El príncipe Harry entró en una espiral de ataques de pánico, alcohol y drogas tras la muerte de su madre, Diana
- "No bebía de lunes a viernes, pero probablemente me bebía el equivalente a una semana en un día", dice
- "Tengo mucho de mi madre. Me siento como si estuviera fuera del sistema, pero a la vez sigo atrapado allí"
- La BBC encubrió las "prácticas engañosas" de un periodista para conseguir la famosa entrevista a Lady Di en 1995
El príncipe Harry revive el dolor que sufrió tras la muerte de Diana en un accidente de coche en París en agosto de 1997. Lo ha hecho en su nuevo programa que tiene con Oprah Winfrey, 'The Me You Can't See' (El yo que no puedes ver), en habla de salud mental. Con la periodista ha revelado que sufrió ataques de pánico y cayó en el consumo de alcohol y drogas mientras luchaba contra todos sus sentimientos y temores. "Poco a poco me fui dando cuenta de que, vale, no bebía de lunes a viernes, pero probablemente me bebía el equivalente a una semana en un día, un viernes o un sábado por la noche. Y me daba cuenta de que bebía, no porque lo disfrutara, sino porque quería enmascarar algo".
Harry estaba a punto de cumplir 13 años cuando murió su madre y le cuenta a Oprah Winfrey cómo se agarró a la bebida y las drogas como tabla de salvación y que se dedicó a beber en exceso. Todo ello le dejó secuelas y cuenta ahora que se sometió a terapias para aliviar los traumas.
Añade Harry que la vida en palacio no fue fácil en el los años del paso de la infancia a la adolescencia porque "tampoco estaba en un entorno en el que se animara a hablar de ello, ese tema no se trataba". Y revela que cuando empezó a tener obligaciones como principe lo pasó muy mal. "Cada vez que me ponía un traje y una corbata para hacer el papel lo pasaba muy mal. Antes de salir de casa ya estaba sudando, mi ritmo cardíaco era... . Estaba en modo de lucha o huida, con ataques de pánico, ansiedad severa. Así que de los 28 a los 32 años fue una época de pesadilla en mi vida, enloqueciendo", revela.
Harry, con tristeza, recuerda en no encontró ayuda en la familia para hablar de sus temores y de su salud mental, y que le dijeron que "se aguantara". Pensó que su familia le ayudaría, pero con cada petición, advertencia, lo que fuera, se encontró con el silencio total o la negligencia total. "Los miembros de la familia me dijeron que me limitara a jugar, que así mi vida sería más fácil, pero tengo mucho de mi madre. Me siento como si estuviera fuera del sistema, pero a la vez sigo atrapado allí. La única manera de liberarse y salir es decir la verdad", dice.
"Soy una de las primeras personas en reconocer que cuando fui a terapia por primera vez tenía miedo. Estuve yendo cuatro años a terapia, y esto, para una persona que nunca pensó que lo necesitaría, es mucho tiempo. Tampoco estaba en un entorno en el que se animara a hablar de ello. Era otro de los temas de lo que no se hablaba".
Sobre la terapia, Harry llegó a pensar que la necesitaba para 'sanar' el pasado, sobre todo las heridas por la muerte de su madre. "No quiero pensar en ella, porque si pienso en ella entonces surge el dolor porque no puedo traerla de vuelta y me va a poner triste. ¿Qué sentido tiene pensar en algo triste, qué sentido tiene pensar en alguien que has perdido y que nunca vas a recuperar? Por eso decidí no hablar de ello. ¡Nadie hablaba de ello! Si la gente me decía '¿cómo estás?' Yo decía 'bien'. Nunca dije feliz ni triste, sólo bien. Bien era la respuesta fácil aunque mi cabeza estaba pensando en otra cosa".
Durante años quiso evitar la exposición en público y dice que comenzó a asustarse cada vez que se subía a un automóvil y veía una cámara. “Empezaba a sudar y sentía como si la temperatura de mi cuerpo fuera dos o tres grados más cálida que la de todos los demás en la habitación. Me convencía a mí mismo de que mi rostro estaba rojo brillante y que todos podían ver cómo me sentía aunque nadie sabría el motivo".
Harry también habla sobre el funeral de su madre, cuando él y su hermano mayor, el príncipe William se unieron a la comitiva familiar (su padre, el príncipe Carlos; el abuelo, el príncipe Felipe; y el tío Carlos, el conde Spencer) para caminar solemnemente detrás del ataúd de Diana. “Lo que más recuerdo es el sonido de los cascos de los caballos yendo por el camino de ladrillos rojos. Mi hermano y yo estábamos en estado de shock. Me sentia como si estuviera fuera de mi cuerpo. Simplemente caminaba y hacía lo que se esperaba de mí, mostrar la décima parte de la emoción que todos los demás estaban mostrando”.