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Atlas de lo Pequeño

Grijota vuelve a los felices años 50 recordando el salón de baile La Playa

  • Un libro del etnógrafo Carlos Porro recopila la tradición oral del pueblo palentino
  • Emilia Castro, a punto de cumplir los 100 años, aporta un amplio repertorio de canciones tradicionales

Carmen García Alonso es la última panadera que quedó en activo hace décadas. Te contamos la historia en España Directo

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España Directo - Atlas de lo Pequeño: Viajamos a los años 50 en el pueblo de Grijota

Grijota ha cambiado mucho. La llegada a este pueblo de Palencia está flanqueada por una hilera de urbanizaciones. Una detrás de otra. Atraen a los capitalinos por estar a un paso de la ciudad.

Corina y Juan
Corina y Juan

 Laura García Rojas

A pesar de todo, Emilia Castro, a punto de cumplir los 100 años, sigue manteniendo la ilusión de volver a su pueblo como quien regresa a su feliz pasado. Vive en la ciudad de Valladolid desde hace 50 años, pero las raíces son las raíces: “La casa y mi pueblo donde nací, sin esos dos amores no sé vivir”. Lo recita pausadamente, tirando de una memoria prodigiosa. “Íbamos a lavar al río, todas las amigas juntas, y cantábamos la canción del campo: la espigadora, con su esportilla, hacia la sombra de la cuadrilla”. Lo relata en el coche, a punto de entrar por el puente que salva el agua del Canal de Castilla junto a la vieja fábrica de harinas, ahora abandonada.

Emilia Castro, a punto de cumplir los 100 años
Emilia Castro, a punto de cumplir los 100 años

 Laura García Rojas

Hacemos una primera parada en la preciosa ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, del siglo XIII. Canta con devoción: “Como Reina de los Ángeles, todo lo puedes hacer, aplacar el aire Cierzo, poner nubes y llover”. Cerca de la iglesia, junto a los corrales que pertenecieron a sus padres, desgrana su infancia: “Viví una niñez muy buena, con mis padres, y unos vecinos muy cercanos”. Hace 85 años, cuando las calles olían a pan. “En aquella época había más de 20 panaderías”. Y eran muy populares las canciones propias del gremio: “Panaderas de Grijota, tienen gracia de trigal, la alegría de la jota y la gracia de su sal”.

Emilia es una de las protagonistas de un libro, ‘La tradición oral en Grijota. Canciones, bailes e indumentarias’, que el etnógrafo Carlos Porro ha publicado recientemente con la ayuda del Ayuntamiento de la localidad. También repasa esa tradición panadera, que fue tan importante en la economía local. Lo recuerda bien Carmen García Alonso (96 años), la que fue la última panadera de Grijota al entrar en una estirpe que retrocedía en el tiempo hasta donde alcanza la memoria. “He sido panadera desde que me casé. Nos levantábamos a las cinco de la madrugada. Hacíamos el pan. Yo cocía y cuidaba a los chiquitos”. Tuvo 16 hijos.

La última panadera del pueblo, Carmen García y su hijo
La última panadera del pueblo, Carmen García y su hijo

 Laura García Rojas

Grijota era famosa en toda la provincia por su pan: “Era muy bueno. Venían desde la ciudad de Palencia a comprarlo”. También las rosquillas de palo, cuya receta sigue intacta en su memoria. Para bregar la masa usa un torno de madera con mucha solera. “Tiene más años que yo”. Y eso que ella cuenta ya 96 abriles. Mantiene la agilidad en sus manos para esculpir los nudos que fueron la seña de identidad de las rosquillas, pero hace tiempo que no hay hornos en Grijota…

También hace décadas que la música se apagó en el salón de baile La Playa, aunque en casa de Corina Guantes (88 años) y Juan Aparicio (90 años) todavía tienen los compases en el cuerpo. En el patio encalado, conservan la portada de aquel salón que “se hizo en el año 1944. Se empezó en abril y terminó el 17 de junio”. Era un salón de alto copete. “Venían a bailar desde Palencia capital. Tuvimos mucha suerte. Siempre teníamos el salón lleno”, cuenta con orgullo Corina.

Una orquesta en el salón 'La Playa'
Una orquesta en el salón 'La Playa'

 Laura García Rojas

Su padre montó el salón y ella se encargaba del ambigú: “Era duro pero como estábamos contentos con ello…”. En el interior todavía conservan uno de los rosetones pintados en la pared en el que se puede leer el nombre. “Había otro rosetón de una pareja bailando, muy bonito”. Los dibujos reflejaban lo que se vivía entre esas cuatro paredes que ahora son un garaje. “Traíamos unas orquestas buenísimas, ehhh”. “Venían de toda la provincia”, apostilla su marido Juan. Y parece que las canciones de los Toby’s, de Paredes de Nava, empiezan a sonar.

La orquesta Dulzaneiros en el salón 'La Playa'
La orquesta Dulzaneiros en el salón 'La Playa'

 Laura García Rojas