Las historias que cuentan los cementerios
- El libro La vuelta al mundo en 80 cementerios de Fernando Gómez recorre las necrópolis con más historia del planeta
- Un viaje de Sevilla a Sidney, pasando por El Cairo, Filipinas y Nueva Orleans
Los ritos fúnebres varían según la época, la religión o momento histórico; sin embargo, en todas las culturas, la transición entre la vida y la muerte es un acontecimiento importante y muestra de ello son los distintos monumentos funerarios que encontramos a lo largo y ancho del planeta.
Dólmenes, pirámides, columbarios, mausoleos, panteones reales, tumbas, cementerios... son un reflejo de la época y la cultura y, a la vez, dan muchas pistas de las personas que yacen en ellos.
Coincidiendo con el Día de Todos los Santos, en El gallo que no cesa recorremos el mundo visitando sus cementerios y descubriendo sus historias. Viajamos desde Sevilla a Nueva Orleans, pasando por Filipinas, El Cairo y Sidney.
Un recorrido por las necrópolis del mundo, guiado por el escritor Fernando Gómez, autor de La vuelta al mundo en 80 cementerios, de la editorial Luciérnaga.
El espejo de Sevilla
El cementerio de San Fernando de Sevilla refleja muy bien la esencia de la ciudad. Se inauguró a mediados del siglo XIX y las esculturas de algunos de sus panteones están tan bien hechas que parece un museo al aire libre.
Antonio Machín, la Niña de los Peines o Juanita Reina son algunos de los personajes que yacen en él, aunque para enterramientos llamativos, el del torero Joselito. Su panteón lo diseñó el valenciano Mariano Benlliure y recibe el nombre de Joselito transportado.
Muy cerca se halla el Cristo de las Mieles, una figura del artista sevillano Antonio Susillo Fernández que lloraba lágrimas doradas. “Decían que era un milagro y el Vaticano se interesó por eso. Mandaron estudiosos y descubrieron que la escultura estaba hueca y, dentro, las abejas habían formado una colmena. Con el calor de Sevilla se iba derritiendo y la miel iba cayendo por los ojos de la escultura”, explica Fernando Gómez.
La ciudad de los muertos de El Cairo, el cementerio de los vivos
Al sudeste de la capital egipcia se halla la Ciudad de los Muertos, una necrópolis árabe llena de vida, habitada por un millón de personas. Muchos de ellos comenzaron a vivir aquí cuando sus casas fueron destruidas durante la Guerra de los Seis Días.
Hay mercados, cafeterías, negocios... pero la situación de la mayoría de sus vecinos, como cuenta Gómez, es muy precaria. “No tienen agua corriente y se la suministran de otros lados. Están viviendo los vivos con los muertos, o sea tienen allí un poco la cultura egipcia esa de que el vivo y el muerto parece que no están tan separados”.
Una vampira y una reina vudú en Nueva Orleans
El cementerio de San Luis, en Nueva Orleans, tiene varios elementos que lo convierten en un lugar bastante tétrico. El primero, su ubicación. Se encuentra cerca del río Misisipi así que, con las crecidas, el agua entra en el cementerio y, en ocasiones, arrastra los ataúdes río abajo.
También ponen los pelos de punta algunos de sus inquilinos, especialmente dos mujeres célebres a las que Gómez hace referencia en su libro. Una de ellas es Marie Laveau, la última reina del vudú de la ciudad. Vivió en el siglo XIX y sus rituales eran famosos entre las ricas. Hoy en día todavía mucha gente se acerca a su tumba a pedirle que interceda por ellos: “El ritual es poner tres equis en la pared de la tumba y pedir un deseo”.
En San Luis está enterrada otra mujer mucho más temible, Madame Lalaurie, la Vampira de Nueva Orleans a la que se le atribuye la muerte y tortura de docenas de esclavos. Y esto enlaza con otra historia terrible de la ciudad: fue un puerto importante en el comercio de esclavos.
Los ataúdes colgantes de los acantilados de Sagada
La siguiente parada es Filipinas. En una de sus siete mil islas, en Luzón, se halla un cementerio que tiene un enorme interés antropológico: el cementerio de los acantilados de Sagada. La costumbre se va perdiendo, pero el lugar se ha convertido en un reclamo para los turistas.
Los habitantes de este lugar cuando llegan a determinada edad empiezan a construirse su propio ataúd. “Si fallece sin haberlo terminado, son sus hijos o sus descendientes los que tienen que rematar el trabajo”. Y una vez que muere comienza la segunda parte del ritual: se ahúma su cuerpo durante cinco días, se introduce en la caja de madera y se cuelga en las paredes de los acantilados.
Sidney, las esculturas frente al océano
El cementerio de Waverley está considerado como uno de los más bonitos del planeta por sus esculturas “de estilo victoriano y eduardiano”.
En este camposanto están enterrados muchos de los personajes célebres de la ciudad, aunque a Fernando Gómez le llamó la atención la tumba de un personaje mucho más humilde: el Narizotas Bob, un verdugo con un gran corazón. “Era una persona tan buena que se encargaba de mantener a las familias de los que había matado”.