De ruta en la pescadería ambulante de Alberto
- Los Hermanos Lloret recorren cientos de kilómetros para llevar el producto fresco a los pueblos pequeños de Segovia
- La venta ambulante alimenta la España Vaciada y es un “servicio social” en el que no siempre salen los números
- Alberto empezó de pescadero ambulante con 15 años y aprendió el oficio de su padre. Te lo contamos en España Directo
A la entrada de Ujados (Guadalajara, 35 habitantes), Alberto toca el claxon insistentemente. Anuncia su llegada, aunque hace tiempo que ‘sus mujeres’ esperan, con el monedero en la mano, la pescadería ambulante. Los 50 kilos de pescado que ha cargado hoy se conserva fresco bajo una manta de hielo y las compradoras hacen cola pacientemente.
“Tienes pescadilla, tienes bacalao, tienes dorada”, recita Alberto desde lo alto. Mari, setentaytantos, se quedó en el pueblo por la pandemia. Si no viniera Alberto, ¿cómo tendríais pescado aquí? “Hoy es día de tenderos: viene el panadero, viene el Alberto con el pescado, después el camión de los congelados y también la fruta”, recita de memoria. La venta ambulante alimenta a la España Vaciada. Opta finalmente por una dorada hermosa, de 750 gramos. ¿Sabes de dónde llega? “Supongo que lo traen de Aranda de Duero (Burgos)”.
Sorprende que lo sepa. El camino tierra adentro que sigue el pescado es largo y sinuoso, por carreteras secundarias. Alberto Lloret, que es pescadero ambulante desde los 15 años, no quiere otra cosa: “No cambiaría esto por ningún otro lugar”, dice mientras observa el paisaje solitario pasando rápido por la ventanilla. En días como hoy, se cuentan por cientos los kilómetros que recorre, cambiando de provincia y hasta de Comunidad Autónoma.
Alberto sigue la saga de pescaderos que inició su padre en Riaza (Segovia) hace 40 años. Él es el encargado de llevar el pescado de pueblo en pueblo. Se reparte el trabajo con sus dos hermanas. Margaret, la mayor, suele despachar en la pescadería, junto a la preciosa plaza porticada del pueblo. Y también es la encargada, a días, de ir a buscar el pescado a ese “pequeño Mercamadrid” que hay en Aranda de Duero (Burgos).
“Nos levantamos de madrugada, a las cuatro y media de la mañana. Y ya empieza el ritual: hacemos 70 kilómetros de ida, luego 70 kilómetros de vuelta…”, explica. Y ese solo es el principio. Después llega a la pescadería y tiene que colocar todo el género. “Hoy hemos traído 100 kilos de pescado”, dice mientras lo entierra en hielo. “Ten en cuenta que hay que hacer varios pueblos”, cuenta.
A Alberto los martes le toca La Ruta de los Unos: “Paso por localidades donde solo sale un habitante a comprar” ¿En tus 30 años de experiencia has visto morir algún pueblo? “Morir, morir, no. Pero sí hay casos que han pasado de ser un pueblo majo a tener solo dos o tres habitantes”. No sabe si estará todo el pescado vendido cuando le llegue la jubilación. De momento, Hijes, el siguiente pueblo, le espera a la vuelta de la siguiente curva.
El paisaje
Riaza es un pueblo segoviano de unos 2.000 habitantes. Su corazón palpitante es una plaza porticada que, como muestran las fotografías antiguas, también ha sido plaza de toros. Tiene como telón de fondo la imponente Sierra de Ayllón, todavía más bonita cuando está nevada. Desde Riaza hacia Ujados (Guadalajara), la carretera primero se estrecha. Los campos verdean con la primavera.
Cuaderno de viajes
A Alberto lo conocí en la plaza de Galve de Sorbe (Guadalajara). Estaba grabando otro reportaje para Atlas de lo pequeño y allí estaba su pescadería ambulante, rodeada de vecinas con ganas de conversación y una lista larga de la compra. Me pregunté de dónde venía el pescado fresco que estaba preparando en ese momento y ahí surgió la idea de seguir la ruta de una pescadería ambulante.