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Lili del Sol: "El joropo es un género que se fusiona muy bien con el flamenco"

  • Protagoniza la sección "Enraizados" que explora músicas creadas en la distancia
  • Una de sus canciones dialoga las sonoridades del flamenco con el joropo

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El gallo que no cesa - Enraizados: Lili del Sol

La productora y cantante Lili del Sol nació en Cali, Colombia. Vive en València, donde ha estudiado en el Campus que Berklee College of Music tiene en la ciudad del Turia. Protagoniza el segundo capítulo de la sección “Enraizados” en El gallo que no cesa de RNE, un espacio para conocer a músicos y músicas que residen o han residido fuera de la tierra que los ha visto crecer.

La naturaleza desde muy pequeña ha estado muy presente en tu vida y en tu música

Es para mí fácil encontrarme, conectar con el ambiente en el que esté, con la naturaleza. Desde niña he tenido una sensibilidad hacia los animales y hacia el ambiente. Mis padres se han encargado de estimularlo y siempre está presente en mi música. En el tambor, en el cuero escucho la resonancia de la tierra. Encuentro en el sonido similitudes con lo que puede sonar en la naturaleza.

Te refieres al ambiente de la ciudad en la que naciste, Cali, en Colombia.

Es una ciudad que durante todo el año está entre 26 y 33 grados, pero normalmente durante el día estamos a 28 o 30. Es una ciudad caliente. Nosotros tenemos temporada de lluvias. No crecí con un invierno o un cambio de colores en otoño o en primavera. Siempre he buscado, de alguna forma, esas sensaciones con las lluvias o la brisa de la tormenta; cómo se escucha el aire que refresca o en las hojas de los árboles. Creo que todo eso es algo que siempre me ha inspirado, también los sonidos de la ciudad, la gente paseando, los cantos que te puedes encontrar.

¿Es algo emocional? ¿Lo incorporas en tus letras o en tus melodías?

Yo creo que es algo emocional. Me aflora dentro. Después se convierte y lo expreso a través de la música. Hay una canción, "Aguacate", que llegó con una melodía que daba vueltas en mi cabeza. Yo decía esto lo he escuchado en algún lado. Finalmente empecé a pronunciar la palabra "Aguacateee" (canta). Recordé que son unos cantos. Es la melodía que las mujeres van por la calle gritando "Aguacate" (canta) en Cali. La recuerdo toda mi vida. Dicen: "Viene el aguacate, tú quieres aguacate para comer". Es una melodía que ya tenía interna. Es como algo emocional que se convirtió en una canción. Se convirtió en un tributo a esta identidad que tenemos. Siento que tenemos que respetar y resaltar los personajes urbanos que tenemos en nuestras ciudades y esos sonidos, también.

¿Te diste cuenta de ello cuando llegaste a España o ya lo tenías incorporado en Colombia?

Yo creo que está incorporado en el ADN, pero hay que reconocer que cuando salgo de mi país empiezan a florecer y resaltar de una manera que yo no esperaba notar de la manera como las noto ahora. Yo siempre digo, a veces, que soy como una persona folklórica, se me sale el folklore en el hablar, en los sabores, en cocinar. Lo mismo en la música y en el canto. Es difícil para mí casarme con un género porque siempre hay algo tradicional que sale. Estás haciendo pop. Estás haciendo folklore. Siempre hay algo que me lleva a la tierra. Es algo que fluye. No me cuestiono. Lo dejo ser.

¿En tu aprendizaje musical tu padre jugó un papel importante?

Mi padre, lo dices, me da nostalgia. Es un gran pilar dentro de mi carrera. No solamente por el gran cariño que nos tenemos, sino también por la gran influencia que ha sido él para mí. Su voz es la que me ha acompañado desde niña. Me cantaba boleros, sones cubanos, tangos, música criolla, pasillos o bambucos. También la música de mi adolescencia como el rock argentino o cierto pop anglo. Toda esa mezcla hace un cóctel diferente. Mi padre ha sido una influencia muy fuerte en todo, en el canto, en la música o en lo una empezó a escuchar

Además de la música, también es importante lo que te han contado. Me refiero a tu madre y a los cuentos que ella te contaba.

(Ríe) Mi madre tenía un libro, 365 libros y más. Había un ‘cuentico' para cada día. Al final tenían una metáfora. Me encanta la metáfora, a todo le saco una metáfora. Esa parte viene muy de mi madre. Siempre hay una metáfora para unir la vida, para aprender o reflexionar. Tengo un tío que es historiador. He escuchado una gran cantidad de bellas historias reales.

¿Cuándo aparece el interés por la formación musical?

