Barritas sustitutivas: sustituyen mal
- La nutricionista Lucía Martínez nos cuenta por qué las barritas sustitutivas no son una buena opción
- Ni aportan los nutrientes y la energía necesarios, ni sacian, ni nos ayudan a comer mejor
- Es posible que la nueva ley que las regula haga que tengan peor sabor
¿Habéis caído alguna vez en eso de sustituir la comida o la cena por una barrita dulzona de regusto raruno que os prometía perder peso? Pues si decidís reincidir en ello, a partir del año que viene van a estar aún más malas. Vengo a convenceros de que recurrir a esos productos no es una buena idea. Y no solo por el sabor.
Barritas sustitutivas: aún más malas
La Unión Europea va a modificar la legislación que deben cumplir este tipo de productos para 2022. Los llamados “productos sustitutivos para dietas de pérdida de peso” (PSDPP) van a tener que cambiar su composición, concretamente aumentando la cantidad de proteínas un 50% respecto a la norma actual, se les obligará también a incluir colina y a aumentar el aporte de ácidos grasos esenciales.
¿Y qué pasa con todo eso? Que según las pruebas que han hecho con estos nuevos requisitos, los productos resultantes no saben bien y se conservan peor. Además, su coste de producción se elevará bastante, ya que los ingredientes proteicos son más caros que los almidones y azúcares usados actualmente. Se baraja la posibilidad de que este tipo de productos salga del mercado con esa nueva norma.
No os voy a decir que no me parezca una buena noticia (no el cambio de composición, sino que dejen de venderse), aunque habrá que ver cómo lo resuelven las marcas que los fabrican, ya que no creo que vayan a dejar perder tan fácilmente esa cuota de mercado.
“Ahorrarse” una comida: ¿es esto una ventaja real?
La supuesta utilidad de estas barritas o batidos es “ahorrarnos” una comida para así perder peso. Pero este planteamiento tiene varios fallos:
- No aportan nada en el plano de la educación alimentaria. Ni aprendemos a comer mejor ni a tener más habilidades en la cocina ni a organizarnos, etc. Por lo tanto, no mejorarán nada en nuestro estilo de vida a largo plazo. Es decir, no son una estrategia adecuada para llegar a un peso saludable y mantenerlo. Y tampoco para mejorar nuestra alimentación. Cuando el principal consejo es aumentar la ingesta de frutas, verduras y legumbre, ¿quién puede creer que cambiar una comida principal por un ultraprocesado es una mejora en la alimentación?
- No estamos tomando los nutrientes que necesitamos. Por mucho que pongan leyendas en su envoltorio, no es así. Están hechas en general de derivados lácteos, almidones y edulcorantes. Y aunque os parezca mentira, a menudo el azúcar es su primer ingrediente (lo que más contienen) y, si no me creéis leed este análisis de las compañeras de Vitónica. Son un ultraprocesado más y que les añadan vitaminas no cambia nada. Son productos insanos.
- No aportan la energía necesaria. Apenas suelen llegar a las 300 kcal, que son claramente insuficientes (queramos o no perder peso) para sustituir una comida principal e influirá en las ingestas posteriores.
- No favorecen la saciedad. Sí lo hace una comida con su buena ración de verduras y una parte proteica, algo que tengamos que masticar un rato. Tampoco son satisfactorias desde el punto de vista organoléptico ni coinciden con nuestra idea cultural de “comida” o “cena”, por ello es habitual que disparen la ansiedad y terminemos comiendo snacks o dulces con la sensación de que “no hemos comido”.
- Se cargan el componente social de las comidas. El momento de descanso, de sentarse a compartir la comida, etc.
- Ni siquiera estamos “ahorrando” dinero, son productos caros para la pésima calidad de sus ingredientes. Un plato de comida sale más barato.
- Su marketing lleva una marca de género brutal dirigida, cómo no, a mujeres. Como casi todo lo light, lo adelgazante o lo que te “ayuda” a estar más mona. No compréis productos machistas.
Tampoco son una buena opción puntual
Hay quien argumenta que son una buena opción puntual para un día en el que se va con prisa o no se tienen ganas de cocinar. Tampoco estoy de acuerdo. Hay opciones mucho mejores: sin salirnos del propio supermercado tenemos hasta ensaladas listas para comer (que no es que sean las mejores del mundo y además generan mucho residuo, pero sin duda nutricionalmente son una elección mucho mejor que una barrita sabor chocolate), o tenemos hummus, que junto a unos tomatitos cherry y unas zanahorias baby para untar nos hacen una comida, con verduras y parte proteica mucho más interesante.
Podemos elegir un plátano y unas almendras, e incluso un trozo de chocolate de verdad (con más del 85% de cacao), que no es que sea lo mejor como comida principal, pero sin duda mejora a las barritas sobradamente. Y ojo, que estoy hablando solo de opciones que podamos coger en un super, abrir y comer. Si introducimos un poco de previsión y un tupper, las opciones rápidas son infinitas.
Y si necesitáis perder peso, hacedlo de la mano de una dietista-nutricionista, no de la industria alimentaria.
Cuando buscamos estudios acerca de estos sustitutivos de comida, encontramos algunos que nos ofrecen buenos resultados, pero si nos fijamos un poco mejor, vemos que; están financiados por empresas que venden este tipo de productos. Es decir, tienen un claro conflicto de interés. La OCU también hizo una revisión de varias barritas sustitutivas de marcas muy habituales, de las 8 que analizaron; 5 fueron mal valoradas en el aspecto nutricional. El panel de cata marcó como las más ricas aquellas con peor composición.