Elías De Andrés, el maestro herrero de Segovia
- A sus 86 años, sigue teniendo una salud de hierro y hace demostraciones del arte de la forja
- Conoce bien las fraguas de la provincia, como la de Sotosalbos, que conserva el viejo fuelle de más de 200 años
- Nos descubre el poder del fuego, el martillo y el yunque para ‘pegar’ el hierro en España Directo
Le quita hierro, pero Elías De Andrés tiene una salud de hierro, una agilidad mental y física y una vitalidad que cualquiera diría que tiene 86 años. Sus manos, ajadas y grandes, acarician con delicadeza el fuelle bicentenario de la fragua de Sotosalbos (Segovia). “Es muy difícil encontrar uno así”. Lo dice el maestro de maestros de la provincia de Segovia. “Empecé a ayudar a mi padre cuando tenía ocho años moviendo el fuelle y a trabajar cuando tenía unos 10”. Se convirtió así en la cuarta generación de herreros en la fragua que entonces tenía su familia en su pueblo, Espirdo (Segovia). Hoy su hijo tiene un taller en Segovia capital.
A Sotosalbos ha venido acompañado de su nieto, Daniel De Andrés: “Quiero ser la sexta generación de herreros. Aprender del abuelo”, asegura convencido. Daniel hoy, como hiciera su abuelo de niño, es el encargado del fuelle, que requiere fuerza bruta. Con el brazo, sube y baja la cadena que acciona el mecanismo: “Mete toda la presión del aire al carbón para que vaya abriendo llama y hacerla homogénea”. El fuelle no para de chirriar todo el rato. De pronto crea fogonazos hipnóticos sobre la cama de carbón. La fragua alcanza entonces más de 1.000 grados de temperatura.
Un rombo segoviano
Aunque Elías está jubilado, hace demostraciones por la provincia, para que toda esa sabiduría no se pierda. Para el Atlas de lo Pequeño de España Directo forja un rombo segoviano: “para mí una de las piezas más difíciles”. Tiene cuatro barritas de hierro en la mano. “Estas cuatro piezas hay que pegarlas a fuego, con arena de río”, explica. Coge unas pinzas y una llamarada engulle la pieza. Hay que esperar a que el fuego y el calor hagan su efecto. Después lleva la barrita incandescente al yunque. El tintineo del martillo se confunde con el chirriar del fuelle.
Con cada martillazo, la barrita va adquiriendo una forma curva ¿Para esto hace falta mucha fuerza? “Bueno, hace falta fuerza pero sobre todo maña”. Cuando ha curvado la segunda barrita llega uno de las fases más complicadas. “Hay que ‘pegar’ las dos piezas” Y las mete al fuego. Como si fuera un cocinero, echa puñaditos de arena de río. A esta operación se le llama caldar. Y vuelve al yunque para ‘pegar’ las dos piezas curvas a martillazos. Terminada la primera mitad, se repite la operación. El rombo ya está terminado. Elías lo mete en una pila de piedra antigua para enfriarlo y el agua empieza a burbujear: “Las piezas se pueden templar con agua, con arena; se puede templar batiendo, y con aceite”. El rombo segoviano todavía retiene algo de temperatura.
La fragua de Sotosalbos
Hace unos años, el Ayuntamiento de Sotosalbos, de apenas 100 vecinos, decidió recuperar la vieja herrería, situada a las afueras del pueblo. Ya lo había hecho antes con el viejo potro de herrar. Hay vecinos que todavía lo recuerdan en uso. Alicia Manzano es hija y nieta de herreros y herradores. “Era muy curioso verlos cómo herraban a los machos y oír el tintineo del martillo sobre la herradura”, recuerda con una fotografía de su padre, Felipe Manzano, en acción. Su abuelo, Emiliano Manzano, fue el último herrero de Sotosalbos: “Trabajó 40 años en la fragua y mi padre le acompañó los últimos 10. Era un oficio, cuando él estaba, absolutamente necesario”, porque de aquí salían las piezas para trabajar en el campo.