Desde que soy niña, sí que tengo recuerdos de coger el peine del cabello o el cepillo de dientes y hacer los gestos de cantar o de coger la guitarra. Había algo en mis gestos, en mi cuerpo. Brotaban. Fluían completamente. Mis padres me cuentan que cuando era una recién nacida la única manera en la que conseguían que yo me durmiera era ponerme música. Me ponían las Cuatro estaciones de Vivaldi. No había MP3. Había que poner cassettes y cada 20 minutos tenías que darle la vuelta. Paraba la música y yo me ponía a llorar. Todo lo que tuviera sonido era algo que me llamaba mucho la atención.

Sí recuerdo un punto muy especial. Cuando decido mi formación musical. Estudiaba piano, guitarra y canto. Lo mezclaba con teatro y danza. Recuerdo cuando tenía que tomar la decisión y había algo que me daba mucha curiosidad: “Cómo llegaba la música a la radio, en los CDs”. Yo los miraba y decía: "Esto cómo está aquí, cómo está grabado". Esa era una parte que me apasionaba entender. Ahí llegué en contacto con los estudios musicales, con un computador y grabar. Mi voz con la guitarra, ver que quedaba en un solo audio, ese yo lo podía imprimir en un disco y meter en el coche.

Era como "no puede ser, esto es una ciencia bellísima". Ahí me doy cuenta de esa otra parte de la música que no conocía y es ahí cuando yo empiezo: "Quiero saber más de esto". Me voy por el lado de la producción de audio. Siempre había tenido ese sueño de Berklee. Era como un sueño entender que una escuela funcionara completamente alrededor de la música y todo lo que tiene que ver con esa industria. Yo estaba estudiando en Colombia y dije: "Boston no será, pero qué maravilla que existan esas opciones". Tiempo después me di cuenta del Campus en Valencia y allí decidí entrar a seguir aprendiendo de la tecnología, la innovación y la producción musical. Así llegué a València, buscando esa magia.

¿Cuándo decides estudiar producción musical?

Hay un momento muy especial. Estaba terminando el último año de colegio. Tenía que hacer un proyecto anual y final para poderme graduar. En este proyecto hice un taller de composición con unos chicos de un barrio de mi ciudad y en ese proceso de componer, corregir, escribir, encontrar la mejor forma de expresar nuestras emociones o nuestros sentimientos me encontré con la fortuna de poder ir a un estudio de grabación. Estaba como dirigiendo todo el proceso. Me encuentro también con un familiar que estaba allí trabajando y me empieza a mostrar cómo funciona el mundo de la producción y a dirigir a los chicos: “Vamos a grabar aquí, vamos a hacer esta segunda voz”. Empecé a notar en mí una fluidez con producir que me encantó. Lo sentí muy natural. Dirigir, entenderme con quién estaba en el control room de una manera muy natural. Poder traducir entre los chicos, con quien había estado trabajando desde el principio, componer una canción hasta el momento en el que estábamos en el estudio, hablando con quién estaba de ingeniero. Fue increíble. Yo creo que allí me di cuenta de la producción. Entendí su importancia en un trabajo musical y eso me llamó mucho la atención.

¿Cómo te encuentras ahora? ¿Qué es lo que más te motiva?

Creo que no podría elegir. Son dos momentos distintos en el proceso creativo. La tecnología y toda esta parte de las producciones es la herramienta. Me siento súper agradecida de poder conocer este proceso, pero siento al mismo tiempo que llegar en vivo a brotar tus energías, tus ideas, ser tú el que puedes llegar a la gente y tocarlos es otro proceso diferente. No podría elegir entre estar en la consola o en el micrófono. Me gustan los dos roles. Entiendo que, a veces, para no perder la subjetividad de la música, que es lo importante, tengo personas en el equipo conmigo. Es por la música, no por mí rol, ni estar como jefa de nada.

¿Cómo es trabajar con ellos, qué indicaciones les das, cómo se las das?

Es fundamental ser honesta, vulnerable y transparente con lo que conlleva el proceso. Tengo la fortuna de trabajar con unas personas, un equipo que me conoce, también como ser humano, como mujer y que entienden de dónde viene mi música. Eso es súper valioso para mí. No me gusta ponerme de cabeza, siempre he tenido momentos y situaciones donde siento que los grupos van cambiando, las personas van transformando y he tenido la oportunidad de decir en algún momento: "Pero tú eres la jefa, por qué no". Me ha costado entender a mi misma como líder, tener la decisión de tomar las riendas del proceso, pero para mí es fundamental respetar cada opinión, sugerencias para nutrir el proceso y poder contar con gente que respeta eso y se siente también bien trabajando de esa manera.

