Ignatius Farray en 'Un país para reírlo': "He metido la pata muchas veces"
- Marta González de Vega u Omayra Cazorla intentan definir los límites del humor
- Goyo Jiménez habla con Manolo Vieira, el chamán del chascarillo
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La tierra natal de Benito Pérez Galdós se convierte en la protagonista de este episodio de Un país para reírlo. Goyo Jiménez aterriza en Canarias con la idea de dar respuesta a una polémica cuestión que está actualmente a la orden del día: ¿tiene límites el humor? En este viaje, humoristas de la talla de Marta González de Vega, Manolo Vieira, Aarón Gómez, Omayra Cazorla y Kike Pérez reflexionan sobre su trabajo e intentan dar una solución a la imperiosa cuestión de Goyo. Ninguna respuesta es verdad divina, pero lo que sí es una realidad irrefutable es que “cuando naces en una isla, pocas cosas te quedan más claras que dónde están los límites, más que nada, porque los marca el mar”. Y el capitán de este barco isleño será Ignatius Farray, que a lo largo del viaje nos regala sus pensamientos y vivencias más íntimas.
Ignatius Farray: “he metido la mata muchas veces”
Dice que hace humor chimichero, porque nació en Chimiche, un barrio de Granadilla de Abona, y ahí tuvo su primer contacto con el humor. Fue a los cinco años, cuando pasaba las tardes con su abuela y sus hermanas, “yo merendaba y las escuchaba, vestidas de luto, riéndose de muchas cosas. Me marcó definitivamente”. Tanto le marcó que ha ganado un Premio Ondas y estuvo nominado al Emmy en 2018, llena escenarios, programas, y vidas. Pese a su larga y consolidada trayectoria, confiesa que “el sentimiento que más se me ha repetido después de una actuación es el del arrepentimiento y el del remordimiento”. Los motivos son obvios, se sentía mal después de una actuación e “iba detrás de esa persona al terminar para disculparme”. El humor puede herir sensibilidades y los límites pueden construirse en una línea muy fina, tan fina como que hasta un profesional es consciente cuando la ha cruzado: “yo he metido la pata muchas veces. Creo que cuanto más claro son los límites, más fácil es el trabajo de un cómico porque sabes dónde está la raya. Entonces sabes por dónde tienes que caminar”.
Marta González de Vega: De caperucita a loba rompiendo límites
Su primer trabajo en la vida fue de guionista en El Club de la Comedia, estuvo 6 temporadas, y nunca ha parado de darle fuerte al humor, aunque confiesa que “yo no me puedo ver, no me soporto”. Toda su carrera la ha desarrollado en la Península, por lo que ella no tiene la sensación de tener un humor canario. Lo que sí admira es la nueva horneada que la sucede y que no se corta en usar esas expresiones, palabras e idiosincrasia de la tierra, “el humor canario tiene la capacidad de la observación, del detalle, y el pensamiento lateral. En la propia cultura del carnaval se ve eso”. Para González de la Vega lo interesante es estar en el límite del humor, pero, sobre todo, llevar el talento al límite, porque a veces se “traspasan los límites del humor como excusa para ocultar la falta de talento”. Su vocación es de que se divierta el mayor número de personas posibles. Y podemos aventurarnos a decir que lo consigue.
Manolo Vieira, el chamán del chascarrillo
Cosechando risas desde 1981, era ejecutivo de día y humorista de noche, hasta que se dedicó solo a lo segundo. Pionero y referente en irse de Canarias a la Península, “en una actuación en Avilés nadie se reía, pensaba que la estaba cagando, pero seguí. Cuando termino y me despido, todo el mundo en pie y con una ovación”. Y eso fue debido a que, como cuenta Vieira, la gente peninsular en los 80 estaba acostumbrada a otro tipo de humor, “era el humor del calvo, el manco, la teta y el culo. Yo llegué con relatos que nos atañen a todos, llegué con otras cosas”. Sus límites los ha tenido claros siempre, nunca usó la desgracia de los demás para hacer reír, y se puso sus propias fronteras. El cambio que ha notado desde su época a la actualidad es que “hay más cultura del humor, la gente lo consume más”.
Aaron Gómez, el profesional de la idiotez
Trabajó tres años en publicidad porque su madre le obligó a estudiar algo, e hizo lo más creativo que encontró. Sin embargo, él tenía claro que se quería dedicar a hacer al humor. Recuerda la época en la que publicitaba sus shows pegando carteles en la universidad y enviando SMS, no WhatsApps, sino SMS. Ahora usa las redes sociales, un arma de doble filo, porque han democratizado el acceso al humor, pero también he tenido problemas: "Soy muy sensible, yo nunca había tenido haters, y ahora me aparecen”. Busca entretener con el humor, y se aleja un poco de la actualidad, “los límites en las redes son una puntilla, la gente está buscando qué decirte” todo el rato. Así que decidió hacer vídeos cómicos pensando en esa gente. Pese a que Aaron siente límites en lo virtual, no piensa lo mismo con los límites geográficos. No cree que exista el humor canario, sino una manera canaria de hacer humor. “El humor es un lenguaje y tiene muchos acentos”, tantos como que él confiesa que es feliz ganándose la vida haciendo reír.
Omayra Cazorla: “se lo debo todo a las redes sociales”
La que sigue tirando de este hilo del humor virtual es Omayra Cazorla, una de las humoristas más prometedoras de la nueva generación de cómicos canarios. “Su humor no conoce más límite que la de sus pantalones creados por don Amancio Ortega” y no se achanta a usar conceptos canarios como panza de burro. Donde sí se detiene más es en redes sociales, “noto que me limita en el humor. En las redes presento el humor blanco para que el caballero no se ofenda”, pero sus directos son cañeros y bruscos, por eso lo llamó Escándalo sin censura. Eso sí, dice estar agradecida al universo virtual, “yo nací en las redes sociales”.
Kike Pérez, sus haters lo llaman el “Ignatius de Hacendado”
Lleva 14 años en la profesión y cinco comiendo de ella. Era profesor de educación física, pero cuando dejó de hacer deporte, engordó. Se puede considerar que su peso le ha dado fama -hasta protagoniza una serie llamada Grasa- pero también le ha establecido su límite a la hora de hacer humor. Mucho público, entre ellos nutricionistas, le han dado caña: “decían que hacía apología de los malos hábitos, pero yo hablaba de quererse a uno mismo. Hay niños gorditos que me dicen que quieren ser como yo, y esa no es la idea”. Lo que sí tiene claro Kike, es que su carrera no se sustenta por estar gordo, él tiene talento para sacarle humor a cualquier etapa de la vida.
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