Lady Di, la leyenda de una princesa diferente que sigue marcando a generaciones
- Se cumplen 24 años de la muerte de Diana de Gales en el trágico accidente de tráfico que impactó a medio mundo
- "El mito de Diana no solo fue fascinante para la gente de su época, sino también para muchas personas de mi generación"
- Desde Corazón y Tendencias rendimos homenaje al icono y leyenda de la princesa
Solo tenía dos años cuando Diana de Gales perdió la vida en el Puente del Alma de París. Mi madre lo recuerda como un acontecimiento “que marcó aquellos días a medio mundo”. Y tiempo después, le di la razón. Tuvieron que pasar 17 años más para que fuera realmente consciente de que llevaba toda una vida interiorizando escenas sobre la princesa Diana y construyendo poco a poco un mito que a día de hoy, puedo asegurar que sigue presente. Al principio me pregunté por qué llegué a conectar con ella en un punto tan concreto de mi vida, y poco a poco me fui dando cuenta de todos y cada uno de los motivos. Al contrario de lo que pueda parecer, esto no es un perfil más de los cientos que se han creado en torno a su persona, sino la defensa de una leyenda que no solo fue fascinante para la gente de su época, sino también para muchas personas de mi generación.
Recuerdo el momento en el que mi cabeza hizo clic. ¿Sabes cuando algo te llama tanto la atención que no puedes dejar de aprender sobre ello? Pues fue exactamente lo que me ocurrió con ella. "Diana: Réquiem por una mentira" fue el primer libro que me leí sobre su figura. Conocí a Concha Calleja, su autora, haciendo zapping en televisión. Lo que no me imaginé fue que a partir de ese momento, la conexión que entablé con la que fue princesa de Gales perdurase hasta hoy, que con 26 años sigo teniéndola como icono y referente. Entiendo que resulte extraño que yo, sin haberla conocido, sienta que su entrega fue inspiradora, pero con el paso de los años descubrí que su infancia no fue idílica y que la bulimia y las autolesiones formaron parte de su vida. Confieso que el mito llegó a mi a través de imágenes que no llegué a ver con mis propios ojos a la par que ocurrían, pero ahí radica el verdadero motivo de este homenaje: los jóvenes seguimos disfrutando de un legado que se resiste a ver su fin.
De su soledad en India al aplaudido "vestido de la venganza"
Cuando comencé a investigar, yo tenía la misma edad que Diana cuando se casó con el príncipe Carlos. No llegaba a los 21 años, pero comprendí que aquel rostro con aparente vergüenza y evidente inseguridad fue el que consiguió encandilar a una sociedad acostumbrada a los estrictos protocolos de la Casa Real británica. Que una mujer fuera capaz de transformar las normas de una de las monarquías más estables del mundo no hacía más que engrandecer su mito. De hecho, me sorprendió comprobar cómo fue capaz de acercarse a los cientos de personas que se agolpaban a su alrededor sin ningún tipo de evidencia que mostrase agobio, estrés o malestar por ejercer sus funciones como princesa. Algo que no ocurría con otros miembros de la Familia Real y que, sin ella preverlo, seguramente la convirtieron en la única capaz de llevar por bandera una frescura, espontaneidad y simpatía de la que carecía el resto del Palacio.
Son muchas las imágenes que parecen sacadas hace apenas unos días. ¿Quién no recuerda aquella fotografía donde aparece sola delante del Taj Mahal? Confieso que me pareció una instantánea típica para el recuerdo, pero solo tuve que indagar un poco más sobre aquel viaje para darme cuenta de que Lady Di no posaba como una turista más, sino que era la viva imagen de una mujer a punto de divorciarse y de desvincularse por completo de la figura de su marido.
En ese momento lo tuve claro: Diana comenzaba a resurgir. Mientras ponía punto y final a su historia como personaje de la realeza, se iba ganando el corazón del pueblo. En aquel instante descubrí el verdadero significado de aquel “vestido de la venganza”. La princesa apareció con él durante una fiesta que se celebró la misma noche en la que el príncipe Carlos había confesado su prolongada infidelidad en un programa de televisión. Y qué queréis que os diga, me pareció fabuloso ver cómo para una mujer que se había casado casi al salir de la escuela, el divorcio representó una auténtica oportunidad.
