Carlos Saura y el arte de esquivar la censura
Cuando aún caía sobre España el telón polvoriento del franquismo, el cine de Carlos Saura logró sortear con creatividad y metáforas las azadas de la censura. Aquella habilidad, en la que fue imprescindible la figura del productor Elías Querejeta, consiguió abrir la mirada internacional sobre nuestro cine en festivales tan importantes como los de Cannes y Berlín.
La caza (1966), de la que se cumplen 57 años, fue uno de los mejores ejemplos de aquello. Considerada la primera película del cine metafórico, su simbolismo permitía muchas interpretaciones y gracias a ello Saura pudo colar la crítica social de una España franquista en las salas de cine. Una de las claves fue su paso por el festival de la Berlinale, donde la cinta consiguió el Oso de Oro a la Mejor Película y, con ello, una repercusión internacional que allanaría el camino.
La picaresca de Elías Querejeta
El productor Elías Querejeta fue una figura clave, no solo en la esencia del cine de Saura, sino en la época más brillante de todo el cine español. Su nombre, brillante, aparece siempre llamativo y grande en los créditos iniciales de las películas que producía para dar cuenta de su condición híbrida entre la figura de productor y autor.
La caza (1965) supone para Querejeta el inicio de una de sus colaboraciones más fructíferas junto a Carlos Saura, con el que establece ya un modo único de hacer cine.
Objetivo: obtener proyección internacional
Gracias al carácter camaleónico de Querejeta, las producciones de Saura se aprovecharon de las necesidades propagandistas imperantes en aquellos años, una campaña de bombo y platillo que entonces estaba bajo el ministerio de Fraga. La idea siempre era conseguir que las películas, como pasó con La caza, obtuviesen el rédito internacional para poder estrenarse en España con el beneplácito de las instituciones, a pesar de ser cintas de realismo crítico y discursos disidentes al régimen.
Burlando a los censores
Para salvar el total fílmico, el productor variaba y desarrollaba todo tipo de sistemas que burlaban la censura. En muchos casos, se encargaba de entregar a las administraciones el internegativo y no el negativo original, para así mantener la totalidad de la película en caso de “mutilaciones” de la censura. En otros casos, ampliaba el guion, porque sabía que la censura eliminaría esa parte añadida que llamaba la atención, sin reparar en la otra que se quería salvaguardar.
Anclaje en las raíces españolas
Tampoco hay que pasar por alto el anclaje de la obra de Carlos Saura en las raíces culturales españolas. El cineasta aragonés sabía extraer la esencia de la españolidad que tanto querían vender al mundo el régimen y mezclarla con astucia con realidades mucho más crudas que aparecían en sus películas bajo una apariencia más difusa. También ayudó mucho haber incorporado a su plantilla fija de actores nombres como Luis López Vázquez o Fernando Fernán Gómez, tan asociados a un cine mucho más “encomiable” para el franquismo.
El cine de la metáfora
Pero sin duda fue su manera velada de hablarnos de lo que no se veía a simple vista lo que logró que el cine de Saura sorteara toda reprobación. El cine metafórico actuaba dentro de la disidencia consentida por las autoridades, no se puede borrar lo que no se entiende o no son capaces de ver. Pero ahí estaba, como en La caza, donde Saura realiza un retrato certero de la burguesía franquista de la época, cuyos protagonistas dejan entrever las heridas de la guerra civil. Pero que también se ve en otras cintas como Pepermint Frappé (1969), La prima Angélica (1970) o Ana y los lobos (1973).
Coloquio en Historia de nuestro cine
Sobre todo ello charlan, junto a Elena S. Sanchéz, Emilio Gutiérrez Caba, uno de los protagonistas de La caza; Mery Cuesta, crítica de arte, experta en cultura popular y comisaria de exposiciones como la exitosa Quinquis de los 80: cine, prensa y calle; y Javier Ocaña, crítico cinematográfico y colaborador habitual del programa.