Lucía Martínez: "La infancia es la memoria que tenemos"
- La percusionista nació en Galicia y vive en Berlín
- Su estética musical se nutre de la música que le conmueve
La percusionista Lucía Martínez vive en Berlín. donde está desarrollando su carrera artística. Desde hace unos meses también visita asiduamente Sevilla para impartir clases en el Conservatorio Superior de Jazz. Nació en Vigo y habla con RNE desde allí por teléfono, recién llegada del Festival de Vitoria. Protagoniza el primer episodio de la sección “Enraizados” en El gallo que no cesa de RNE, un espacio para conocer a músicos y músicas que residen o han residido fuera de la tierra que los ha visto crecer.
Dices que "te gusta abrir los ojos a los estudiantes", si los quieres abrir es porque les quieres mostrar cosas. ¿Qué quieres compartir con ellos y ellas?
La llegada a Sevilla al Superior de Jazz fue un poco atragantada porque yo siempre fui de mi carrera, de investigar, de hacer música y arriesgarme. Llegué y me encontré a gente de mi edad para arriba. Tocan súper bien. Son súper talentosos, pero como encerrados, quizás, en una estética que ellos denominan “jazz”. Muchas veces me encuentro: "El jazz es esto". Encontré como una labor, que es la de enseñarles algo que no es lo que dicen las normas que es el jazz. Es un poco como el aunar la música y los aspectos artísticos con lo que se dice que es el jazz. Ellos pueden ser compositores, creadores. Además, por ejemplo, obviaban el jazz europeo. No conocían casi nada. ¿Cómo puede ser que estemos tan cerca y se obvie otras tendencias del jazz o de la libre improvisación? Encontré ahí esa motivación y eso es lo que yo creo que les puedo aportar.
Dices que están “encerrados en una estética". ¿Cuál dirías que es la estética que busca Lucía Martínez?
La estética en la que se movían ellos o con lo que yo me encuentro habitualmente es el jazz norteamericano. Muy respetable, maravillosa, súper válida, extraordinaria y que yo también estudié. Mi estética, o donde yo me siento, es donde me toca el alma. Les hablo mucho a ellos de dónde me toca a mí la música, lo que mueve o me conmueve. Es algo más cercano, a la tradición musical mía de mi infancia, a la memoria musical, que en este caso es Galicia. Aunque yo llevo un montón de tiempo fuera.
Por otro lado, la música clásica contemporánea, la música europea, incluso de pop, chanson, música europea que cantaban mis padres, como las canciones italianas. Todo eso es como que lo obviamos y es música popular. Otros casos es música clásica culta. Creo que todo eso soy yo, más que irme tan lejos a los Estados Unidos. Para estudiar es muy bueno porque está muy organizado, llevan muchas generaciones enseñando jazz, a improvisar y eso es una ayuda pedagógica muy importante. Encontrar la voz individual, la estética personal o lo que te conmueve, creo que es lo más interesante.
Hablabas de tu infancia, de tus orígenes gallegos. ¿A cuáles te refieres? ¿A las verbenas? ¿A la música popular y tradicional?
A la música popular tradicional, también de verbena. ¡Cómo que no! En el primer disco Soños e delirios, "Eu de Marín ausenteime", que es una canción, aquí se canta en los bares bebiendo en la taza de vino. La emoción de poder sacar eso de contexto y hacerlo mío. Ponerlo en el lenguaje mío moderno y, por supuesto, la música tradicional. Yo empecé tocando la zanfona y percusión tradicional y eso está siempre para mí. La infancia es la memoria que tenemos. Yo veo a la gente, a los guiris, escuchar música, los tambores africanos, la música del Pacífico y les conmueve. Hay algo. Les toca dentro. Es algo inexplicable y muy poca gente tiene eso. Nosotros aquí, en Galicia, yo lo tengo. Ellos lo tienen en Andalucía, como con toda la historia de la música andalusí, árabe o flamenco. Tienen una memoria de música muy potente.
¿Cómo reciben en Berlín estas músicas que haces enraizadas en Galicia?
Les sorprende. Después de tanto tiempo en Alemania, lo que más me llama la atención es que al público le conmueve lo auténtico. Van a muchos conciertos porque es gente que consume cultura, pero cuando algo les conmueve. Te viene un prusiano o un alemán de estos serios emocionado y dices: “Algo pasó aquí que le conmovió”. Se valora mucho la autenticidad. Yo hablo en alemán, pero no puedo negar mi acento español o gallego, me dicen “es auténtico y transmites algo”. Hago música moderna, pero con el carácter y con el acento que está en lo profundo de mí, en mi memoria.
Lo que estamos hablando de la música popular, me ha recordado al disco Hispania fantastic de Josetxo Goia-Aribe en el que participaste. En ese álbum hay mucha autenticidad.
Total. Ahí hay sin tapar nada. Lo que hace Josetxo me parece de una fuerza brutal. Su manera de tocar como que no oculta absolutamente nada de esas melodías tradicionales. Entonces es todavía más rudo, más directo. Resultó bastante complicado encontrar una estética o una manera de ponerlo actual, finalmente encontramos el camino.
