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El ballet, la danza del cuerpo que alimenta el alma

  • Celebramos el Día Mundial del Ballet, una de las más bellas expresiones artísticas de todos los tiempos
  • Repasamos su historia, recordamos sus orígenes y analizamos cómo ha cambiado su vestimenta a lo largo de los siglos
  • Además, descubrimos sus inmensos beneficios para la salud y su relación con otras disciplinas

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Bailarinas con tutú blanco sobre el escenario
Bailarinas con tutú blanco sobre el escenario

Cada 19 de octubre desde 2014 celebramos el Día Mundial del Ballet, una de las disciplinas artísticas más bellas y reconocidas en todo el mundo, que ejecutan uno o varios bailarines sobre el escenario. Muchos lo definen como danza clásica y otros tantos como danza académica, pero lo cierto es que, lo llamemos como lo llamemos, un ballet y sus movimientos precisos y refinados, hacen de él una expresión inconfundible a los ojos.

Un arte que, saliendo de su propio cascarón, llegaría a las más altas cotas de interpretación y desarrollo. Y todo, gracias a maestros, coreógrafos, libretistas, bailarines y, como no, músicos. Nacía en la Italia del Renacimiento durante los siglos XV y XVI. Se perfeccionaría en Francia con Luis XIV y pronto se profesionalizaría y se crearía la primera escuela de ballet: la Académie Royale de Musique en París. Hasta nuestros días.

El 'Ballet cómico de la reina' ('Ballet comique de la reine') es considerado como el primer ballet de la historia. Data del 15 de octubre de 1581, fecha en la que se estrenaba por primera vez en Francia. Una representación coreográfica, dramática, musical y escenotécnica. ¡Que comience la función!

Aunque no hay nada más icónico que las típicas zapatillas de punta cuadrada que calzan las bailarinas, lo cierto es que el atuendo de los primeros bailarines, nada tenía que ver lo que hoy conocemos. Tanto es así que, las mujeres no comenzaron a formar parte del ballet hasta el año 1600, momento en que se estrenaría 'Le triomphe de l'amour' (1689), el primer ballet con mujeres bailarinas. Eso sí, con atuendos rococós y nada que ver con cómo nos lo imaginamos ahora.

Fue en el período del Romanticismo cuando se dejaría atrás la ostentación en la vestimenta del baile y se normalizaría el uso de las míticas puntas de ballet. Nos trasladamos a ese momento y nos recreamos en 'La Sylphide' de Herman Severin Løvenskiold, que nos acerca el ballet donde se empieza a utilizar las puntas en la danza.

'La Sylphide' se estrenaba en 1832 en la Ópera de París con Marie Taglioni, la estrella del ballet romántico que introdujo el uso de las puntas y que ensimismó al público cuando por vez primera vio a Marie flotar en el escenario sobre estas zapatillas. Así, la técnica de puntas dejaría de formar parte de un espectáculo de circo para convertirse en un movimiento con identidad propia dentro del ballet. Y en concreto, de este, de 'La Sylphide', que posicionaría el género del ballet dentro de la moda del París de la época.

Una moda que ha llegado hasta nuestros días. Diseñadores como Miu Miu o John Galiano se atrevieron hace no tanto con vestidos vaporosos de tul y maravillosos tutús en tonos empolvados. Todos de acuerdo en resaltar la estética mágica del ballet clásico.

Seda, satén y transparencias. El nude y el negro en vestidos sinuosos con forma de tutú, chaquetas cruzadas, superposicones de maillots y jerseys, vestidos plisados. Un look que invadía el armario femenino al ritmo de ballet.

Beneficios para la salud

El baile, en general, tiene tantos efectos positivos para el cerebro como el resto de prácticas físicas. El ritmo, la necesidad de coordinación, el equilibrio y la música favorecen la capacidad cognitiva. Y el ballet no es menos. Practicarlo regularmente, está demostrado, favorece la postura y el equilibrio, lo que puede contribuir a mejorar la figura porque, aunque no lo parece, se trata de una práctica que requiere mucha exigencia física. Además, ayuda a relajarnos, libera adrenalina y aumenta la concentración.

Desde sus inicios, el ballet ha causado admiración, pero también ha generado críticas por su severidad y rigidez a la hora de ejecutar las diferentes posiciones. Sin embargo, en los últimos años, la popularidad del ballet va viento en popa y son cada vez más los que consideran el ballet como una forma de ejercicio.

El yoga, la hermana "blanda" del ballet

Yoga y ballet son dos disciplinas con mucho en común. Las dos son calmadas, pausadas, lentas, pero dentro de su aparente quietud requieren un gran trabajo de todos los músculos del cuerpo. Incluso, pueden considerarse complementarias, ya que introducir ejercicios de yoga antes de iniciar una clase de ballet puede servir a modo de calentamiento. "Es como una alianza muy poderosa", nos explica Rosa Ochoa, exbailarina del Ballet Nacional de Cuba.

Tanto el yoga como el ballet buscan el control del cuerpo. Le dan fuerza y equilibrio y ayudan al contacto con uno mismo, además de contribuir a mejorar la concentración. Aunque el ballet es mucho más exigente que el yoga. Y, si bien el yoga se puede comenzar a practicar a cualquier edad, en el caso del ballet, si se empieza desde niño, se conseguirá adquirir mejor la técnica y la coordinación de movimientos. La danza, además, requiere trabajo de memoria para recordar las secuencias de las coreografías. Una tarea a la que se unen el estrés del escenario, la precisión de ajustar cada movimiento con la música y el duro trabajo del cuerpo.

El yoga, por su parte, ayuda a saber cómo hacer las pausas, a respirar, a relajar, a saber hasta dónde se puede llegar y a escuchar al cuerpo. Yoga y ballet, ballet y yoga, cargados de beneficios para el cuerpo. Aunque en el yoga la finalidad es la salud y el bienestar físico, mental y espiritual, y en el ballet, crear arte y belleza.

Danza y música; movimiento y acorde; cuerpo y sonido; plasticidad y silencio. Ballet.