La belleza efímera de la flor del almendro
Villalpardo ofrece estos días un espectáculo que se extiende por 3.500 hectáreas que tapizan de blanco y rosa los alrededores
Las restricciones de la pandemia han dejado este espectáculo fugaz, que apenas dura 20 días, para los lugareños
“Aquí hay 500.000 kilos de almendra en cáscara”. Te lo contamos en España Directo
Ondean al viento templado de la primavera. Desde arriba conforman un tapiz, a veces blanco, a ratos rosáceo, que se extiende por 3.500 hectáreas. En las distancias cortas, la flor del almendro muestra toda su delicada belleza. Los almendros convierten estos días los alrededores de Villalpardo (Cuenca) en una postal.
Las restricciones de la pandemia han dejado este espectáculo fugaz, que apenas dura 20 días, para los lugareños. No por visto cada año, deja de maravillar. “Estamos en el paraíso de los almendros, gracias a nuestro microclima”, explica Julián Moreno, agricultor jubilado que hace de Cicerone. Vivió la reconversión de este trocito del campo de La Manchuela conquense hace más de 70 años. “Antes sembrábamos cereal para alimentar al ganado. Ésta no es tierra de cereal. Había unas cuantas familias con almendros y empezamos a sustituirlo”, explica. Y ahora la variedad Largueta, que es autóctona, supone el 45% de la tierra cultivada, el mismo porcentaje que el viñedo, en esta zona tradicionalmente de vino.
En Villalpardo la empresa Crisol Frutos Secos tiene un almacén que, antaño, fue de champiñones. Recoge la producción de almendra de la zona. Abres una puerta y aparece una montaña inmensa de color marrón. “Aquí hay 500.000 kilos de almendra en cáscara”, detalla Eduardo Casas, ingeniero agrónomo. ¿Es una buena cifra? “Corresponde a un año de producción media baja, porque depende mucho de si hay o no heladas, por ejemplo. En un año bueno aquí tenemos hasta cuatro millones de kilos”, explica ¿Y qué supone la almendra para la economía local? “Los de aquí dicen que, cuando se da bien la almendra y el viñedo en el mismo año, da para muchos caprichos”. Sonríe.
De capricho son las Morenitas de Puri, unas almendras caramelizadas que nada tienen que ver con las garrapiñadas clásicas. Las elabora un matrimonio joven, Mari Carmen y Giovanni, en un pequeño obrador, a partir de almendros propios. Controlan todo el proceso. Hasta hace poco partían incluso ellos mismos las almendras manualmente. “Lo más bonito es que utilizamos la receta de mi madre cuando era joven”, explica Mari Carmen. Desde 1963, todavía la conservan, con toda su solera. Por eso estas almendras gourmet se llaman así.
La fórmula mágica solo la conoce la familia. “La receta lleva almendras, agua y azúcar. Las proporciones son un secreto”, susurra Mari Carmen. Su marido, “un italiano en medio de La Mancha”, es el artífice de crear la empresa Ecobelman. “Probando la receta de mi suegra, decidimos dar salida al producto local, que es de muy buena calidad”, explica. Sin desvelar el secreto, cuenta que sus almendras caramelizadas son 80% almendra, 20% azúcar, mientras que las almendras garrapiñadas son al 50%. Y se nota. Las Morenitas de Puri tienen una fina capa caramelizada que se deshace en la boca. No extraña que hayan llegado, desde un rincón pequeño de La Mancha, hasta Hong Kong.
El paisaje
Villalpardo, un pequeño pueblo de 1.000 habitantes de La Mancha conquense, es completamente llano. Y en esa llanura manchega aparecen, ahora en esta primavera algo adelantada, las viñas con sus cepas retorcidas y vacías, aunque la vista se va adonde debe: a los miles y miles de almendros en flor. Aquí a la variedad Larqueta la llaman ‘Desmayo’. Es autóctona, aunque también se ve alguna Marcona. Y tiene cuatro floraciones en una misma primavera.
Los personajes
Cuaderno de rodaje
En la grabación de este reportaje no sólo asistimos al gran espectáculo de la flor del almendro, también tuvimos la oportunidad de probar la gastronomía local. En el bar Sheriff, el más antiguo del pueblo, los chorizos caseros tienen fama. “No les echo especias, por eso no repiten”, cuenta la dueña y cocinera.