Isabel Martín, viajar a Creta para aprender y compartir música
- Forma parte del dúo Milo ke Mandarini junto a Carlos Ramírez
- Viaja periódicamente a los cursos que se imparten en Labyrinth (Creta)
- Unas formaciones que tienen su versión en Cardedeu (Cataluña)
A Isabel Martín, percusionista y cantante, le resultó “muy familiar” y “muy atractiva” la isla de Creta. Primero estuvo “de visita” y “de paseo”. Allí vivía Carlos Ramírez, la otra pata junto a ella del dúo Milo ke Mandarini. Él interpreta instrumentos de cuerda como yaylı tanbur, bağlama, zanfona, lavta, dutar o ud, entre otros. Son una formación que se acerca a las músicas tradicionales de la Península Ibérica, de Grecia, Turquía o sefardí. Sus orígenes son toledanos, pero en la actualidad viven en Villanueva de la Vera, Extremadura.
Puede parecer un sitio “lejano y exótico”, pero señala que hay muchos elementos que nos unen como “la alimentación”, “la comida”, “la música'', “la forma de vivir y de relacionarse”, “el gusto por estar en compañía”, “las sobremesas” o “el clima”. Una cercanía que también se da en el lenguaje: “Aunque no nos entendamos, pero la fonética es como el castellano”.
Empezó a conocer su cultura y profundizó en su música. Su interés creció y se motivó para aprender músicas de allí, principalmente a través de la escuela Labyrinth que fundó Ross Daly. Realizan cursos intensivos de una semana por la mañana y por la tarde donde se sumergen junto a un profesor en una tradición concreta. El primer taller que recuerda fue uno de canto búlgaro y otro de percusión.
Estas formaciones les empezaron “a abrir un mundo” y con “la necesidad siempre de asistir ahí, de convivir en la isla”. Los cursos se realizan en una pequeña aldea de la isla de Creta. La organización alquila unos pequeños apartamentos para los estudiantes y el pueblo se llena de gente. Se celebran cuatro o cinco seminarios diferentes a la vez.
A la hora de comer o a la noche, se juntan en varias tabernas todas las noches. Alumnado y profesorado comparten mesa. Unos se traen los instrumentos e improvisan unas canciones. Otros prefieren conocer y hablar. Algunos preguntan sobre cómo afrontar el arreglo de un tema musical. “No solo te estás introduciendo en una temática musical muy concreta, sino que también te empapas de una forma de vivir, de entender la música y la vida”.
Una estancia para recordar
Isabel Martín y Carlos Ramírez estuvieron en el verano de 2018 durante varias semanas en unos talleres del Labyrinth: "Fue una experiencia muy intensa. Fueron dos meses con una gran cantidad de horas de ensayo, de media de 10 horas al día, que era bastante abrumador la primera semana, pero luego tu cuerpo, tu cerebro se hace a una dinámica muy intensa, de trabajar, de estudiar cosas muy diferentes”.
Esta experiencia les ha marcado “un antes y un después” a la hora de compartir músicas con “gente diferente”, “ser muy flexible”, “abrirte a la improvisación, a la escucha”. Tenían que preparar cuatro o cinco repertorios, “esto te exigía estar muy atento todo el rato”.
Los frutos del Labyrinth
Todo lo que aprenden en estos cursos, luego se refleja en su música en forma de “creatividad” y les surge, en algunos casos, “la necesidad de romper moldes''. “Pan de pájaro”, una de sus canciones más recientes, es fruto de “experimentar” y “escuchar un poco lo que te va saliendo desde dentro”, sin olvidar la tradición.
Aunque la canción fuera creada íntegramente por Milo ke mandarini, se nutre de escuchar “músicas del mar Negro y a la vez de tener presente en el folklore de donde vivimos. De ahí, probando, probando, salió este tema. Carlos toca la lira de Creta que ha estudiado con Ross Daly y Kelly Thoma, que son claros referentes ahí en Labyrinth”.
Estas composiciones también son “una manera de estudiar esta música”: “Me voy a crear un tema con este instrumento que acabo de estudiarme esta pieza, voy a crear algo referente a la técnica que acabo de practicar y vamos a escuchar mucha música del mar Negro. Después de haber aprendido y practicado mucho una canción, una técnica, luego déjate llevar por eso y ábrete a la creación”. Eso está muy presente en la filosofía del Labyrinth: “Aprendes, te empapas de una tradición, pero también déjate llevar, sé creativo y deja que la tradición viva en ti y que evolucione”.
Labyrinth Catalunya
Estos encuentros se organizan desde los años 80 en Creta y en 2016 se extendieron hasta España, Italia y Canadá. En Cardedeu, tiene lugar Labyrinth Catalunya en periodos vacacionales como Semana Santa. Unos seminarios liderados por los multiinstrumentistas Efrén López y Christos Barbas donde se puede aprender diferentes instrumentos, así como una gran diversidad de tradiciones musicales.
Este 2021 se celebra el 30 de septiembre, 1, 2 y 3 de octubre en Cardedeu y el 11 de septiembre en un formato de taller intensivo de un día en Alborache, un pueblo de València. Una de las profesoras es la misma Isabel Martín, que ha pasado de ser aprendiz a poder compartir sus conocimientos en estos cursos: “Para mí es un poco increíble, es un reto muy grande el poder participar”. “Estaré impartiendo un curso de canto y percusión tradicional castellana que es un poco lo que más me he estado especializando los últimos años, estudiando con Eliseo Parra y Aleix Tobías (Coetus)”.
La forma de introducirse en la música ha sido “muy oral, muy intuitiva”, aunque no descarta otro tipo de aprendizajes más académicos. “Hacer mucho oído, escuchar grabaciones antiguas es fundamental” y ella lo aplica en las formaciones que ella imparte. “Hay muchas cosas que las partituras no están escritas y siempre intentar desarrollar un oído hacia el detalle creo que es fundamental, también el reconocer en nuestras grabaciones antiguas, el color de las voces, los melismas, los detalles que nos cantaban las señoras”
Encuentros sefardíes inesperados
Tanto Isabel Martín como Carlos Ramírez son de Toledo y siempre habían tenido interés por la cultura sefardí. Han visitado un centro de estudios sefardíes en Estambul. “Siempre es súper interesante y curioso poder comunicarte con esta comunidad en una lengua que a nosotros nos suena como salida de Cervantes, del Quijote y por ese amor que tienen todavía, ese recuerdo, esa melancolía y esa creación nueva de las propias comunidades que ya llevan muchos años, siglos instalados, ya están haciendo su propia forma de sobrevivir, en Estambul tienen una revista, tienen sus encuentros, tienen sus fiestas y siguen creando y cómo pueden mantienen las lenguas, las tradiciones”.
Recuerda cómo se ha encontrado con algunos sefardíes caminando por la calle o en un bar. Tiene muy presente la vez que se encontró con un propietario de una tienda de juguetes en Estambul y sefardí en la oficina de correos: “Fuimos a la oficina de correos porque teníamos que enviar el instrumento bien protegido (que habían comprado). En la oficina de correos no nos entendíamos con el empleado que estaba allí, no había manera de entendernos en inglés y en la cola había un sefardí”. “El señor súper amable nos ayudó, nos conseguimos entender y nos ayudó a mandar el instrumento a España”. “Es como de repente se abre ahí un campo” y “nos entendamos”.