¿Cómo interactúas con todos estos sonidos como compositora? ¿Te pones delante de una partitura?
Con mis proyectos yo soy súper escolástica, parece que soy todo lo contrario, me siento, escribo y después me imagino como podría ser la película. Yo escribo mucha música, de hecho, me gusta escribir para coro o cámara. En los proyectos míos escribo para gente que conozco, entonces hay mogollón de espacio. Sí que estructuro la música y dejo espacio, porque conozco el lenguaje de las personas que tocan.
Me gusta mucho el efecto del contraste, entre la melodía muy fuerte y la libertad creativa. Si algo caracteriza mi música es el contraste, cae una historia súper libre y súper creativa y luego hay una melodía muy fuerte. Podría ser una melodía tradicional. Luego un contrapunto con toda la banda. Creo que es más desde la organización mental que de dejar que todo ocurra. No es totalmente libre, me refiero a [a la formación de] Cuarteto o [al proyecto] The Fearless. En la libre improvisación ya es otra historia.
¿Entiendes la música improvisada separada respecto de los proyectos donde compones?
Lo entiendo como algo compatible. Por ejemplo, yo no habría hecho The Fearles si no hubiese tocado un montón de música improvisada. Es como que respiro, me lleno de ideas, intento siempre inventar. Igual lo de ser inventor suena un poco egocéntrico, pero me encanta la música que se está inventando. Ese espíritu me apasiona. La libre improvisación me da eso, no me agarra en nada. El punto que uno alcanza en la libre improvisación, cuando estás tocando es una cosa de sensaciones. Cuando escribo intento sentirme de la misma manera, esa música no está agarrada y no está en un corsé, sino que tiene ese espíritu de la libre improvisación. Va en paralelo. Necesito de las dos cosas: concretar e improvisar totalmente libre.
Te inspiras con el cine y la imagen.
La imagen, la literatura, las historias. Un amigo que se murió, Agustín Fernández Paz, que era un escritor de literatura infantil y juvenil de aquí de Galicia. Él era un contador de historias y me decía: "Lo que tenemos es que contar historias siempre, da igual si tu manera de contar historias es con la música, pues hazlo con la música”. Siempre fui muy aficionada al cine, a la lectura y siempre me imaginaba la música de esas historias. Después me fui por la música de cine. Estudié música de cine. Hago a veces música para documentales, cortos de ficción y es algo que me gusta mucho. The Fearles es como un paseo por películas.
Eres profesora, intérprete, compositora. ¿Cómo se nutren unas experiencias de otras?
Tengo la libreta de sensaciones, de notas, que hay partituras y hay espacios en blanco. Ahí va habiendo un cúmulo. Si algún día tengo que hacer una película sobre esto o esta estética o esta atmósfera, pues me escribo una idea. Como docente creo que es fundamental tener una carrera artística mínima, estar nervioso, saber lo que es organizar un programa de concierto o motivar a los músicos. Todo eso creo que es fundamental para transmitir la música y transmitir la emoción.
A veces, lo que necesitan muchos estudiantes no es la parte técnica, que sí, que hay que hacerlo. Pero ese aspecto de la motivación, de que aprendan a hacer, siempre les digo: “Tenéis que aprender a ser vuestros ‘profes’, a motivaros para seguir estudiando porque al final esto es una carrera de fondo”. Hay que estar al día, también mentalmente y estéticamente, qué está pasando, tener curiosidad. Yo creo que se retroalimenta todo.
¿Y cuándo encontró la motivación Lucía Martínez?
A través del folk, estaba tocando con Rodrigo Romaní, que era el artista de Milladoiro y montó su grupo, grabó un disco en solitario y los músicos que llevaba eran todos de la escena del jazz de aquí de Galicia, menos yo. Tenía unos discos en casa de Max Roach & Clifford Brown, el concierto de Colonia de Keith Jarret, un vinilo súper bonito. No había asociado ese estilo, no sabía cómo llegar a él de una manera práctica, fue con ellos que, al final, encontré la manera cómo de estudiarlo, de aprenderlo. Fue con 18 o 19 años.
¿Cómo llegaste a Berlín?
Yo estudié aquí en Vigo el Superior de Clásico. Después estuve en Santiago, me fui a Oporto y allí estudié el Superior de Jazz. De ahí estuve en Finlandia, en Londres. Después descubrí [Berlín], a través de Carlos Bicas, un contrabajista portugués que vive en Berlín. Lo conocí en un concierto y me dijo de ir a Berlín. Visitamos la escuela, conciertos. Fui una semana a allí. Dije: "Aquí tengo que vivir yo". Entonces me fui a hacer el máster allí con John Hollenbeck que es un compositor espectacular, batería además. Estudié ahí y me quedé. La ciudad es una pasada, las artes, el cine, el teatro, la música, el jazz y las músicas improvisadas, en particular. Tenía los ingredientes que yo necesitaba, que quería o que deseaba.