Lanzarote: un laboratorio natural para experimentar en el desarrollo de tecnologías eficientes y sostenibles
- Adela comienza en la isla de Lanzarote un viaje para explorar la investigación en nuevas energías sostenibles
- Volcanes, sol, tierras raras e hidrógeno son los protagonistas de este nuevo episodio
- Reduce tu huella, sábados en La2 a las 18:30h | Disponible en RTVE Play y en la web de Ciencia y futuro
La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la lucha contra el cambio climático es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en estos momentos los seres humanos. En este contexto, el desarrollo de energías limpias, económicas y eficientes, es vital para mirar al futuro con esperanza.
Mientras en la COP26 tratan de llegar a acuerdos globales sobre medidas concretas para frenar el cambio climático, un archipiélago español podría tener un papel crucial para dar con la solución que nos permita superar este enorme desafío.
Había visitado las Islas Canarias en anteriores ocasiones para disfrutar de su clima, sus paisajes, la playa, las olas… pero en este programa de Reduce tu huella he podido observarlas como un laboratorio natural privilegiado para el estudio y desarrollo de tecnologías eficientes y sostenibles, como un ejemplo de adaptación al aumento de las temperaturas.
Un generador termoeléctrico geotérmico
En el Parque Natural del Timanfaya, en Lanzarote, mientras miles de turistas se entretienen anualmente observando el espectáculo de los géiseres y paseando por ese fascinante paisaje lunar de pura lava volcánica, ocultos de sus miradas en la parte baja de una hondonada, se encuentra un pequeño prototipo llamado “generador termoeléctrico geotérmico”. A penas levanta 60 cm del suelo, pero podría contener la respuesta para abastecer de energía limpia a gran parte de la isla.
David Arraiz, ingeniero e investigador de “Electrovolcán”, que lleva años trabajando en este proyecto al que mima como a un hijo, me explica que el proyecto se centra en la energía geotérmica de alta temperatura en superficie, que aprovecha las anomalías térmicas de Lanzarote, muy singulares a nivel mundial.
Durante la última erupción del año 1700, una importante cantidad de magma quedó atrapada muy cerca de la superficie. Esto genera unas temperaturas superiores a 150ºC a penas a 2 metros de profundidad en determinados puntos de la isla.
El aprovechamiento de ese calor para producir energía se denomina geotermia. Pero a diferencia de los sistemas convencionales de producción de energía geotérmica, basados en turbinas de vapor, la tecnología desarrollada por Víctor Manuel y su equipo de investigación de la UPNA es capaz de generar energía eléctrica sin ninguna parte móvil. Esto resulta en un dispositivo mucho más compacto, totalmente silencioso, con un bajo mantenimiento y respetuoso con el medio ambiente. Esto último es especialmente importante para una isla en la que parte de estos puntos calientes se encuentran en zonas declaradas Parque Nacional y que requiere del buen mantenimiento de sus paisajes para garantizar su principal fuente de ingresos: el turismo.
Si se apostara por este sistema de generación de energía y se aprovecharan los casi 300 puntos calientes detectados hasta ahora en Lanzarote, se podría producir 2,5 GWh al día durante todo el año, suficiente para bastecer a casi 300 hogares.
Las cualidades de la arena volcánica: 'el picón'
La necesidad de la adaptación de la vida en estas islas a la particularidad de un terreno volcánico ha llevado también la investigación fuera del ámbito científico. Esa misma erupción de 1700 generó otro fenómeno que a día de hoy podría servir como ejemplo de adaptación al cambio climático.
Cuando la ceniza volcánica cubrió las fincas agrícolas de los isleños, muchos pensaron que los terrenos fértiles estaban condenados a la esterilidad. Para su sorpresa, observaron que durante las frecuentes sequías algunos de los árboles que habían sobrevivido semicubiertos de ceniza, brotaban y crecían con asombrosa vigorosidad. Así descubrieron las cualidades de lo que los isleños denominaron ‘picón’, una arena volcánica gruesa, seca y porosa de color negro, el lapilli, capaz de retener la humedad de los vientos alisios y las escasas lluvias, y conservarla en el terreno a pesar del implacable sol y las altas temperaturas.
Desde entonces gran parte de los terrenos agrícolas de Lanzarote están cubiertos de picón, que se traslada de las piconeras a las fincas privadas, como las de La Geria, el centro vitícola por excelencia de la isla, donde el característico paisaje de vides cultivadas en pequeños hoyos protegidos del viento y cubiertos de ceniza volcánica, son un ejemplo más de adaptación que podría exportarse a zonas desertificadas por el cambio climático.