Soy consciente del despliegue que se llevó a cabo cuando este matrimonio, que en un principio tomé como idílico, se casó por todo lo alto y con millones de espectadores a sus pies. Y aunque pronto tuve la información suficiente para saber que esa unión no fue tan romántica como creía, también fue necesaria para seguir engrandeciendo el mito de Diana como madre, amiga y amante. Porque en mi cabeza no cabía imaginarme que una princesa procedente de una monarquía tan férrea como la británica fuera capaz de montarse con sus hijos en una montaña rusa de agua y sonreír sin complejo; tampoco que se paseara por las calles de Reino Unido ataviada con unas mallas y una sudadera que bien podrían ser el outfit de una it girl contemporánea; y mucho menos conocer anécdotas que mostraban a la princesa como una mujer completamente desvinculada de las normas de Buckinham para llevarse a sus hijos, por ejemplo, a comerse una hamburguesa del McDonald's más cercano.
“A ojos del mundo comenzó a ser simplemente Diana”
Si siempre había creído que Diana ejerció el rol de mujer moderna y empoderada dentro de una institución que en aquel entonces no lo era, desde ese momento comprendí que el cambio de estilo y de forma de presentarse al exterior era tan solo el reflejo de la confianza y poder que estaba empezando a construir por sí misma. Y me pareció absolutamente grandioso.
Durante una entrevista semanas antes de anunciar su separación, Diana lanzó un mensaje que a día de hoy sigue resonando entre nuestra generación: cuida de ti misma, da forma a tu propio destino y que nadie te limite a ser el apéndice de un hombre. Solo tenía 30 años cuando se vio en la tesitura de rehacer su vida como madre soltera, pero a nadie le sorprendió que dejase a un lado las tiaras y la pomposidad de los vestidos de Buckingham para dar paso a una carrera profesional marcada por lo austero. Seguía siendo una princesa. También la madre de un futuro Rey, pero a ojos del mundo comenzó a ser simplemente Diana.
Aunque su vida no fue perfecta, comprendí que Diana nunca perdió su magnetismo, más bien todo lo contrario: se implicaba en todas las causas solidarias que podía y se dejaba ver junto a la Madre Teresa de Calcuta o Nelson Mandela. ¿Quién no tiene en mente alguna de las imágenes de Lady Di abrazando a desfavorecidos y oprimidos? Observar cómo fue capaz de acercarse sin reparo a la casta de los “intocables” de la India, los enfermos de lepra en Indonesia o a las personas con VIH en Brasil fue el broche de oro para reafirmarme: no habría persona igual a ella.
Sin guantes y con una sonrisa que se percibía natural, Diana fue fotografiada junto a una mujer enferma de sida a la que daba la mano. En un momento donde la enfermedad era sinónimo de miedo, vergüenza y estigma, la princesa trasladó un mensaje repleto de entereza, inteligencia y convicción. Convertida en histórica, la foto -tomada en 1987- ha trascendido hasta nuestros días como el claro ejemplo de cómo un simple acto puede influir en la opinión pública para crear un necesario mensaje de inclusión y tolerancia.
“Desafió protocolos y habló de lo prohibido”
Diana seguía siendo la persona más famosa del mundo. Y lo era cuando viajó a Angola en enero de 1997 para visibilizar la peligrosidad de las minas antipersona. Con un casco y un chaleco de The Halo Trust -organización británica que trabajó para eliminar las minas terrestres implantadas durante la guerra civil del país entre 1975 y 2002-, sus pasos dieron la vuelta al planeta. Que la princesa caminase a través de un campo plagado de minas puso de manifiesto los peligros a los que se enfrentaba la gente común todos los días. Y como bien confesó Michael Stone, representante de Cruz Roja, “ella daba luz a las víctimas, no a sí misma”.
La imagen recorrió ambos hemisferios y el impacto de la campaña contra las minas terrestres fue tal que, al mes siguiente de su muerte, la ONU introdujo el Tratado de Prohibición de Minas. Una vez más, el impacto de su acción quedaba reflejado en los libros de historia, aunque Diana nunca llegara a ser testigo de ello.
En agosto de 1997, Lady Di fue fotografiada por última vez a bordo de un yate en el que navegaba sobre aguas del Mediterráneo junto a su nuevo compañero, Dodi Al-Fayed. Al concluir sus vacaciones, ambos fallecían en un accidente de tráfico que ponía fin a su historia, pero que dio comienzo a una leyenda universal.
Han pasado 24 años desde entonces y multitud de películas, series y documentales se han propuesto mantener viva a Lady Di, Lady Spencer, la princesa de Gales o simplemente Diana. Desafió los protocolos, derribó esquemas y habló de lo prohibido. Lo tuvo absolutamente todo, incluida la soledad. Nunca sabremos qué hubiera sido de ella de no haber perdido la vida aquella madrugada frente al Sena, pero una cosa tengo clara: su influencia está más viva que nunca entre las nuevas generaciones. Ya lo dijo Elton John, amigo íntimo de la princesa durante sus últimos años de vida: “Tu vela se apagó mucho antes de que lo hiciera tu leyenda”. Y de qué manera, Diana. Larga vida a tu legado.