Vivien Leigh y Olivia de Havilland, la actriz longeva y la actriz trágica
- Las dos actrices de Lo que el viento se llevó compartieron el coraje de sus personajes, pero sus vidas no fueron fáciles
- Vivien Leigh, heroína Romántica, sufrió de bipolaridad, tuberculosis y un amor devastador con Laurence Olivier
- Olivia de Havilland fue la actriz más longeva de Hollywood y murió sin hablarse con su hermana, Joan Fontaine
Una imagen de Vivien Leigh, mirando fijamente a la cámara con sus ojos verdes, vive en el recuerdo de todos los que hemos visto alguna vez Lo que el viento se llevó. Pícara, digna, altiva, Scarlett O'Hara nos sigue retando casi ochenta años después: a no caer rendidos a los pies de una película que muchos consideran obsoleta en nuestra época, a no admirar a esta joven caprichosa e incapaz de amar... Nos reta, pero no podemos ganar. Cuando la actriz leyó la enorme novela de Margaret Mitchell en la que se basó la película y pensó que estaba ante un personaje eterno, no se equivocaba.
Este 5 de noviembre se cumplen 108 años del nacimiento de Vivien Leigh, que persiguió a Escarlata como si le fuese la vida en ello: se buscó un agente, rechazó contratos y rastró a los conocidos de David O. Selznick hasta poder entrevistarse para el papel. El talento que reúne la película es descomunal, pero no nos engañemos. Ella sola sostiene el maratón épico, histórico y romántico de cuatro horas de duración que sigue penetrando, de cuando en cuando, en cientos de miles de hogares.
Todos compartimos este recuerdo: la película empieza después de comer y termina al caer la noche, cuando la familia entera sale de debajo de las mantas como de un trance. Habría que hacer algo de cenar pero nos sentimos aún emocionados, traicionados y agotados de la intensidad de lo que acabamos de presenciar: conflicto, enfermedad, amor tormentoso y lucha. Imagina vivir una vida semejante a la suya.
Vivien Leigh, la obstinada
Aunque se convirtió en imagen del sur idealizado de Estados Unidos, Vivien Leigh (que se llamaba Vivian Mary Hartley) era una actriz británica. Hija de su época, estaba condenada a una vida desgraciada: los historiadores de hoy en día dicen que tenía un trastorno bipolar que no se le diagnosticó correctamente y que provocó los problemas nerviosos por los que fue sometida a terribles tratamientos de electroshock y por los que Hollywood, que un día la encumbró, terminó dándole la espalda. Espejo de Escarlata y de Blanche DuBois, su personaje en Un tranvía llamado deseo, sufrió por sus apetitos y sus fantasmas y no tuvo buena suerte.
Su final fue triste y temprano: sólo tenía 53 años cuando murió de una recaída en su tuberculosis, debilitada por los tratamientos psiquiátricos que se aplicaban en los años 50 y 60. Pero no sólo las partes más oscuras de su vida, como el duelo que siempre mantuvo por su amor fallido con Laurence Olivier recuerdan a la de una heroína Romántica: Vivien Leigh fue tan obstinada como Escarlata y movió montañas para conseguir lo que quería. Cuando decidió que Olivier iba a ser el gran amor de su vida, lo siguió a un hotel de Capri y no paró hasta que él dejó a su mujer para irse con ella. Llena de deseo, las infidelidades en su relación fueron mutuas, y nunca tuvo miedo de meterse en papeles polémicos que aludían a la sexualidad o la emancipación femenina y mostraban fuertes explosiones de carácter.
En sus últimos años y pese a su mala salud, siguió trabajando, no sólo en el cine sino en el teatro (disciplina que siempre prefirió, porque era una actriz rigurosa a la que el cine no acabó nunca de tomar del todo en serio). Elia Kazan, que la dirigió en la famosa adaptación de Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo, reconoció que no creía, al principio, que además de guapa fuese buena actriz. ¡Cómo se equivocaba! Terminó reconociendo que Leigh, que se ponía muchísima presión, "se habría arrastrado sobre cristales rotos si creyera que eso ayudaría a su actuación".
El esfuerzo y la pasión que la acompañaron fuera de la pantalla. En 1957, cuando la actriz encabezaba en Gran Bretaña una protesta para salvar del derribo el antiguo teatro de St. James e irrumpía a gritos en la cámara de los Lores, el mismísimo Winston Churchill le escribió una carta "admirando su coraje y desaprobando sus formas".