Hidrógeno conseguido a partir del agua y del sol
A penas a 18 kilómetros de allí, dejando atrás el interior de la isla y acercándonos a la costa, se encuentran las Salinas de Janubio, un espacio natural, que aún sigue produciendo el oro blanco que constituyó un importante motor económico de la isla. Los salineros comparten ahora su espacio de trabajo con científicos de la Universidad de la Laguna.
“Estudiamos la viabilidad del aprovechamiento de las salinas, que son fotoreactores solares, para la extracción de hidrógeno verde del agua del mar gracias a la energía solar, imitando la fotosíntesis que realizan las plantas, que ha sido el motor que ha movido el planeta durante miles de millones de años” me cuenta Jorge Méndez investigador y profesor de física aplicada de la Universidad de La Laguna. “Para ello necesitamos piscinas de agua poco profunda, mucho sol y mucho agua. Este es el laboratorio perfecto. La energía solar divide el agua, que es H2O, en hidrógeno y oxígeno. El oxígeno, que no causa problemas, iría a la atmósfera. Y nosotros aprovecharíamos el hidrógeno para generar energía.”
El hidrógeno es un combustible que ya se está utilizando. El problema es que se está extrayendo como subproducto del metano, un combustible fósil altamente contaminante. El gran avance de este proyecto es que el hidrógeno conseguido a partir del agua y del sol, es completamente limpio. En el laboratorio de la Universidad de La Laguna el equipo estudia después cómo optimizar esa energía y su almacenamiento para que sea económico, viable y sostenible.
El mayor observatorio solar del mundo
Las Islas Canarias son también un lugar privilegiado para el estudio astronómico. La escasez de precipitaciones favorece los cielos despejados, los vientos alisios limpian la atmósfera y su situación cercana al Ecuador permite observar constelaciones tanto en el hemisferio norte como el sur.
En el caso de El Teide su elevada altitud, permite situarse por encima de la capa de formación de las nubes. No es casualidad que el mayor observatorio solar del mundo se encuentre allí, a 2.390 metros de altitud.
Partimos desde Candelaria con una temperatura de 21ºC. Menos de una hora después nos encontrábamos sobre las nubes en el Observatorio Astrofísico del Teide con una sensación térmica de -4ºC. Albert Rosenberg y Antonio Eff -Darwich viven en Tenerife pero utilizan más el plumífero que el traje de baño. Llevan años al frente del observatorio estudiando el astro rey. Con sus descubrimientos esperan contribuir al desarrollo de la fusión nuclear como fuente de energía renovable.
En el sol se produce la fusión de núcleos de hidrógeno que forman helio. En el proceso se genera una gran cantidad de energía en forma de radiación electromagnética que alcanza la superficie de la tierra y percibimos como luz y calor. Para que tenga lugar esa reacción de fusión es necesario alcanzar altas cotas de energía que permitan que los núcleos se aproximen entre sí a distancias muy cortas en las que la fuerza de atracción nuclear supere las fuerzas de repulsión electromagnética. Con este estudio aspiran a contribuir a descubrir cómo generar esas condiciones de forma eficiente.
Energía limpia: ¿arma de doble filo?
¿Podrían convertirse la geotermia, el hidrógeno verde o la fusión nuclear sobre las que se está investigando en estos momentos en el laboratorio natural perfecto que es el archipiélago canario, en la solución a nuestra creciente necesidad energética y en el camino para la drástica reducción de los gases de efecto invernadero? Podría ser.
Aunque esa barra libre de energía limpia podría convertirse en un arma de doble filo. La producción de energía también genera calor. Cada año aumentamos un 3% el consumo de energía. Si seguimos a ese ritmo, ¿cuántos grados aumentaría la temperatura en la tierra en 1000 años?
El consumo ilimitado de energía podría traducirse en una subida global de las temperaturas. Es decir, que podríamos alcanzar la emisión neta cero pero seguir contribuyendo al cambio climático. Volveríamos a fijarnos entonces en las Islas Canarias como ejemplo de adaptación a un clima semidesértico. Y nuestra lucha se centraría en ese caso en reducir el consumo energético. Pero paso a paso. Quizá este sea uno de los grandes desafíos que tendremos en el futuro. De momento, centrémonos en el que tenemos entre manos.