Zósima, la guardiana del último telar de Olombrada
- La pieza centenaria recuerda una industria textil que fue muy importante en Castilla y León
- Carlos Porro es etnógrafo desde hace más de 30 años y ha recogido la memoria de este pueblo segoviano
- El cancionero popular recoge temas que solo mujeres nonagenarias como Paz y Flora recuerdan. Te contamos en España Directo
Su coche ha dado tantos tumbos que hace poco tuvo que cambiar el motor. “Tiene más de 570.000 kilómetros”. Carlos Porro conduce por la carretera secundaria que nos lleva a Olombrada (536 habitantes, Segovia). Es etnógrafo desde hace más de 30 años, una profesión imprecisa quizá como la memoria de Castilla y León que se empeña en recoger para que no se pierda. El suyo es un viaje en el tiempo. “Vas en busca de esa memoria perdida, de una memoria olvidada de hace muchas décadas, en una lección de historia viva de algo que si no es de esta manera no lo puedes conocer”.
La única manera que tiene un guardián de la memoria de congelar el recuerdo es el trabajo de campo. “Es en los pueblos donde está esa memoria conservada en la gente que ha seguido viviendo en ellos”. Lo cuenta en el patio que Paz Rojo (90 años) tiene plagado de plantas. Junto a ella Flora Valentín (92 años). Les gusta cantar, desde siempre. “Hay canciones que aprendimos de niñas, en el colegio”. Otras pasaron de generación en generación. Carlos saca la grabadora y la apoya sobre la mesa. La tradición oral hace su trabajo. “El cura ya no va a misa, el ama dice por qué, porque no tiene camisa, camisa yo le daré”. Se guardan las grabaciones en el ordenador. “Después de más de 30 años, tengo miles y miles de entradas guardadas. No solo audios, también fotografías y otros documentos”, explica Carlos Porro. Esa dilatada carrera, viaje tras viaje, hace que encuentre testimonios muy valiosos en los lugares más insospechados.
Conocemos a Zósima
Abre la puerta de casa Zósima Núñez (93 años) con una sonrisa. Es una mujer menuda, risueña, rápida en las respuestas a pesar de la edad. Y con una risa fácil y muy contagiosa. Tras una puerta junto al salón, aparece el último telar que urdía una industria textil pretérita en Olombrada y en Castilla y León. “Perteneció a mi marido, Rafael Colomo. Él era el tejedor”, el último tejedor de este pueblo. “Así tejía las mantas, de esta largura”, explica con una en la mano. “Y luego yo hacía los flecos… Aquí no nos lo daban hecho”. El telar de Zósima se encuentra en perfecto estado. No siempre es así: “Ocurre que se pierde la memoria del patrimonio. A veces conservamos las piezas, pero no sabemos cómo funcionan”, asegura Carlos. No es su caso. “Él sabe cómo se teje, que le enseñó mi marido. Y era, hija mía, un crío”, apostilla Zosi. Se conocen ya desde hace décadas.
En el desván de Zósima descansan otras reliquias centenarias de madera que servían para hacer la urdimbre y las canillas. En un barreño, los ovillos de retales multicolores son como los hilos de la memoria. “Las ropas que no valían las cortaban, las faldas viejas, por ejemplo. Los trozos se iban retorciendo y doblando así, para hacer las canillas”, explica. Hace 15 años que murió su marido, pero su legado sigue intacto. “Sí, claro. Y las cuido para que no se apolillen, y todo”. Como si en cualquier momento la lanzadera del telar se pusiera, otra vez, a bailar.