Tampoco es cierto, por cierto, que en el rodaje de Lo que el viento se llevó Clark Gable y ella se detestasen. Aunque nunca fueron amigos, el respeto era mutuo, y él tuvo que vivir con la certeza de que una actriz con menos tablas lo dominaba por completo en pantalla.
La dureza de Olivia de Havilland
En la escena más descarnada de Lo que el viento se llevó, Clark Cable no quería llorar. Fue Olivia de Havilland quien convenció al galán de los galanes de que unas lágrimas podrían encumbrarle: a ella le debemos la escena en la que Rhett Butler siente que el aborto de Escarlata es culpa suya y se derrumba. Como en la película, Olivia, que dio vida a Melanie, fue la llama que mantuvo vivo el espíritu de un dificilísimo rodaje. En apariencia podía ser tímida y tranquila, pero en realidad era un polvorín.
Conseguir el papel no fue fácil. En su caso, porque tenía un contrato con Warner tan abusivo que una vez tuvo que esconderse en los aseos de un barco para que los trabajadores de la productora no la sacasen a rastras de sus primeras vacaciones. Fue George Cukor, el director original que más adelante sería reemplazado por Victor Fleming, quien se interesó por ella. "¿No me conoces, pero, ¿te interesaría salir en Lo que el viento se llevó? ¿Y te importaría hacer algo ilegal?", le propuso por teléfono.
La citó de noche y a escondidas a las afueras de su oficina, le hizo las pruebas y se la presentó a David O. Selznick, que quedó encantado. Entre los tres tuvieron que ablandar a Jack Warner para que la liberara apretando en el único botón que daba resultado: ganándose a su mujer en una fiesta, y convenciéndola de que le convenciese. Lo lograron, y la película le trajo la gloria. Aunque para Olivia, que tenía madera de estrella, también fue una gran humillación.
Donde Vivien Leigh y Hattie McDaniel ganaron sendos premios Oscar, ella quedó al margen: era la perdedora y mantiene que ningún miembro del equipo le dirigió la palabra. Al principio estaba devastada, aunque de su pragmatismo la salvó. "Estaba nominada en la categoría errónea, mejor actriz de reparto. Pero yo también era una estrella. David me colocó allí para favorecer a Vivien. Cuando lo entendí, dejó de doler".
Cuando murió a los 104 años, Olivia de Havilland era la actriz más longeva de Hollywood y la última testigo del esplendor de su edad dorada. Pero no idealizaba nada: nacida en Tokio de padres británicos y educada para el espectáculo, saltó rápidamente a la fama de mano de las películas que protagonizaba junto a Erroll Flynn. Su padrastro, de apellido Fontaine (de quien su hermana, Joan Fontaine, tomaría su nombre artístico), las maltrataba; la complicada situación en su casa y la competición entre ambas truncaría su relación de por vida. Desórdenes alimenticios, presión y soledad la acompañaron en sus comienzos en una industria en la que "no es posible tener amigos de verdad". En los años 60 abandonó Hollywood entre la satisfacción y el desencanto, y murió en París prácticamente recluída.
Los Oscar terminarían por saldar su deuda con ella: lo ganó en 1947 por La vida íntima de Julia Norris y en 1950 por La heredera. Olivia de Havilland y Joan Fontaine son las dos únicas hermanas de la historia que han ganado el Oscar a la mejor actriz. Una vez, incluso, compitieron la una contra la otra, escenificando en el proceso la historia de su vida: la pequeña, Joan, había tratado siempre de salir de la sombra de la hermana mayor. Lo consiguió: ella ganó el premio de la Academia por su trabajo en Sospecha, de Alfred Hitchock, arrebatándoselo a Olivia. Pero esto no templó su relación, y cuando su hermana trató de felicitarla, ella la rechazó y subió a recoger el galardón.
Olivia siguió viviendo en París y permaneció separada de su hermana, que falleció en 2013 sin que se hablasen. Sus dos matrimonios terminaron en divorcio y su primer hijo, Benjamin, murió a causa de la enfermedad de Hodgkin. En sus últimos años de vida concedió una entrevista en la que recordaba a Vivien Leigh, con quien nunca mantuvo una relación cercana, como una joven amable, y le pedía a la historia que "no la juzgara muy duramente".