia del tirano Rainieri: 38 carrozas de esta guardia formadas por una docena de hombres y dos caballos pasarán de una a una, durante tres días, por la plaza para librar batalla contra los arancieri. Ellos van vestidos con protecciones modernas, como hombreras acolchadas, cascos de fútbol americano o con cascos de cuero hechos a medida por artesanos locales.
¿Quién pringa más? Difícil de determinar: la guardia, aunque protegida, termina con magulladuras en el cuerpo y la cara y los ojos rojos y las vías respiratorias irritadas por el ácido de las naranjas que les entra por el casco. Los arancieri, aunque son más en número, batallan a cuerpo descubierto, se llevan naranjazos en todas las partes del cuerpo que les parten labios, les ponen los ojos morados y los magullan por completo. “Me duele hasta el pelo”, le contaba a Attlee un arancieri el último día de Carnaval.
La munición
La munición, como puedes imaginar, son naranjas. Provienen de los restos que quedan en plantas de embalaje en el sur de Italia y Sicilia y no deben ser ni muy grandes ni muy pequeñas, debe lavarse bien y envasarse en cajas que quepan en las carrozas.
Lo que queda de ellas tras la Batalla, una pulpa viscosa que enmoqueta la plaza donde se libra batalla y las calles aledañas, se barre a diario en lo que se conoce como “operación naranja” por la brigada municipal. En total 400 toneladas de naranjas se compostarán tras el Carnaval. Pero seguro que el aroma a naranja (y a boñiga de caballo) permanece unos días más en el ambiente.
El jurado
Para que a nadie se le ocurra, por ejemplo, congelar las naranjas (adivina qué: ya ha pasado), una comisión especial observa atentamente que no se comentan irregularidades peligrosas. Además, puntúa a cada grupo de participantes, tanto a los arancieri como a la guardia, en una suerte de competición. Entregarán el premio al equipo que haya demostrado mayor “ardor, técnica y lealtad”.
Entre descanso y descanso: comer y beber
Los arancieri mantienen la temperatura en el frío invierno piamontés con un poco de vino caliente. Y para comer, estas fiestas tienen dos platos muy especiales protagonizadas por las alubias y el bacalao.
El plato de alubias, llamado fagiolate rionali, fagiolata di Castellazo o fagioli grassi, que se traduce como ‘alubias grasas o gordas’, combina kilos y kilos de alubias con distintas partes y elaboraciones del cerdo: manitas, morcillas y salchichas acompañan toda la noche a las legumbres en un baile lento y pegadito en el interior de la olla. Las alubias, que también solían tirar por el balcón aquellos aristócratas, será la última vez hasta el fin de la Cuaresma que bailarán tan bien acompañadas.
Por otro lado, el bacalao con polenta (polenta e merluzzo) es un plato que da comienzo a la Cuaresma, y que se sirve el Miércoles de Ceniza. Lo preparan dos comisiones especiales: la Comisión del bacalao, que desala, corta en piezas, enharina y fríe el bacalao; y la comisión de la polenta prepara cebollas caramelizadas y, por supuesto, la propia polenta.
Este año, el Carnaval de Ivrea no se podrá celebrar. ¿Pero te animarías a ir el año que viene? Los extranjeros pueden participar como arancieri usando las naranjas caídas en la plaza. ¡Cuéntanos!