Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono: ¿qué significa esta jornada?
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- Se conmemora la firma de uno de los protocolos con más éxito de la historia: el Protocolo de Montreal en 1987
- ¿Sabes qué es este protocolo y qué se ha conseguido gracias a él? La meteoróloga Isabel Moreno nos lo cuenta
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El 16 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, un día que conmemora la firma de uno de los protocolos con más éxito de la historia: el Protocolo de Montreal en 1987. Pero, ¿cómo filtra el ozono la radiación ultravioleta? ¿qué pasó con él y por qué? ¿Cómo estamos actualmente? Os lo contamos.
El ozono en la estratosfera y sus ciclos
Empecemos por el principio, el ozono está formado por 3 átomos de oxígeno (O3) y, aunque es un contaminante en la superficie, es un potente escudo contra la radiación ultravioleta cuando está en la estratosfera, una capa situada entre ~12-50 km sobre el nivel del mar. Es aquí donde se encuentra la famosa capa de ozono y, en concreto, a unos 20-26 km de altura es donde se ubica su máximo. Pero, ¿cómo se consigue filtrar esa luz ultravioleta? Creando y destruyendo ozono.
Sin entrar en demasiado detalle, digamos que en esta parte de la atmósfera tenemos oxígenos solos, oxígenos agrupados de dos en dos (lo que respiramos) o de tres en tres (el ozono, como hemos apuntado antes). Estos átomos y moléculas de oxígeno interaccionan entre sí juntándose, separándose… y utilizan la radiación ultravioleta para ello. De esa forma, gran parte de la luz ultravioleta que llega a la Tierra no alcanza la superficie porque está empleándose en alimentar este ciclo de creación/destrucción de ozono.
Además de este ciclo (llamado ciclo de Chapman) en el que sólo interviene oxígeno, hay algunos elementos (como el cloro) que pueden favorecer la destrucción de ozono. Estos elementos están de forma natural en la atmósfera, pero hace unas décadas saltaron las alarmas porque el ser humano estaba emitiendo sustancias que favorecían que esa destrucción de ozono fuera muy superior a la natural y, por tanto, que no filtrase la radiación ultravioleta.
La destrucción de ozono por sustancias emitidas por el ser humano
En 1974, Rowland y Molina publicaron un artículo en la revista Nature anticipando que habría una mayor destrucción de ozono en la estratosfera debido a la emisión a la atmósfera de ciertas sustancias, como los clorofluorocarbonos. Estas sustancias se empleaban cada vez más en refrigeración y aerosoles ya que son muy estables y seguras para su manipulación. Sin embargo, al llegar a la estratosfera podían liberar átomos de cloro ayudando a romper las moléculas de ozono.
Efectivamente, a finales de los 70, principios de los 80 se observó una disminución de ozono estratosférico y el famoso “agujero de la capa de ozono”. Las medidas ante esta confirmación científica no se hicieron esperar demasiado, porque en el año 1985 se formalizó en el Convenio de Viena la creación de un mecanismo para protegerla. Finalmente, el 16 de septiembre de 1987 se forma el Protocolo de Montreal por el que se limitaba el uso de estas sustancias que destruían la capa de ozono.
El Protocolo de Montreal, todo un éxito
¿El resultado? Actualmente se han eliminado en torno al 99% de las sustancias que agotan la capa de ozono y ésta se está recuperando. Sin embargo, todavía permanecen en la atmósfera muchas sustancias que se emitieron hace décadas, por lo que tardaremos unos años más en verla completamente recuperada. ¿Cuánto? Las previsiones apuntan a que será en torno al año 2060 cuando podamos encontrar concentraciones de ozono similares a las que había antes de 1980.
Por otro lado, el Protocolo de Montreal ha dado resultados positivos más allá de la protección de la capa de ozono. Aunque la destrucción de este gas es un problema distinto al cambio climático, podemos encontrar raíces comunes. Las sustancias que lo destruían también son gases de efecto invernadero y su limitación ha evitado que el planeta se caliente aún más. Algunos estudios apuntan a que el Ártico podría ser actualmente 1ºC más cálido de lo observado si no se hubiera limitado su uso.
En ese caso también hubiera habido otras consecuencias. Si hubiera continuado la destrucción de la capa de ozono se hubiera filtrado menos radiación ultravioleta y ésta podría haber dañado la vegetación, afectando a su capacidad de absorber CO2. Por tanto, el Protocolo de Montreal ha ayudado a no empeorar el cambio climático, aunque no fuera su fin.
El Protocolo de Montreal ha sido uno de los acuerdos con más éxito a nivel mundial y que nos muestra que gracias a la ciencia junto a los esfuerzos y a la cooperación internacional se puede solucionar un problema peligroso para la vida en la Tierra.