Christina Onassis y otros romances secretos de Carlos Falcó
- El marqués de Griñón no tuvo siempre suerte en el amor: se casó cuatro veces y dos esposas lo abandonaron
- Sus amigos afirman que "rompió corazones" y que Christina Onassis "se volvió loca de amor" por él
Conocido por su afabilidad y su carácter discreto, no todo el mundo conoce los romances de juventud de Carlos Falcó. Junto con su hermano Fernando, marqués de Cubas, el marqués de Griñón aprovechó al máximo sus años de universitario en pleno corazón de la alta sociedad: su primer gran amor fue, según cuentan, con una joven rusa, y en los años sesenta los dos jóvenes aristócratas compartieron encuentros con las personalidades más glamurosas afincadas en España, desde Ava Gardner hasta la princesa Soraya de Irán.
El marqués de Griñón y la que se convertiría en su íntima amiga de toda la vida, Pilar Irisarri Weiller (hija de un arquitecto de origen navarro y un multimillonario francés que llegó a ser el principal accionista de Air France), mantuvieron entonces una relación. Los dos estaban entre los solteros más atractivos del momento por su furtuna y su particular encanto. Carlos Falcó era un verdadero triunfador entre las damas de alta sociedad. También se le relacionó con Alejandra de Kent, prima de la reina Isabel II de Inglaterra.
Su primer matrimonio fue con Jeannine Girod, "una joven sueca de 26 años" junto a la que dio la bienvenida a dos hijos (Manolo y Xandra) antes de que ella se marchase con Ramón Mendoza, expresidente del Real Madrid. Con discreción, viajó y conoció diferentes mujeres. Fue en California donde conoció a Christina Onassis, hija Aristóteles Onassis, el magnate que se casó con Jackie Kennedy, rebautizada Jackie O. Era una heredera que se enamoró de él perdidamente.
Christina Onassis hizo autostop hasta la finca del marqués de Griñón
Joaquín Sabina cantaba "pobre Cristina" pensando la triste vida de la única hija de Aristóteles Onassis: convertida por el tiempo en una suerte de 'princesa trágica', en el lapso de 29 meses sufrió una racha de horribles pérdidas semejante a la de Xandra Falcó, aunque aún más devastadora por las circunstancias: su hermano Alexander murió en un accidente de avión en 1973, su madre murió de una sobredosis en 1974 y su padre fallecía en marzo del 75.
En esta época de duelo y acoso mediático (los medios criticaban su tren de vida y exponían todos sus problemas: su depresión clínica, su trastorno alimenticia, su adicción a las pastillas para dormir y el fracaso de sus cuatro matrimonios, que acabaron en divorcio), esta heredera de una fortuna millonaria se encontró con Carlos Falcó: conectaron inmediatamente y él fue un refugio amistoso durante esta temporada difícil.
“Yo sabía que ella estaba enamorada de mí, pero no era un amor correspondido. Nunca se lo dije, pero ella entendió que no podíamos estar juntos. En cambio, fuimos grandes amigos e hicimos muchos viajes, a Los Ángeles, St. Moritz y Londres. La prensa siempre la retrató como una chica triste, pero en las distancias cortas era encantadora y tenía mucho sentido del humor. Pese a que recibió una educación internacional, era muy griega, muy cálida”, contó el marqués de Griñón al diario ABC en 2013.
Sin embargo, del 'encaprichamiento' de ella, que sufriría un prematuro final, sigue muy viva una anécdota: la de aquel día, a mediados de los setenta, en el que Christina Onassis cogió un taxi desde el Hotel Ritz de Madrid hasta la finca del marqués de Griñón. Cuando el vehículo se averió y la dejó tirada en medio de la carretera, hizo autostop hasta que un camionero accedió a llevarla hasta el lado de Carlos Falcó.
Unos años después, Carlos Falcó conocía a Isabel Preysler, pronto la madre de Tamara Falcó, en una proyección de Fiebre del sábado noche: contrajeron matrimonio en 1980 y estuvieron juntos hasta 1985, cuando su mujer se enamoró perdidamente de Miguel Boyer. En 1986, un año después, Carlos Falcó se unía sentimentalmente a otra de sus parejas más estables: la anticuaria francesa Christine Reiff, con quien sonaban campanas de boda. Sin embargo, no sería ella la que se convertiría en su tercera mujer: en 1993 se casó con Fátima de la Cierva, bisnieta del duque del Infantado y antropóloga de profesión.
Fátima de la Cierva era veintidós años menor que Carlos; no se sabe si ese u otro factor intervino en la ruptura, veinte años después, de este matrimonio que se desarrolló en un plano discreto y sin protagonismo en los medios de corazón y del que nacieron sus dos hijos menores: Duarte y Aldara.
En 2011 se divorciaban y en 2015 se le relacionaba de nuevo con Pilar Irisarri Weiller, pero enseguida se cruzaban los caminos del marqués de Griñón con los de la modelo y empresaria Esther Doña, con quien contrajo matrimonio dos años después y pese a los deseos de su familia.