La gente con la que estás trabajando. Los ha conocido en Valencia. Te los has encontrado allí.

Sí, hemos pasado por Berklee. Nos hemos encontrado aquí. Como también hay gente que ya no está en València, pero que está en otros lugares. Está en la India, en Hong Kong, en México o en Estados Unidos. Lo bello de todo este proceso es que conectar por medio de la música deja unos lazos tan fuertes que no importa la distancia. Eso nos ha permitido seguirnos comunicando. Seguir apreciándonos, seguir sugiriéndonos a distancia. Yo soy equipo de otras personas, en otros proyectos y podernos alimentarnos de esa manera.

Una de esas experiencias que has tenido en Berklee más interesante fue una especie de incursión en el flamenco con el tema “Aquí mismito”.

Es un tributo a un artista colombiano, de música tradicional, de los llanos orientales, el Cholo Valderrama. Bello exponente de la música de esta región. El joropo es un género que se fusiona muy bien con el flamenco, en este caso con la bulería. Creo que en parte era como "yo estoy ‘acá’, quiero conocer un poco de estas raíces” y fue muy bonito notar como encajaron perfectamente.

El joropo es un género que tiene arpa, tiene cuatro. Esos instrumentos han llegado con la colonización y ha sido el campesino, el indígena o el mestizo que los coge y los pone su fuerza, les pone su emoción, según el lugar dónde estén. Me refiero a cómo sale el sol, cómo respira el aire en el llano o cómo se mueven los árboles. Coge esos instrumentos y le da una fuerza completamente distinta a cómo suena el arpa distinta de acá en Europa. Hacer esta fusión de estos dos mundos fue una experiencia importantísima para mí. Me despertó mucha curiosidad por las raíces de ‘acá’. Me mostró lo bonito de ver la hermandad que hay dentro de nuestras músicas.

¿Hay alguna de estas experiencias que te haya aportado cosas interesantes a tu música?

Pasar por Berklee fue algo muy especial para mí porque es tener una cercanía con muchas culturas del mundo. Poder tener esa apreciación de la diferencia y acercarme como ser humano a la diferencia, porque nos hace únicos, pero nos vemos tan iguales y nos hace tan distintos. Eso me parece tan apasionante. Lo he tratado de exponer dentro de mi música. Me encanta la exploración musical con distintas raíces.

Ahora estoy haciendo una colaboración con un músico y amigo, Manu Illinois. Él es francés y hemos estado componiendo y haciendo unas canciones que sin ningún plan, sin ninguna ambición fueron oxígeno durante la cuarentena. Mientras estábamos entre las paredes de nuestra casas. Él nos mandaba melodías, la estructura de una guitarra. Formaba una melodía. Me ponía a escribir. Le mandaba y de repente teníamos una canción donde nos sentíamos liberados.

La primera canción se llama “Agua”, es como una plegaria: "Volvete río limpia lo que no es mío, agua volvete mar que quiero decantar la sal". En esos momentos donde estás encerrado y hay tanta cosa pasando en tu cabeza es como que quiero meterme en un río y dejarme fluir allí. Creo que esa interacción con personas que son distintas a mi cultura, que encontramos tantas cosas en común dentro de la diferencia. Me han hecho crecer mucho, abrir mis horizontes y puntos de vista.

¿A qué te gusta cantar?

Siempre hay algún elemento conectado con el planeta, la tierra, algo natural, el fuego, el agua o el aire. Siempre tengo una conexión con esto. La metáfora es algo que me gusta incluir y los temas sociales me despiertan muchísimo, también de crecimiento, cambio de pieles que tenemos como seres humanos. Eso me despierta muchísimo. Me inspira bastante, relacionarlos con esto, con el ambiente en el que vivimos, con la historia. Me parece bonito.

Estas forma de acercarte a las músicas de raíz colombianas puede ser una forma de estar conectada con Cali.

Creo que más que encontrar como unión a esa distancia o de una manera como vivir esa nostalgia. Creo que es una celebración a lo que ha sido mi vida, a la construcción de una identidad, no solamente en mí, en mi país. Sí lo veo más como una celebración a quién soy, a quiénes somos, a lo mucho que podemos seguir descubriendo lo que tenemos en nuestras tierras. No solamente en Colombia, sino en el mundo. Me parece bonito como es una forma, también de crear nuevos lugares. Imagínate a qué sonaría la ciudad de Cali mezclada con la ciudad de València. Es un nuevo lugar. Me gusta pensar como la fusión de ritmos del mundo o de músicas del mundo desde allí, desde crear nuevos lugares con esperanza, con tanto entendimiento.