La camiseta marinera se reinterpreta esta temporada, pero sin perder su condición de clásico atemporal
- De Napoleón Bonaparte a Coco Chanel y pasando por Kurt Cobain, la camiseta bretona carga con historia y significados
- Se convirtió en un básico en el siglo XX y, seas como seas, aún tiene un lugar en tu fondo de armario
- Los iconos del cine que mejor se ciñeron la camiseta blanca
Ya ha llegado el cuarenta de mayo: hora de quitarnos el sayo y de sacar del armario la camiseta marinera. Conocida también como 'marinière' o camiseta bretona, esta prenda de rayas horizontales es uno de los básicos imperecederos del verano, y vuelve cada año en sus distintos cortes y variantes de color. Es sencilla, es elegante y confiere al portador más cualidades de las que pueden confiarse a una prenda de algodón: seriedad y desenfado, irreverencia y clase, juventud y experiencia, la sugerencia de pragmatismo y espíritu creativo.
Su polisemia es su mayor contradicción: ha sido la favorita de los burgueses y de los bohemios, de los hombres y las mujeres, de la etiqueta y del estilo callejero del siglo XX, y sigue igual de presente que siempre en las tiendas y en los fondos de armario. Pero la historia de esta tendencia comienza como cualquier contagio: se originó en el mar y terminó dando la vuelta al mundo.
Su primera vida: del mar a Coco Chanel, que da a luz un clásico burgués
Las rayas azules debían medir un centímetro. Las blancas, el doble. Los marineros debían llevar una camiseta blanca y un jersey estampado con 21 rayas, cada una simbolizando una de las victorias de Napoleón, según el reglamento de 1858 para la Armada del Segundo Imperio Francés. Su publicación convertía en regla una costumbre que ya se había extendido en los hogares pescadores de Bretaña: la de confeccionar jerseis abotonados en el hombro para proteger del frío a los marineros, y a veces dotarlos de rayas para poder identificarlos si tenían la mala suerte de caerse por la borda.
Las madres, hermanas y esposas de los marineros en el siglo XIX eran las encargadas de tejer en su hogar estas prendas de trabajo, muy solicitadas entre los comerciantes franceses que cruzaban el canal hasta Gran Bretaña. Su punto, aislante y resistente, pasó a ser muy demandado con la nueva norma de vestimenta. Así que una familia del pequeño pueblo de Saint James, que era la encargada de suministrar el hilo que se vendía en todas las mercerías de Normandía y Bretaña, abrió el primer taller que fabricaría estos jerseis y camisetas para abastecer a la marina: la familia de León Legallais.
Pero es a Coco Chanel a quien le debemos la conversión de esta prenda de trabajo en un objeto de moda burguesa: fue la diseñadora quien, tras una visita a la costa, convirtió la marinière en la camiseta estrella de la burguesía que pasaba el verano en la Riviera Francesa. En 1917 creó su colección de temática náutica, que favorecía la silueta masculina para 'empoderar' a su clientela femenina y liberarla del vestido. La Gabrielle vestía la camiseta bretona, que llevaba metida por dentro de los pantalones: era el nacimiento de un clásico instantáneo.
Su segunda vida: de la Nouvelle vague a Estados Unidos
La prenda fue la favorita de las amas de casa adineradas que veraneaban en la Costa Azul en los años 20, aunque la moda terminó cuando este corte masculino dejó de parecer una provocación. Fue la nueva ola del cine francés, nunca mejor llamada, quien le dio a la camiseta marinera su segunda vida en los años 50 y 60: Jean-Luc Godard se la pone a Jean Seberg en Al final de la escapada y a Brigitte Bardot en Contempt, y Jeanne Moreau se la lleva hasta la playa de la película Jules y Jim, de François Truffaut, que se desarrolla en el periodo de entreguerras.
Estas películas francesas pasaron a representar en Europa y Estados Unidos la irreverencia y la libertad de la juventud, y así le devolvieron su encanto a la marinera: combinada con un pixie cut y unos pantalones chinos o con unos shorts y la melena reluciendo al sol, la prenda se convertía en seña de estilo bohemio y contracultural.
Y del celuloide se abre paso hacia el otro lado del Atlántico: la visten enfant terribles como James Dean, intelectuales como Jean Paul Sartre y vanguardistas como Pablo Picasso o Andy Warhol, que se fotografió con ella frente al skyline de Nueva York y se la calzó a Edie Sedgwick en la película Kitchen en 1965.
Proyectada en el escaparate más grande del mundo, la camiseta representa también durante esta época el 'afrancesamiento' de las estrellas más elegantes de Hollywood, que mantiene vivo su encanto burgués: Cary Grant, bronceadísimo, la viste junto a Grace Kelly en Atrapa un ladrón de Alfred Hitchcock, rodada en 1955 en la Riviera Francesa. Audrey Hepburn, Marilyn Monroe o John Wayne posan con ella. Es cuestión de tiempo que todo el mundo quiera tenerla.
Su tercera vida: democratización, grunge y Jean Paul Gaultier
Así que el resto del siglo XX y los comienzos del XXI vieron el 'boom' de la camiseta de rayas convertida en favorito popular. Del armario de intelectuales y artistas dio el salto a los escenarios, las pasarelas y la televisión. Patti Smith la vistió en un recital de poesía, Jean Paul Gaultier la reimaginó y la elevó a su máxima potencia en los años 80, y Kurt Cobain, biberón en mano, protagonizó con ella una de las imágenes más icónicas del street style de los años 90.
Winona Ryder lo imita cuando interpreta en Inocencia interrumpida, como miles de adolescentes a principios de los 2000, y modelos como Kate Moss o Alexa Chung la arrastran hasta nuestros días. En sus manos, como en las de Madonna, es irreverencia; en la de las 'dulces francesas', como Audrey Tatou o Carla Bruni, sigue conservando su elegancia intemporal.
La raya marinera hoy: una prenda eterna
Hoy, la camiseta bretona es un básico más de nuestro street style, y también del de las influencers y las estrellas de Hollywood. Las mujeres de la realeza más aplaudidas por su forma de vestir, como Kate Middleton o la reina Letizia, la llevan para hacer alarde de una elegancia al alcance de todos, y sigue igual de presente que siempre en el armario de tres generaciones de hombres y mujeres que aún no se han cansado del sencillo estampado que tanto hace por nosotros.
A veces vuelve a cobrar protagonismo, como cuando Gigi Hadid la recogió en su colección de inspiración náutica con Tommy Hilfiger, y otras sigue ocupando un discreto segundo plano: está ahí para que mostremos un rostro elegante pero desenfadado, chic o intelectual; moderno, pero consciente de la moda a través del tiempo.
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