El drama de Antoni Campañà: nunca superó la muerte de su hijo de cinco años
- El fotógrafo guardó cientos de imágenes de su hijo pequeño que murió de tuberculosis
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El fotógrafo Antoni Campañà en dos cajas rojas que se abrieron en 2018, 29 años después de su muerte. Pero hubo otra caja: era 'roja' por fuera y negra por dentro. Una caja en la que guardó su mayor pena, una caja convertida en ataud con cientos de imágenes de su hijo Antoni, que murió cuando tenía tan solo cinco años. Una pérdida que Campañà nunca superó. Al parecer, todo ocurrió durante unas vacaciones de verano en Tona, cerca de Barcelona, donde estaba el abuelo paterno, el padre del fotógrafo. Tenía tuberculisis, y todo apunta a que el pequeño se contagió.
La caja del dolor
"El niño empezó a encontrarse mal, primero se quedó ciego y luego sordo. Tras un proceso doloroso de caso dos años, murió". Hoy es Toni Monné, nieto del fotógrafo, quien recuerda aquella tragedia que casi destroza a la familia. "Cuando murió el niño, mi abuela estaba embarazada de mi tía Margarita. Y cuando ella nació, lo cambió todo, ya que otra vez volvió la alegría a la familia". Pero la llegada de Margarita y de Antoni, bautizado como Antoni María, no pudo evitar que la herida de un padre roto siguiera sangrando. "Mi abuelo no quería ver las fotografías del niño guardadas en la caja, porque cuando las veía se ponía a llorar".
Por eso, Antoni Campañà se prometió a sí mismo que nunca más se le moriría otro niño. "Escapando del miedo a que se me murieran todos, me fui a Sant Cugat. A las niñas les ponía cada día una inyección de calcio y vitamina D durante mucho tiempo, y se salvaron", dijo en una entrevista que recoge el documental. La familia siempre asoció la muerte del niño con la Guerra Civil. Y en el caso de Campañà estos dos hechos marcaron además su vida, la personal y la profesional. Hablamos de uno de los mejores retratistas de la historia, testigo del horror y la desesperación. Con su cámara captó los desastres que la Guerra Civil causó en Barcelona: milicianas, refugiados, niños hambrientos, escombros, saqueos, e incluso iglesias destruidas tras ser devoradas por las llamas que provocaban los bombardeos, uno de los 'temas' que sobresale en su obra.
Una imagen "potentísima"
De Antoni Campañà se dice que fue "republicano, demócrata, catalanista y creyente", un devoto de la Virgen del Carmen que supo separar su religiosidad de su profesión, como recuerda Plàcid Garcia-Planas. "Era un hombre de misa y en el verano del 36 arden los templos. Él coge una cámara robot, discreta, y va fotografiando templos quemados, a escondidas. ¡Una iglesia en llamas es una imagen potentísima, plásticamente insuperable!", dice el periodista. "Todo eso no le gustaba, pero lo fotografió. Podía no haberlo fotografiado, pero lo hizo. Para él, como para cualquier fotógrafo que lo sienta, hacer clic es un acto casi biológico".
Campañà no dispara para juzgar ni para denunciar. En algunos casos es un simple narrador de esa otra cara de la contienda. De él se dice que en lugar de fotografiar cadáveres prefería fotografiar escombros, incluso si eran de una iglesia. "Él, que es un hombre de misa, fotografía a los que han quemado las iglesias, y lo hacía sin rencor. Diría incluso que los fotografía con amor". Amor por una profesión que no pudo desligar de su vida privada, ni siquiera escondiendo las fotos más personales en una tercera caja roja.