'Érase una vez en Euskadi' o cómo ser un niño durante el conflicto vasco
- Descubre el primer largometraje del realizador Manu Gómez, con Luis Callejo y Ruth Díaz
- Ambientada en el verano de 1985, cuenta la historia de Marcos y sus tres amigos
Érase una vez en Euskadi (2021) es el primer largometraje del realizador Manu Gómez, una película que cuenta con la participación de RTVE. "Es un retorno a mi infancia y a esas calles que me vieron crecer. Una historia cuyo objetivo es recorrer desde la mirada de cuatro niños de doce años esa Euskadi de los 80 que tanta huella dejó en aquellos que la vivimos, la disfrutamos y a menudo la lloramos”, cuenta el propio cineasta.
La película, protagonizada por cuatro niños de doce años y contextualizada en uno de los periodos más turbulentos del País Vasco, se ha rodado en diferentes localización de Euskadi como Arrasate, Azkoaga, Bergara, Eibar, Elgeta, Elgoibar, Oñate, Soraluze y Zumárraga.
“Rodar una película siempre es una aventura muy intensa y apasionante, pero si además la ruedas en los lugares donde creciste y que fueron la principal inspiración a la hora de escribirla es una experiencia única y seguramente irrepetible”, comenta el director y guionista del filme.
En la cinta además podremos ver rostros reconocidos como Luis Callejo, Marian Álvarez, Yon González, Arón Piper, Vicente Romero y Ruth Díaz. Además, Javier Salmones se ocupa de la dirección de fotografía; Antxon Gómez es el director de arte; Josune Lasa es la responsable del diseño de vestuario; Diana Sagrista del Sonido; Carmen Sánchez es la Directora de producción; Esther y Ana Guillem están a cargo del maquillaje y la peluquería y el montaje es obra Ángel Hernández Zoido. Érase una vez en Euskadi cuenta con la producción de La Canica Films y Eráse mi cuadrilla la película A.I.E.
'Érase una vez en Euskadi': Sinopsis
Euskadi, 1985. El colegio ha terminado, por fin llegan las ansiadas vacaciones. Marcos y sus 3 amigos, José Antonio, Paquito y Toni, reciben expectantes la llegada del verano, un verano prometedor sobre todo porque a sus doce años poco importa dónde, ni cuándo, ni cómo. Recorrerán las horas en el laberinto que la vida les ha deparado, en una Euskadi antigua, luchadora, convulsa. Un laberinto de paredes grafiteras, donde rebotan las pelotas de goma y los sueños de libertad; cubierto de un cielo gris prefabricado en cooperativas, donde la muerte y la vida ya no mantienen relaciones formales.