Día de las Almendras, ¿cómo les está afectando el cambio climático?
- El almendro es uno de los árboles frutales más cultivados en España y de los primeros que empieza a colorear los paisajes
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El 16 de febrero se celebra el Día Mundial de las Almendras y vamos a aprovechar para hablar de los almendros y el cambio climático. El almendro es uno de los árboles frutales más cultivados en España y uno de los primeros que empiezan a colorear los paisajes de algunos lugares. Esto ocurre en enero, febrero... algo que nos puede resultar llamativo teniendo en cuenta que seguimos en invierno. Pero, ¿realmente es tan raro? Os lo contamos:
El almendro, uno de los cultivos más resistentes y que antes florecen
Para que los almendros florezcan y den fruto, deben pasar un periodo frío en invierno y, posteriormente, unas condiciones de calor. El almendro no es un árbol que necesite demasiadas horas de frío (depende de la variedad de almendro, pero estarían entre las 100-400 horas por debajo de los 7ºC) y en función de su variedad y las características ambientales, sí, es normal que algunas variedades empiecen a florecer en enero y febrero.
El almendro es un frutal de zona templada, en el que el mejor intervalo de temperaturas para poder desarrollar la fotosíntesis se mueve entre los 25-30ºC. Aun así, es un cultivo con gran capacidad de adaptación y resistencia a situaciones extremas. Por ejemplo, es capaz de resistir temperaturas incluso por debajo de los 15ºC bajo cero o por encima de 40ºC… pero empieza a sufrir consecuencias cuando los termómetros marcan menos de 15ºC (positivos) o más de 35ºC, reduciendo de forma notable su fotosíntesis.
Respecto a las lluvias, el almendro es un árbol de secano que puede aguantar grandes periodos de sequía. En cualquier caso, aumenta su producción de almendras con el riego, siempre y cuando se aplique de forma correcta.
El cambio climático y los almendros
El cambio climático está alterando las temperaturas y las lluvias en España y, consecuentemente, afecta a los cultivosen mayor o menor medida según la zona. Por ejemplo, se estima que en Cataluña las temperaturas han subido 1,5ºC desde 1950, un cambio térmico que estaría detrás del adelanto en la floración en esta zona del país. Según la Red de observaciones fenológicas del Servicio Meteorológico de Cataluña, en el sur de la comunidad se ha observado que las floraciones de almendros se han adelantado 10 días desde 1970.
Esto supone un riesgo porque, cuanto antes aparezcan las flores, mayor será la probabilidad de que una helada les afecte (no olvidemos que estamos en invierno y que el cambio climático no elimina las heladas, aunque las haga menos probables). Además, una floración más temprana puede estar desajustada con el ritmo de los insectos polinizadores, como las abejas, por lo que la producción de almendras puede verse reducida, así como la actividad de estos seres.
¿Qué pasará en el futuro?
La combinación de los cambios de temperaturas y lluvias puede hacer viable el cultivo de almendros en más zonas, pero dificultarlo en otras y provocar que disminuya la producción de almendras. Además del adelanto de las floraciones, desajustando los ciclos con los insectos polinizadores, el aumento de temperaturas puede provocar que disminuya mucho el periodo frío en invierno que necesitan los almendros en su ciclo vital. Este es uno de los riesgos a los que se enfrentan estos cultivos, por ejemplo, en el Valle del Guadalquivir, una de las zonas más cálidas de la península Ibérica.
Por otro lado, el cambio en el régimen de lluvias alterará la disponibilidad del agua para estos cultivos. A pesar de que son de secano y, como hemos dicho antes, resisten periodos de sequía, la falta de agua disminuye la producción de almendra.
De todas formas, más allá de los cambios en las precipitaciones y en las temperaturas, hay muchos factores que entran en juego para calcular qué va a pasar exactamente con los almendros de cada región en el futuro. Pero, como hemos visto, el cambio climático está afectando ya y continuará haciéndolo en el futuro, pudiendo romper algunos ciclos que comparten las plantas, los insectos y, consecuentemente, los humanos.